Es probable que muchos de los lectores se hayan formulado la pregunta que le sirve a Steven Pinker de punto de partida del “Prefacio” de este oportuno libro, y de guía orientadora de sus detallados análisis, de sus claras explicaciones y de sus atinadas conclusiones: “¿Cómo es posible que en esta época en la que se han desarrollado tantos nuevos y poderosos medios de razonamiento se haya infestado la esfera pública de fake news o noticias falsas, remedios de charlatanes, teorías de la conspiración y retórica de la posverdad?” Todos hemos podido comprobar cómo, tanto en los comentarios que emiten los analistas de las diferentes secciones culturales, sociales, económicas y políticas como en las conversaciones entre compañeros y amigos se escuchan lamentaciones sobre la progresiva irracionalidad de nuestros juicios y decisiones.
El autor, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, nos recuerda el hecho cierto de que hemos descubierto las leyes de la naturaleza, se ha transformado el planeta, se han prolongado y enriquecido nuestras vidas y se han articulado las reglas de la racionalidad, aunque también sea cierto que, con frecuencia, las incumplimos.
Estoy de acuerdo con el autor en que, cuando los problemas afectan a nuestras vidas y a nuestros intereses inmediatos a “nuestra realidad vivida”, entonces los comprendemos, pero a condición de que se planteen de una manera adecuada y en un lenguaje comprensible. Entonces, afirma, descubrimos que “la gente no es tan estúpida como parece”, ni que la racionalidad es una conquista exclusiva de la civilización occidental sino un patrimonio de nuestra especie.
Agudos, luminosos y, al mismo tiempo, prácticos son sus análisis sobre la lógica y el pensamiento crítico, sobre los aciertos y las falsas alarmas, el yo y los otros, sobre la naturaleza del rumor, sobre la sabiduría popular y el pensamiento conspirativo. Importantes sus distinciones de la racionalidad del individuo y de las dos modalidades de creencias: la mentalidad realista y la mentalidad mitológica. En la situación actual no hay duda de que, más que oportuno, es necesario que asumamos la obligación de exponer argumentos racionales en favor de la racionalidad con el fin de que, al menos, evitemos la permanente tentación de argumentar sólo para desacreditar al adversario en vez de defender nuestras ideas y nuestras propuestas propias.
En mi opinión, este libro puede ser una herramienta importante –imprescindible- para que los políticos, los educadores, los comunicadores y todos los ciudadanos responsables luchemos contra esas afirmaciones irracionales, esas propuestas falsas, esos pensamientos que, por no ser reales ni posibles, nos generan angustia y malestar. Aceptemos, al menos, que el realismo y la razón son ideales importantes e imprescindibles y, por lo tanto, posibles.
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