Opinión

Dos héroes de Tamucha relegados al olvido

La definición del heroísmo en la figura del soldado es aquel que defiende su puesto prefiriendo morir a retroceder o entregarse. Las páginas de nuestra Patria están llenas de una interminable lista de hechos heroicos, tanto individuales como colectivos, hasta ahora por nadie fuera de nuestras fronteras superados. Lo más triste es que muchas veces a estos héroes solo los recuerda el silencio y el vergonzante olvido por parte de quienes por razón de su cargo están obligados a poner en el lugar de honor que estos soldados se merecen. Hay que tener en cuenta que uno que no era militar explicaba muy acertadamente que es eso del valor: “El verdadero valor consiste en prever todos los peligros y despreciarlos cuando llegan a hacerse inevitables”, François Fénelon.
Se van a cumplir 70 años de una guerra olvidada e ignorada, la de Ifni-Sáhara, que nos costó mucha sangre joven y cuyo recuerdo hoy solo es de quienes la vivieron, las hemerotecas y un panteón en el Cementerio Municipal de Las Palmas, donde reposan los restos de aquellos bravos y heroicos soldados. Solo unas oraciones de sus compañeros y familiares y almas piadosas es lo que de ellos se recuerda. Les guste o no a quienes ignoran la realidad, es que existe un resultado para éstos; el miedo a la verdad, al autoengaño, que se trata de hacer pasar por verdad lo que no es, desemboca a un seguro como de la ineficacia. Y más verdad aún que ignorar los hechos sólo sirve para obtener unos resultados desastrosos a medio y largo plazo.

De Güímar a Ifni

El soldado Pelayo Rosa Viera, que estaba a las órdenes del teniente Gonzalo Fernández Fuentes, que defendió la posición hasta agotar la munición y caer prisionero.
Pelayo Rosa Viera nació en Tacoronte (Tenerife) hace 86 años, hijo de una humilde familia con varios hermanos, desde muy joven supo lo que era ganarse el pan con el sudor de su frente. Sus padres, Ismael y Rosario, la única riqueza que le dejaron fue una acendrada educación, honradez y trabajo.
Bastante joven se casaba con una güimarera, Isabel, formando un humilde hogar con dos hijos. Con su primer hijo pequeño, Pelayo se incorporaba el 21 de marzo de 1957 a cumplir sus deberes con la Patria en el Grupo de Tiradores de Ifni Nº 1 en Sidi-Ifni. El 30 de mayo depositaba el sagrado juramento ante la enseña de la Patria, y bien que cumplió ese juramento.
En la orla del Grupo de Tiradores de Ifni, explica el heroísmo: “Una vez más regueros de sangre española dijeron al mundo las virtudes de este grupo, que brillaron como oro puro el valor de sus soldados en este trozo de tierra española”, como lo ratifica que este grupo en la guerra 1957/1958 tuvieron 27 muertos, 102 heridos y 27 desaparecidos. Los que hoy quedan tiradores, cumplieron y cumplen aquellas palabras de un norteamericano: “Vuestro deber aquí en West Point ha sido el de prepararos como hombres que triunfen en las guerras, pero vale la pena observar que también os hemos preparado para que triunféis en la paz”, Theodore Roosevelt.
Páginas de heroísmo de estos tiradores quedaron en las gestas de Hameiduch, Tiugsa, Tenín, Telata, Tiliuín y en otros lugares del territorio, como lo pueden ratificar los hoy coroneles Aurelio Garrido de la Torre y Nicolás González Carbonero, quienes en primera línea tuvieron que desalojar la madrugada del 23 de noviembre de 1957 a centenares de moros del Ejército de Liberación Marroquí de las primeras casas de Sidi-Ifni, incluso con la bayoneta calada.

Tamucha, una defensa numantina

El teniente Gonzalo Fernández Fuertes, muerto en el asedio a Tamucha.
La situación de este puesto, en términos de estrategia militar, era indefendible y estaba asegurado de que en caso de ataque no podrían resistir, y de hacerlo sería repetir Sagunto o Numancia. Al atardecer del 23 de noviembre de 1957, varios centenares de moros del Ejército de Liberación Marroquí lanzaban un ataque en toda regla sobre Tamucha, defendida por una sección de Tiradores de Ifni al mando del teniente Gonzalo Fernández Fuentes, un sargento tinerfeño Juan Isaac Ros, y entre los soldados Pelayo Rosa Viera, también tinerfeño. De los pocos más de 30 defensores, el 25 de noviembre, tras tres días de una heroica defensa, sólo quedaban unos cuatro, el resto habían sucumbido defendiendo la posición. Aquel puñado de soldados sin mandos, sin agua, sin víveres y sin comunicación exterior, resistían oleadas de ataques, hasta que, al anochecer del 25 de noviembre, más de un centenar de rebeldes se lanzaban por sorpresa sobre aquellos cuatro valientes soldados y a culatazos se defendían hasta ser reducidos por más de un centenar de enemigos.
Pelayo Rosa Viera y sus compañeros sólo pudieron dar sepultura al teniente Gonzalo, el resto quedó allí para siempre impedírselo los enemigos una vez apresados. Con dolor en el corazón dejaban los restos de sus compañeros. Amarrados con cables, fueron llevados caminando durante toda la noche hasta un fuerte francés abandonado y desde ese día hasta el 9 de mayo de 1959 (año y medio), sufrieron un cruel, duro e inhumano cautiverio, arrastrando hoy muchos de ellos enfermedades de por vida.
Hasta hoy Pelayo Rosa Viera no ha tenido ningún reconocimiento, tan solo su coronel al ser liberado. El 15 de septiembre de 1996, los soldados veteranos de 1957 de Altura (Castellón), siendo el coronel Eustasio Rodrigo Mata jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado Vizcaya 21 quien le entregaba una metopa dedicada, exaltando su valor, su heroísmo y su amor a España. Días pasados fue el general gobernador militar Javier Relloso Sanz quien le entregaba dicha metopa como antiguo teniente de Tiradores de Ifni junto con otros recuerdos. Un homenaje que fue emotivo al fundirse en un abrazo el general con su soldado. Pelayo Rosa Viera, enfermo como consecuencia de su cautiverio, se siente orgulloso a pesar de ello de haber cumplido como soldado el juramento, cuya gran verdad viene de la pluma de un corresponsal que vivió aquella guerra: “Nuestros soldados en tierras africanas entonces de España, supieron hacer frente con valentía a un enemigo que traidoramente les atacó por la espalda. Como ocurrió en más de una ocasión, lo que no supieron arreglar los políticos, lo enmendó la sangre siempre generosa de nuestros militares”, Ramiro Santamaría Quesada, periodista.

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