Continuó manifestando en 2019 el vizconde Carrillo de Albornoz: “Los anglosajones fueron erradicando y matando... Nosotros no. El pueblo español se mezcló con el pueblo azteca y generó el actual pueblo mexicano. López Obrador, que tiene un abuelo santanderino, cae en el absurdo: ¡si, los descendientes de los conquistadores son sus antepasados!. que el perdón se lo pida a sus propios abuelos. Yo se lo he dicho a mucha gente en México: hablas de España cuando estás hablando de tus abuelos. Que se reconcilien con
Asegura que una rama de la Casa de Moctezuma, de la que él desciende, es la que surgió del quinto matrimonio de Isabel. A su muerte en 1550, su esposo Cano Saavedra regresó a Cáceres con sus hijos varones. El hijo menor, Juan Cano Moctezuma, se quedó en Cáceres. Se instaló en la casa paterna: el Palacio de Moctezuma. Sigue manifestando que, pese a ser el hijo menor, es él quien ostenta los derechos de primogenitura. “Es así que, Juan se transformó en el heredero de los señoríos de los Moctezuma y de hecho esa es la herencia otorgada después a Juan de Carvajal y Moctezuma, donde quedan esos derechos hereditarios que se mantienen en México y España.
De la rama Cano Moctezuma-Toledo y Obando nacieron dos tataranietos del emperador: Juan Toledo Moctezuma, casado con Mariana de Carvajal Toledo-Obando y procrearon doce hijos. Y Pedro Toledo Moctezuma, corregidor de Toledo, que se casó tres veces, la última con Magdalena de Salazar, con quien procreó a Isabel de Moctezuma (homónima de la emperatriz). Esta mujer contrajo nupcias con un primo, Francisco de Torres Moctezuma, cuya nieta fue María Manuela de Moctezuma y Pacheco, marquesa de Cerralvo, Grande de España… Y de la Casa de Moctezuma, asevera, desciende la casa del Duque de Alba…, que desciende de los Carvajal por el parentesco contraído hace siglos entre un duque Abrantes con el linaje del ducado de Alba…Yo desciendo del quinto marido de Isabel Moctezuma”.
“…Se olvida de que la conquista no fue hecha [sólo] por Cortés: fue hecha por los aliados de Cortés, que eran los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, y por un numerosísimo conjunto de pueblos tributarios que odiaban el dominio de los aztecas. Tenochtitlán era un imperio de pavor, de sangre y fuego…Ya se produjo la paz; yo la viví en 1992, cuando vinieron a España representantes de los indígenas de América. A algunos los recibió el rey Juan Carlos, se plantó un árbol en la Casa de América... Esa paz con los indígenas ya se hizo. Hubo muchas ceremonias tanto aquí como en México. Lo que reivindica López Obrador es como el llanto petitorio de una persona con escasísima formación”.
Isabel decidió entonces contraer nuevo matrimonio, eligiendo esta vez ella marido por amor en 1531, con otro extremeño, Juan Cano Saavedra, nacido en Cáceres, sin que fuera amigo de Cortés. En este matrimonio convivieron juntos hasta 1550 que Isabel falleció. Tuvieron cinco hijos
Lo anterior entrecomillado, no lo dice Antonio Guerra Caballero, el más modesto de los “escribidores”; lo dice un descendiente directo de Moctezuma y de Hernán Cortés Pues este vizconde extremeño, Carrillo de Albornoz, viene a sustentar, con sus declaraciones a la prensa, cuanto en mis artículos vengo exponiendo, en el sentido de que los españoles conquistadores de Méjico cometerían allí abusos e injusticias, sí, propios de hace 500 años, cuando no existían los derechos humanos y la conquista y evangelización estuvieron autorizadas por las llamadas “bulas alejandrinas” dadas por el papa Alejandro VI a los Reyes Católicos para la conquista del Nuevo Mundo.
Por eso, la obra de España en América hay que enjuiciarla con la mentalidad de hace 500 años, pero nunca con la actual, como López Obrador pretende. Allí los españoles no cometieron genocidio, que después sí existió por parte de las mismas potencias colonizadoras que luego inventaron la “leyenda negra”, como el mismo vizconde cacereño corrobora. Además, creo que es de pura lógica y sentido común. ¿En qué cabeza humana cabe que las propias víctimas de genocidio, tras haberlo sufrido, luego se hubieran ido a vivir al país genocida (hipotéticamente España), para seguir establecidos en ella 500 años después y habiéndose emparentado la anterior nobleza mejicana con la española?. Esa es una prueba convincente de que en Méjico los españoles no fueron genocidas, aunque sí hubiera ciertos excesos reprobables, propios de aquella época.
