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Historias de la repatriación: llegaron embarazadas y regresan con sus hijas

Noura y Laila podrían haber recorrido esos pocos metros con los ojos cerrados. Solo unos cuantos pasos en línea recta les separaron durante seis meses y medio de su familia, de su hogar. Pero, jamás habían soñado tanto con ese momento. Ni jamás habían cruzado de Ceuta a Marruecos con sus hijas, Amina y Amira en sus brazos.
Por fin ayer pisaban suelo marroquí. Del otro lado, los padres estaban ansiosos por conocer a sus hijas. Las pequeñas Amina y Amira, sin saberlo, han sido dos de las atrapadas que celebraban en un país que no es el suyo que podrían volver a casa. Por capricho del destino, nacieron aquí, en Ceuta.
Noura Lamarti Bousmaha, una tetuaní de 29 años, hubiera necesitado y mucho a su madre en su primer parto aquel 5 de abril. Llegó a nuestra ciudad con ocho meses de embarazo y un mes después trajo al mundo a la niña de sus ojos, Amina.
Tal y como contaba hace unas semanas a El Faro de Ceuta, cuando dio a luz en el hospital, dejaron a su hija una semana en la incubadora ya que las defensas de la niña eran muy bajas. Tenía mucho miedo de que se contagiara del virus, pero por aquel entonces no les hicieron las pruebas. Su primera niña nació con tres kilos de peso. Pero lo que le dolía era que el padre de su niña y su abuela no pudieran conocerla.
La historia de Laila El Faddali, también tetuaní de 31 años, es algo más dura. Vino a nuestra ciudad con siete meses de embarazo, pero su niña, Amira, quiso nacer antes de tiempo aquel 11 de marzo. Poco antes, el día 9 Laila había llegado a Ceuta con su hermana para comprar algunas cosas para la niña.
Después del parto estuvo diez días ingresada en el hospital porque la tensión no se le bajaba y los médicos temían por su vida. No tuvo a su madre ni a su marido a su lado, pero por lo menos pudo apoyarse en su hermana. Una hermana que ayer no pudo cruzar al no estar en la lista que manejaba Marruecos.

Llevaban más de seis meses atrapadas en Ceuta y consiguieron pasar ayer a Marruecos

Amira, la niña de Laila, estaba enferma con fiebre por los dientes y dolor de barriga. Nada fuera de lo común, pero Laila estaba asustada porque ya perdió a su primera hija nada más nacer en Tetuán. Un recuerdo que aún le persigue y le atormenta.
Sin embargo, Noura llegó antes, el 8 de marzo, y casi consigue volver a Marruecos, pero en el último momento no pudo hacerlo. En estos meses, su abuela, la que era como su segunda madre, ha fallecido y no ha podido darle un último adiós. Amina y Amira, unas niñas que aún no son ni españolas ni marroquíes. Tampoco estaban inscritas en el Registro Civil porque les pusieron muchas trabas. Lo único que les habían dado era un papel con el que podían pasar por la frontera. Pero para registrar a las niñas tendrán que hacerlo ya en Marruecos, al igual que las vacunas.
Desde el autobús las cuatro protagonistas de este reportaje echaban la vista atrás para recordar todo lo que han pasado en estos más de seis meses y medio. Rememoraban a toda la gente que en Ceuta les habían ayudado a comprar leche y pañales para sus niñas y a los que incluso les prestaban cunas para que pudieran dormir. Sin embargo, en el asiento de al lado y todos los de delante y atrás iban otras casi cien mujeres, que ahora son casi como sus tías. Un pasillo humanitario que por fin se abría de nuevo para ellas.
Poco importa si fueron 95, 97 o cien. No son solo números, son historias con nombres y apellidos que han sufrido y de qué manera estos 200 días. Víctimas también del Covid-19, pero de otra manera. Se vieron en la calle, sin dinero, sin comida y apenas con lo puesto.
Las mismas lágrimas que brotaban de los ojos cansados de ambas hace un par de semanas cuando gritaban a su país que les dejase volver, ayer eran protagonistas de una despedida deseada. El obstáculo imaginario con el que han topado durante tantos meses se derrumbaba y su país les abría las puertas. Viajar es fácil con los ojos cerrados, pero el lazo que une a una familia es indestructible. Nacieron en Ceuta, pero ayer por fin Amina y Amira pudieron conocer a sus padres y abrazar a sus abuelos. Sus madres pudieron respirar tranquilas, ya en casa.

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