Cuando en 1986 celebramos el 80 aniversario de la fundación de la Cámara de Comercio con cena en el Hotel La Muralla y fiesta flamenca después en El Candelero que existía entonces, elegimos para que hiciera de presentador y moderador del acto, al joven periodista que considerábamos más popular y competente. La celebración tenía gran importancia y asistieron las autoridades del momento como Aurelio Puya alcalde; Ramón Berra Delegado del Gobierno; Andrés Casinello Comandante General y otras, imponiéndose también Medallas de Oro de la Cámara de Comercio a los anteriores presidentes Luis Weil, Alberto Martínez, José Ríos y al tesorero Pedro de Paúl. Todo fue un éxito, en gran parte porque el citado moderador condujo perfectamente la compleja secuencia de intervenciones y entrega de regalos, presentando también al citado grupo flamenco en una jornada inolvidable.
Y si buscáramos en Ceuta un periodista vocacional, ese sería nuestro hombre porque, tras iniciarse en otros oficios, ya nunca abandonaría el contacto con los lectores, los escuchantes o los televidentes. Pocos profesionales han pasado por todos los medios con éxito y, además, acercándose a la gente del pueblo, nada de dirigirse a élites minoritarias a través de temas complicados. Sin embargo, sus mensajes aparte de ser claros, contenían un componente cultural, bien tratando sobre libros interesantes, de historias trascendentales o de monumentos históricos de nuestra ciudad.
El versátil comunicador vivió todas las experiencias políticas de Ceuta a través del tiempo, pero siempre sin implicarse y conservando la independencia del informador. Tengo grabadas algunas de las entrevistas que le hizo en Radio Perla a Manuel Peláez, el primer delegado del gobierno socialista que tuvimos en Ceuta, donde éste lanzaba arengas denunciando las irregularidades de la ciudad. Después, en un cambio radical de medio, pasó a El Faro de Ceuta, periódico que llegó a dirigir con éxito y de allí a la televisión pública local.
En cada sector de la comunicación tuvo un modelo, un periodista fetiche y en la televisión, el referente fue el loco de la colina, porque con él compartía mensaje intimista a los vecinos y vecinas como él decía, siempre susurrante y, sin embargo, con mensaje profundo.
Nuestro hombre se retiró de la profesión con una emocionante despedida de sus compañeros, retransmitida en la misma televisión pública y, en vez de dedicarse a descansar de tan agitada vida profesional, siguió trabajando por su pueblo a través de videos cortos pero llenos de contenido sobre los monumentos, historia, personajes de la vida cultural y siempre de contenido humano.
Hasta en la playa de la Ribera, con Mercedes su esposa y a veces su hijo Santi con su abuela Pili, el periodista se convirtió en un referente con su sillón y sombrilla, siempre trabajando con el teléfono móvil o simplemente conversando con su grupo de amigos, muchos de ellos admiradores y cómplices en el desinteresado trabajo diario que realizaba, desde luego sin esperar nada a cambio que no fueran mensajes de admiración de sus seguidores en las redes sociales.
El resumen es que nuestro hombre fue siempre una persona sencilla, amante de su tierra, preocupado de la familia, amigo de sus amigos, afable con todo el mundo y siempre sin buscar la notoriedad o el agradecimiento. Esa trayectoria humana y profesional merece calificarse de impresionante documento, frase que empleaba con frecuencia.
Descanse en paz Higinio Molina.
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