"Apenas 50 años después de la conquista de México, un nieto del emperador Moctezuma estaba construyendo un palacio en España. ¿En qué otra civilización el nieto de un monarca sojuzgado habría podido edificar un palacio y ser recibido como miembro de la nobleza local?", se pregunta. "Es un absurdo". "Se produjeron abusos, porque es inevitable: el choque entre esas dos civilizaciones fue tremendo. Pero cuando López Obrador reclama una disculpa debe pedírsela a toda la sociedad hispano-mejicana nacida del cruce de españoles con mejicanos”.
La historia familiar de este Moctezuma cacereño es fascinante. Comienza en algún momento, con Moctezuma Xocoyotzin, que gobernaba a los mexicas cuando en 1519 los hombres de Hernán Cortés llegaron a las playas de la actual Veracruz. Poderoso, supersticioso y muy temido, Moctezuma -cuya primera biografía ha publicado el vizconde- se cree un semidiós. Carrillo de Albornoz (Cáceres, 1959) con su árbol genealógico que le conecta con el emperador azteca, en su casa, el Palacio de Las Seguras.
Dice López Obrador que España debe pedir perdón porque cometió "violaciones de lo que ahora se conoce como derechos humanos". Moctezuma vulneraba simplemente todos los derechos. Estaba imbuido en la religiosidad azteca, que decía que al sol había que alimentarlo de sangre humana para que pudiese salir cada mañana. Los sacrificios humanos y las masacres eran constantes. Además, tiranizaba a los pueblos que dominaba, obligándolos a pagarle tributos altísimos en un claro sistema de expolio.
Isabel de Moctezuma tuvo cinco esposos: los dos hermanos de su padre que le sucedieron mientras la conquista avanzaba y después, consumada la victoria de Cortés, tres extremeños. El último fue Juan de Cano Saavedra, cacereño, quien a la muerte de Isabel regresa a España con sus dos hijos (también de Isabel). Uno de ellos, Juan Cano Moctezuma, se casa con la hija de un nobilísimo español, Elvira de Toledo y Ovando. Y es el hijo de ambos, nieto de Moctezuma, quien empieza a edificar el Palacio de Moctezuma, donde aún se conservan frescos que representan a los 13 señoríos de México.
En torno a su figura, sin embargo, reina en México un mito que su propio descendiente desmontó, en medio de una gran polémica, cuando en 1997 publicó allí su primer libro, “Memorias de doña Isabel de Moctezuma” (vendió casi 200.000 ejemplares). Un mito que -intuye- late también en López Obrador: Que en Méjico perduraba la idea de que Isabel de Moctezuma había sido raptada y llevada a España. Es lo que un amigo mío llama el “síndrome de la violada”, fruto de una desinformación constante. Cortés le promete matrimonio a Isabel, pero incumple esa promesa -probablemente por temor a la repercusión que pueda tener en la Corona española- dejándola embarazada. Y nace una niña, que se llamará Leonor Cortés Moctezuma, a la que ella rechaza desde el momento en que nace. Éste es el síndrome de la violada. (...) Lo de López Obrador responde a ese sentir: parte de México tiene la sensación de haber sido violado por los españoles. No las élites, pero sí el pueblo llano".
“Los españoles (dice) fundan universidades y equiparan al indígena con el español, cosa que no ha hecho ningún otro pueblo a lo largo de la historia. Los anglosajones fueron erradicando y matando... Nosotros no. El pueblo español se mezcló con el pueblo azteca y generó el actual pueblo mexicano. Que López Obrador tuvo a su abuelo español, cae en el absurdo: ¡si los descendientes de los conquistadores son sus antepasados! Que el perdón se lo pida a sus propios abuelos… Que se reconcilien con sus antepasados. Con su árbol genealógico.
