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La historia de una fortaleza en jaque

Orgullosas, antaño se erigían en un abrazo a la Cala del Desnarigado. Las murallas que la coronan ahora y que dibujan la estampa de una playa singular cada vez pierden más altura y fuerza. Viven su declive a la espera de un plan de recuperación que amortigüe el paso del tiempo y la erosión del viento.

Franquean la zona de baño en un estado débil. El mar se abre entre sus piedras en huecos que parecen ventanas. Son el fruto de desprendimientos anteriores. Desde Septem Nostra denuncian de nuevo de forma pública el abandono del enclave patrimonial y advierten sobre el riesgo de derrumbamientos. Exponen que, en distintas zonas, la edificación ya no tiene argamasa, elemento indispensable para la unión y sustento de las piedras.

“Ha perdido ese material que da consistencia a los muros y, por tanto, si no se actúa pronto, puede suceder otra vez”, explica José Manuel Pérez, presidente de la asociación. La entidad pide acciones definitivas para evitar que ocurra en un futuro próximo y, con ello, que se pierdan las murallas.


El desarrollo de un proyecto de restauración está en jaque por la falta de un responsable definitivo. No se sabe a ciencia cierta quién debe hacerse cargo de esta acción. Su localización pone en duda si la recuperación debe asumirla el Ministerio de Defensa o la Dirección General de Costas.

Ya han sufrido derrumbes. El último episodio se dio en el verano de 2021, un accidente en el que tuvo que intervenir el SEIS. A raíz de ese incidente, la Ciudad comunicó a ambas entidades lo acaecido. Desde dirección de Fomento trasladan a El Faro que ambas actualmente realizan estudios para determinar quién debe dar respuesta.

Catalogan esta zona como “complicada”. Asimismo, aseguran que al tratarse un Bien de Interés Cultural deben efectuarse numerosos análisis para asegurar a cuál le corresponde poner en marcha un proyecto para evitar su derribo absoluto.

“La denuncia se hizo hace cuatro años. Ha pasado el tiempo y sigue en el mismo estado o peor. La situación de las murallas es bastante pésima”, expresa Pérez Rivera.

“Ese último desprendimiento, a nivel visual, los orificios que tienen, son un síntoma de que en cualquier momento se va a dar una caída de materiales”. Desde Septem Nostra estiman oportuno que el Ministerio de Cultura sea el que ponga las cartas sobre la mesa y actúe ante el atraso del plan de recuperación por la falta de un responsable definitivo. “Da igual, en principio, si es uno u otro. Si no se ponen de acuerdo, que sea éste el que intervenga para lograr iniciar el proyecto y restaurar el monumento”, indica.

A su vez, el presidente de la entidad señala la falta de un plan especial dedicado a la protección de todos los componentes del conjunto histórico. El encargado de materializarlo es el Gobierno de la Ciudad. “Queda pendiente la aprobación de este proyecto”, detalla. Pérez Rivera explica que esta estrategia por la conservación de la fortaleza permitiría, una vez implantada, medidas de planificación para refrenar su deterioro. Algunos ejemplos de actuaciones concretas son el diagnóstico de la zona o propuestas de intervención.

“Su redacción es una de las obligaciones que impone la ley al Ayuntamiento cuando se declara un patrimonio con independencia de que la legislación marque que el mantenimiento y conservación de estos bienes declarados de interés cultural correspondan al propietario”, explica Pérez.

Las murallas de la Cala del Desnarigado quedan a la espera de un proyecto que las rescate de su declive.

Las murallas del cerco militar de Muley Ismaíl

La fortificación recibió la categoría de Bien de Interés Cultural en el año 1997. Se trata de una figura jurídica que garantiza el reconocimiento y la protección de un elemento o conjunto patrimonial.

Conocido popularmente como las murallas de la Cala del Desnarigado, el conjunto defensivo se construyó a finales del siglo XVII para salvaguardar esta zona al ser considerada en la época un punto vulnerable de la ciudad.

Las murallas y la torrecilla, nombre oficial con el que aparece registrado, es parte del cerco militar que impuso a la ciudad el sultán Muley Ismaíl. Ceuta permaneció durante 33 años asediada por orden del monarca, un sitio que comenzó en 1964.

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