En los últimos días se han producido varias desapariciones en el mar de jóvenes. Son todos marroquíes, alguno incluso menor de edad. Su último mensaje es el dado a sus padres informando que se iban a la Península o cruzaban a Ceuta. Nunca más se supo de ellos. Sus cuerpos no han aparecido. Son protagonistas de duras historias que no se cierran, de la peor de las tragedias porque sus marchas vendrán siempre marcadas por la incertidumbre, por no saber qué pasó con ellos. En estos días los casos están aumentando, es tal la desesperación de estos jóvenes que son capaces de arrojarse al mar en pleno temporal, de partir en las balsas que usan nuestros hijos pequeños en la playa o de ocupar una embarcación con mayor número de personas del debido. Se arriesgan a todo, imaginen cómo estarán al otro lado, qué alternativas tendrán en sus lugares de origen.
A pesar del llamamiento de sus familias nada se sabe de ellos, nunca se da información ni tampoco se interviene con acciones que ayuden a resolver esos dramas de frontera. El papel de los periodistas es publicar estas historias, incluso repetirlas para que no se olviden, intentar llamar a conocidos, ayudar en lo que se pueda para facilitar su localización... Pero la implicación debe ser mayor. Esa cadena no se puede romper en un medio de comunicación, en una oenegé, en una llamada en Facebook. Los organismos dedicados a salvar vidas tienen que buscar formas de coordinación que vayan más allá. La respuesta de “no hay denuncia” no sirve. ¿Ustedes creen que personas humildes saben qué hay que hacer? Recurren a los medios porque saben que suelen obtener una respuesta rápida, ¿pero les van a decir que se pongan en contacto con la Policía española?, ¿con Salvamento? Muchas veces la barrera del idioma echa para atrás unas gestiones mucho más eficaces y estas historias se pierden sin que se mueva lo suficiente para dar con los desaparecidos.
Bordeando los espigones se ha perdido la pista a muchos marroquíes. No se trata de zonas de mucha búsqueda, pero la burocracia manda y la reacción tarda, lo hace tanto que la efectividad es nula. El cansancio en las familias sin recursos lleva al olvido social de estos casos que se repiten con mayor frecuencia en la frontera sur, pero nadie repara en ellos ni en la búsqueda de soluciones para cambiar. Quizá es una consecuencia del egoísmo, del sistema que nos hemos creado. De ser así, es la manera más cruel de saber reaccionar.