Pueden pensar que la historia que os voy a contar no es cierta, pero os puedo asegurar que en el perímetro fronterizo vivió un brujo. Pueden tomarlo a broma, pero cuando una persona ve a un ser paranormal pierdes hasta el miedo a que piensen que estás loco.
Hace más de treinta años los guardias prestaban servicio caminando entre la fábrica de cerveza y el control del 54, justo donde hoy está la Inspección Técnica de vehículos. En el recorrido pasaban junto al depósito de bagazo de la fábrica de cerveza. Frente al bagazo, en zona marroquí, se instaló un joven que conocíamos como el Vaquero. Pronto nos percatamos que el ganadero se había buscado un pluriempleo y alojaba a marroquíes que se dedicaban al contrabando. La intención de estas personas, alguna de ellas mujeres, era entrar de noche y regresar antes de que amaneciera.
El Vaquero se pasaba el día frente a los guardias, sabía perfectamente nuestros movimientos, los cambios de turnos y los que éramos más activos o vagos para el servicio. Nos separaba el cauce seco del arroyo, no más de ochenta metros. Llegada la noche intentaba pasar a estas personas por un cañaveral que había junto al bagazo. Normalmente los guardias nos colocábamos en una caseta que había a unos doscientos metros porque nos permitía vigilar para ambos lados y nos resguardábamos de las inclemencias del tiempo. El Vaquero se había convertido en nuestra pesadilla, porque intentaba una y otra vez la operación. Nos hacía correr todas las noches en los numerosos intentos de colar a una persona, en otras muchas ocasiones, lo conseguía.
La zona del cañaveral era muy oscura y frondosa. Era imposible vigilarla desde la caseta. Una de esas noches comenzamos a oír gritos de pánico de una persona que, despavorida, regresaba hacia la casa del Vaquero. Nos acercamos y le preguntamos: ¿Qué ha pasado?, respondiendo un hombre de unos cincuenta años que había visto un brujo que se reía alocadamente mientras intentaba alcanzarlo. Le pedimos que nos acompañara y que nos indicara el lugar exacto, pero contestó que no, que no pasaba más por allí. El hombre estaba aterrorizado y el Vaquero al oír el relato iba cambiando de color. Nosotros nos adentramos en el cañaveral, pero no vimos ningún ser extraño. Curiosamente el Vaquero nos preguntó: ¿Habéis visto algo?, respondimos, que no. No quiero continuar sin comentar que el mehani -que hasta ese momento dormía plácidamente en la garita- al oír el relato de la víctima no pego un ojo aquella noche.
Unas horas mas tarde el Vaquero intentó colar a dos mujeres de mediana edad y comenzamos a oír gritos de pánico de estas señoras que, a duras penas, lograron atravesar el río y llegar a Marruecos. Una vez más nos acercamos y preguntamos: ¿Qué ha pasado? Las dos relataron lo mismo: íbamos a colarnos por el cañaveral, pero nos encontramos un fantasma o un brujo grande con la cara iluminada, se reía como un loco, quería atraparnos. El relato coincidía con el del hombre, pero estas mujeres comentaron que una luz le iluminaba los ojos, pero que no tenía cabeza y que llevaba un vestido negro largo. Curiosamente el primer hombre al oírlas comentó que sí, que ahora recordaba esos detalles.
Al día siguiente volvió a repetirse el fenómeno paranormal y las nuevas víctimas coincidían en el relato. Una de ellas sufrió un ataque de ansiedad al verse sorprendida por el brujo. Insisto que todas las personas coincidían haber visto un hombre sin cabeza con los ojos iluminados, vestido de negro y risas de loco. Ese era el denominador común del brujo, fantasma o lo que fuera.
Leonor, una vecina que vivía cerca del fuerte de Mendizábal, no tardó en enterarse de lo sucedido en el cañaveral. Leonor era una anciana entrañable, de buena conversación, que le encantaba contar sus experiencias con brujos y fenómenos paranormales sucedidos en el perímetro fronterizo. Tenía un hijo teniente de la mehania marroquí, pero vivía sola. Era la única vecina del Fuerte Mendizábal y los guardias la visitábamos para charlar y tomar té, mientras nos contaba historias de brujos y fenómenos paranormales.
Recuerdo que algunos compañeros no querían oír las vivencias de la señora, porque les costaba dormir en los fuertes. Leonor afirmaba que un guardia del puesto del Príncipe, que todos conocíamos por el sevillano, era el secretario del brujo de la frontera –este detalle me lo recordó ayer Anastasio Luque, un guardia del Príncipe de aquella época-. Igual no estaba mal encaminada, pero en otra ocasión hablaré de Leonor y del secretario del brujo, hoy secretario de brujo jubilado.
No puedo seguir con el relato, porque la directora nos tiene limitado el espacio, pero os puedo asegurar que los hechos ocurrieron, que son verídicos -como los de Paco Gandía-. Falta el actor principal, el cabo Jesús Espinosa Mena, el protagonista de esta historia. Un extraordinario compañero. Un hombre que dejó huella en cada una de las unidades por donde paso. También seguiré hablando del brujo, de este fenómeno paranormal que pasó en la frontera.
La próxima semana conoceréis el final de esta historia.
Del polilla me lo esperaba.