Cuando el 10 de enero de 1958, en el puerto de Alicante, los 880 soldados del batallón expedicionario ‘San Fernando 11’ embarcaban en el buque ‘Dominé’ con destino a Villa Bens, en las caras serias de estos jóvenes se podía comprobar la tristeza debido a la ausencia del cabo de dicho batallón, Gaspar González Cerdá, que dos meses antes había fallecido en acto de servicio en la llamada ‘Batalla del Barro’ en Valencia.
Un sobre de “máximo secreto”
Cuenta mi buen amigo Luis Capdepont en su libro ‘El Rgto. San Fernando en su última campaña’, que el capitán del buque ‘Dominé’ en el que viajaban el batallón alicantino y el expedicionario ‘Guadalajara 20’ de Valencia, al embarcar nadie sabía su destino final.
Fue una vez que se izó anclas y hallándose en alta mar, cuando el capitán del ‘Dominé’ siguiendo instrucciones concretas, abrió el sobre “máximo secreto”, donde se le indicaba su destino: ‘Villa Bens’. No cabe duda de que las caras de los más de 1.500 soldados cambiaron de color, máxime cuando sabían por las noticias y la prensa que allí, en el África Occidental Española, con el nombre de “operaciones militares” lo que había en realidad era una guerra pura y dura.
El mal estado de la mar los llevó a Puerto del Rosario, donde fondearon varios días a la espera de que mejorara el tiempo. Finalmente, el 18 de enero de 1958 el ‘Dominé’ soltaba anclas frente a Villa Bens, y a través de los famosos ‘carabos’ y barcazas, los batallones ‘San Fernando’ y ‘Guadalajara’, hombres y material, ponían pie a tierra, aunque eso sí, con el agua hasta las rodillas.
El batallón al mando del comandante Luis González Peralta estaba formado por cuatro compañías al mando de los capitanes: Juan Rincón Suárez, José García Antón, Andrés Ojeda Blanca y Pedro Crado Cubero. La última compañía de este capitán estaba formada por tres secciones de ametralladoras, una de morteros de 81 mm y otra de cañones sin retroceso.
Durante los meses que permanecieron en Villa Bens los hombres del ‘San Fernando’, tuvieron una destacada actuación formando, en varias ocasiones, parte de las agrupaciones donde se escoltaban convoyes y también en los puestos llamados “subelementos de resistencia”. En ocasiones intervinieron en operaciones con unidades de La Legión y del grupo de Caballería.
Según el diario de operaciones de este batallón, una de sus actuaciones relevantes fue el 1 de febrero de 1958 donde una sección de ametralladoras al mando del teniente Juan Guillén Perea, formó parte de la agrupación “B” con una sección de ‘Carriers’ del grupo de Caballería ‘Pavía’, la 19ª Compañía de la II Bandera de La Legión, una compañía de fusiles del batallón ‘Guadalajara’, una compañía de radio y una sección de zapadores, todos con la misión de enlazar en la Sebja Um Deboa con la agrupación “A”.
Otra misión importante fue el 3 de marzo de 1958 cuando desde Villa Bens salió el grupo de combate al mando del comandante jefe de dicho batallón, Luis González Peralta, con el objeto de localizar y apresar a un grupo enemigo que trataba de huir en camión por la zona de ThaDaora y Uad Tuiflit.
Ese gran tesoro del compañerismo militar
Gracias a mi buen amigo y compañero José Sierra Sempere que fue soldado voluntario del batallón ‘San Fernando’ en 1957, he podido reunir datos y vivencias sobre el que fue cabo de dicho batallón, Gaspar González Cerdá, y de Francisco Montoya Martínez, ambos fallecidos en acto de servicio. El primero, en Valencia en la ‘Batalla del Barro’ y el segundo en Villa Bens.
Todos los que hemos pasado por las filas del Ejército sabemos del compañerismo que brilla con luz propia y más viva que en otros colectivos. Alguien se preguntará ¿por qué?, y la explicación es sencilla: porque esa vida en común engendra esa virtud, la cual se vive más intensamente en el cuartel. Muchas veces cuando se encuentran dos soldados veteranos, después de muchos años, se fundan en un fraternal abrazo y, hasta se les pueden ver algunas lágrimas de alegría y emoción, cuando en este encuentro surgen los recuerdos de cuando servían a la Patria.
En el caso del cabo Gaspar González Cerdá del regimiento ‘San Fernando 11’ su muerte me impresionó doblemente. Según mi amigo José Sierra Sempere, que era compañero de dicho cabo, éste era hijo único, y ambos ingresaron como soldados voluntarios en el regimiento el 1 de marzo de 1957.
Hoy, después de medio siglo, José Sierra Sempere recuerda a su amigo y compañero como un joven servicial, campechano y excepcional compañero. José Sierra Sempere, cuando nombra a su compañero, la emoción le embarga el corazón con el recuerdo de este excepcional amigo.
Aquel fatídico día, el 29 de octubre de 1957, cuando el cabo Gaspar González Cerdá viajaba en un camión del Ejército de Tierra desde Paterna a Valencia para iniciar la tarea de limpiar el barro producido por una riada, el vehículo volcó encontrando instantáneamente la muerte este cabo, en una tarea muchas veces ignorada por la sociedad pero que encierra el gran mérito del “¡todo por la Patria!”
Pocos días después de su muerte, en las páginas de un diario valenciano, un soldado de dicho regimiento así lo recordaba: “la muerte de este soldado que trabajaba en la ‘Batalla del Barro’, ha dejado a Valencia desolada. Valencia tiene como suyo a este muerto. Valencia está contrayendo una deuda de gratitud con el Ejército. El cabo Gaspar González Cerdá nos corresponde, es un muerto valenciano que tiene que estar en nuestra memoria”. “Gloria a un compañero. Gaspar González Cerdá ha pagado un tributo. Así son los soldados españoles cumpliendo sus deberes militares. Sus compañeros nos sentimos orgullosos y le recordaremos siempre. Un soldado valenciano y compañero. José Martínez Vaello”. (Levante, octubre 1957).
Resulta llamativo que el cabo Gaspar González Cerdá era hijo único, y no se sabe quién es el responsable, pero en el nicho donde reposan sus restos y los de sus padres siempre hay flores frescas y se encuentra muy cuidado.