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Historias a mitad de camino

La mayoría de los inmigrantes que hay en Marruecos quiere continuar el camino hacia Europa. Otra, sin embargo, dice haberse instalado ya en Marruecos, donde asegura haber encontrado la seguridad que no tenía en su país de origen.

El segundo ejemplo es el caso de Camara Djiba Dounbonya, un joven de 28 años natural de Cote d’Ivoire. Su sueño es ganarse la vida con la pintura, una de las cosas que, asegura, más le gusta. En Marruecos pinta cuadros por unos 15 euros, aunque lamenta que los marroquíes “no dan importancia” a este arte.
La ruta que tomó para llegar a Marruecos fue la misma de la película ‘14 kilómetros’, dirigida Gerardo Olivares y protagonizada por Adoum Moussa Aminata Kanta. Así, salió de Cote d’Ivoire y cruzó Mali y Argelia hasta llegar a Marruecos, donde entró por Uxda. Durante el largo viaje estuvo “cargando mandados” para poder pagar billetes de tren.
Camara vuelve a su país cada tres meses para renovar el visado y vuelve, por lo que tiene que ganar dinero en Marruecos para pagarse el viaje y así poder permanecer en el reino alauí, donde tiene, además, 2 hermanos. Dice que si todo le va bien en Marruecos se queda a vivir, pero que si le va mal, se vuelve a casa. “No iría a otro lugar, o me quedo aquí o me vuelvo a casa”, manifiesta en declaraciones a este medio.
Otra historia es la que protagoniza el camerunés Valeri, quien lleva ya 5 años en Marruecos. Asegura que en estos momentos es difícil entrar en España debido a que hay “muchos controles y si te cogen te llevan a la frontera con Argelia”.

Viuda, huyó de casa tras ser echada por la familia de su marido cuando éste falleció

Udistina ha sufrido en sus carnes el más cruel machismo que aún existe en muchos países africanos. Tiene siete niños y tuvo que huir de casa, en Camerún, cuando falleció su marido y la familia de éste entró en su casa y le agredió hasta echarla a la calle sin nada.
En sus ojos se nota la tristeza de haber tenido que salir de casa para encontrar la seguridad. Ahora, duerme en una habitación con otras cuatro personas y paga unos 90 euros al mes. Asegura que quiere buscar una habitación para ella sola pero que ahora no se lo puede permitir.
Mientras espera que alguien le ofrezca limpiar en su casa para ganarse un dinerito.
Esta camerunesa, cristiana de religión, asegura que se le ha terminado el visado y que ahora pide la residencia en Marruecos, país del que, por ahora, no tiene pensado salir.

Un guineano pretendido por el Saint-Etienne

Ousmane tiene 25 años y ha jugado en la primera división de Guinea. Después de haber recibido una invitación del Saint-Etienne para realizar una prueba, su primer objetivo no puede ser otro que llegar hasta Francia para aprovechar la oportunidad. No obstante, aunque dice ser el nieto de un cónsul de la República de Guinea en Mali, asegura que no le dan el visado necesario para llegar a Francia y atender a la llamada del club.
Este mediocampista que se autodefine “polivalente que se adapta a cualquier posición y que ataca y baja a defender” dice no estar perdiendo el tiempo, por lo que mientras busca un equipo en el reino alauí.
Entre su palmarés cuenta con la victoria en una competición de cadete de Guinea-Conakri, aunque, lamenta, en estos países los futbolistas “no llegan a desarrollarse”. Mientras juega unos partiditos con otros inmigrantes en Marruecos, Ousmane sigue soñando con el momento en que vista la camiseta verde del Saint-Etienne.

Los subsaharianos cristianos se reúnen en un local para rezar los domingos

No es una iglesia pero a ella acuden los domingos muchos subsaharianos que están en Marruecos a rezar. Este local está regentado por ‘El pastor Frank’, de origen nigeriano. Está abierto todo el día y por allí pasan muchos inmigrantes para seguir los consejos del religioso, que vestido con chaqueta y corbata los recibe siempre con la mejor de sus sonrisas. “Este hombre es el pastor, es muy buena gente y nos anima mucho dándonos ánimos en los momentos difíciles. Ya sabes... estamos lejos de casa, sin ver a la familia y sin saber qué será de nosotros”, afirma uno de los inmigrantes que acude casi diariamente a este lugar de reunión.
“Aquí acogemos a todos los que vengan. Los domingos podemos llenar el salón y todos hablamos y rezamos un poco”, explica ‘El pastor Frank’ mientras agarra un micrófono sin conectar que utiliza para dar sus sermones.
En Tánger hay una importante población subsahariana de religión cristiana, prueba de ello es la concurrencia de este local que se sitúa en un lugar de difícil acceso en esta importante ciudad del norte del reino alauí.

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