¿Hace falta ahora una “reconciliación”, como pide el presidente?. El pasado siete de julio (2019), en El Escorial, el Rey entregó al historiador e intelectual mexicano, Enrique Krauze, el premio de Historia de las Órdenes Españolas en su tercera edición, que en su primera y segunda recayó en el hispanista británico John Elliott y en el medievalista vallisoletano Miguel Ángel Ladero, respectivamente. El jurado estuvo presidido por Pedro de Borbón Dos Sicilias e integrado, entre otras personalidades, por Carmen Iglesias directora de la Academia de la Historia, que pronunció la "laudatio" del galardonado en el acto que contó con la presencia del ministro de Justicia.
El 16-12-1940, para celebrar la Independencia de México (dice), hablé a los mexicanos desde una estación radiodifusora. De aquel discurso son estas palabras: «¿Quién puede negar la grandeza a la obra de España en América? ¿Y quién puede negar la grandiosidad de esa misma obra en las tierras de México? Los templos, los palacios, las casonas andaluzas y extremeñas del tiempo colonial, esa arquitectura maravillosa en que, asegurada la comodidad, el arte, para ornarla, se entretuvo en exquisiteces, eso ¿qué es, sino español?”.
“Mientras las soberbias catedrales se levanten en vuestro suelo, y permanezcan erguidos los magníficos palacios, hasta no derrumbarse las casas de bello patio interior que recuerdan a Andalucía; en tanto todas esas edificaciones subsistan, España estará aquí, amorosamente, no imperiosamente; pero estará, y la huella de su genio resultará imborrable. Pensemos, dejando desbordar alocadamente la imaginación, que un fenómeno telúrico o una gigantesca ola de odio derribara tanta muestra del genio español. ¡Pues no bastaría para borrar la traza de España aquí!.
Tendrían vuestros literatos que romper las plumas con que escriben en castellano, y tendríais vosotros todos, mexicanos, que enmudecer. Porque en tanto habléis nuestro viril idioma, limpio de acentos duros, de gangosidades confusas, y de dulzarronerías empalagosas, este idioma sonoro y bello en que cada palabra parece un diamante y todo él una joya majestuosa, en tanto lo habléis, que lo hablaréis siempre, no podréis negar la huella de lo español en México. ¿Qué es, sino español, el magnífico respeto a la inteligencia y a la sabiduría que figura en vuestras fórmulas sociales cuando decís: Sr. Ingeniero, Sr. Licenciado?... ¿Qué es, sino española, vuestra delicada cortesía, que tiene, aun entre las clases humildes, extraña expresión?...
“Yo (dice), no milito en la Iglesia Católica, y que acaso crea que ésta perdió mucho de su pureza fundacional inspirada en las doctrinas de Cristo, ahogándola, en parte, entre la pompa excesiva de sus ritos, afirmo que la Iglesia Católica ha sido y es una soberbia congregación de abnegaciones y un ejemplo excelso de disciplina. Pues bien, este hombre descreído no puede menos de reconocer la inmensa superioridad de la religión católica sobre los cultos idolátricos practicados por las razas que poblaban México cuando el país fue conquistado, porque en los altares católicos no hay inmolaciones, no se sacrifican vidas humanas, no se depositan, en holocausto a los ídolos, dioses o no de la guerra, corazones palpitantes de hombres a quienes al pie del ara se les desgarraban las entrañas para el sacrificio.
Idioma, costumbres, cultura, religión, todo eso trajo España a México. Pero, además, cualesquiera que sean las salpicaduras crueles de la conquista, y que se hayan repetido durante la dominación, ¿qué conquista y qué dominación están libres de ellas?. Queda aquí un testimonio irrecusable del sentido humano que tuvo la empresa española, los millones de indios que todavía pueblan el territorio mexicano. España no los exterminó, sino que respetó su vida».
“Todo esto vuelvo a evocarlo al plantearse el destino que debe darse a los restos de Hernán Cortés. Hacer un llamamiento a vuestra hidalguía, mexicanos, sería más que ocioso, sería ofensivo. Mi llamamiento es a la colaboración en la empresa glorificadora. México, perdonadme que os lo diga con ruda franqueza, constituye el único país de América donde aún no ha muerto del todo el rencor originado por la conquista y la dominación. Que no se diga que los restos del sin par Cortés los ha descubierto a destiempo de una infidencia, y que iras ancestrales pueden ultrajarlos. No, mexicanos. Prometámonos juntos ante el prócer que la Historia ha colocado en cumbres rayanas con el sol. Os lo pide de corazón un hermano, un español”.