Durante muchas décadas el Cristo de la Cofradía de la Encrucijada y María Santísima de las Lágrimas se velaba en la Comandancia de la Guardia Civil. Las esposas de los guardias hacían turnos hasta la salida del Cristo de la Casa Cuartel. La Virgen permanecía en la parroquia de San José hasta su encuentro con el Cristo en el cruce de la calle teniente coronel Gautier. Todos los vecinos de la barriada San José-Hadu se concentraban en el cruce, donde el añorado y venerado Padre Miguel llenaba de esplendor el “Encuentro chico”.
Unos meses antes de cada Semana Santa los guardias civiles de la banda de cornetas y tambores de la Comandancia ensayaban para procesionar junto a los pasos en el antiguo cine de verano Terramar. Los agentes después de realizar el servicio en el perímetro fronterizo se reunían para practicar unas dos horas y, en muchas ocasiones, volver a entrar de servicio. Dicho esto, queda perfectamente claro que los guardias acudían obligatoriamente y, como en todo en la vida, algunos lo hacían gustosamente.
Hablamos de una Guardia Civil donde los guardias no tenían días libres, no podían marcharse a la península sin autorización y sus mujeres e hijos residían en nuestra ciudad. Una Guardia Civil distinta a la actual, donde un número muy importante de familias residen en la península, donde se trasladan los compañeros cuando tienen descanso para disfrutarlo con sus familias. Los años fueron pasando y por razones -en la que nada tienen que ver las Asociaciones Profesionales de Guardias Civiles- la banda dejó de existir y el Cristo dejo de velarse en la Comandancia.
En primer lugar, como decía, los guardias de la banda cuando terminaban el servicio tenían que ensayar para salir con el Cristo, incluso después volver a entrar de servicio. En la actualidad sería impensable, porque no se ajusta a lo establecido en la normativa interna de la Guardia Civil, donde se establece un periodo de descanso igual o superior al tiempo prestado de servicio. Es decir, si el guardia sale a las dos de la tarde, después de ocho horas de servicio, no podrían ir a ningún ensayo a las seis de la tarde y, mucho menos, terminar a las ocho de la tarde y volver a entrar de servicio a las diez de la noche.
En cuanto a no velar al Cristo en la Comandancia, entiendo que fue una decisión de la Cofradía, en la que nada han tenido que ver las asociaciones, porque las esposas de los guardias lo hacían voluntariamente.
La historia siempre tiene dos caras, incluso muchas más, según quien la cuente, pero cuando la verdad no da lugar a otras interpretaciones, solo queda una versión. Hacer juicios temerarios conociendo un par de datos de la historia es juzgar a la ligera o pensar mal sin fundamento, algo que perfectamente se puede excusar, pero saber los motivos y señalar a un representante de las asociaciones es tener mala conciencia, porque la ironía y las bromas esconden, en muchas ocasiones, una muy mala leche.
Feliz Domingo de Resurrección.