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Historias de frontera: “Han enterrado a mi madre y no he podido despedirme de ella”

Mariem Elmzati puede hablar a duras penas. Han pasado pocas horas desde la muerte de su madre, Himo, a los 85 años y en Tetuán. Una frontera cerrada a cal y canto desde el 13 de marzo ha impedido que esta hija pueda despedir a su progenitora, participar de su entierro, calmar sus lágrimas y dolor en compañía de otros familiares. “Ella estaba bien”, explica Mariem a El Faro de Ceuta, pero la muerte no avisa cuando llega y este viernes arrebató la vida de la progenitora sin que su hija pudiera estar a su lado. “Estoy destrozada, han enterrado a mi madre y no he podido despedirme de ella”, lamenta. Mariem vive en Ceuta junto a su marido e hijo, trabaja en el Hospital Universitario y desde el cierre de la frontera del Tarajal no ha podido ver a su madre que, aun residiendo en Tetuán, pasaba temporadas en nuestra ciudad. Mariem se lamenta de la situación, de que no se haya podido habilitar un pasillo humanitario para ofrecer la última despedida a quien le dio la vida. “Solo pedía ir y volver, nada más. Esto es inhumano”, lamenta, tras no haber obtenido ayudas ni apoyos de nadie. El sentimiento, el pesar y la rabia derivadas de las injusticias que asoman en torno al paso fronterizo embargan a Mariem, quien como otros tantos ceutíes ha sufrido en sus carnes el no haberse podido despedir de su ser más querido. Ha vivido una situación “horrible” ante una frontera cerrada que no le han permitido cruzar. Ya han enterrado a su madre sin poder verla por última vez. “Lo estamos pasando muy mal”, detalla, sacando así a la luz una historia que se ha repetido en otras ocasiones con otras familias y que asoma como un dolor paralelo al cierre de fronteras en el que nadie reparara. Porque más allá de los atrapados, de las personas que han perdido sus negocios, de los matrimonios separados o de las críticas a un periodo que se extiende demasiado en el tiempo, están las consecuencias más fatales, las que se derivan de la pérdida de seres queridos a los que no se les puede decir adiós. El virus que ha paralizado el mundo ha provocado un dolor más allá de la muerte o de la enfermedad, porque ha separado por siempre familias sin permitir encuentros, afectos y despedidas. En el caso de Mariem lamenta que las autoridades no hayan previsto ayuda alguna ante este tipo de situaciones tan extremas.

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