Opinión

Hernán Cortés, hombre de estado y de caridad

La llamada “Leyenda Negra”, ya he escrito otras veces el enorme daño que hizo a España y a los españoles de cara a su imagen exterior, y aun se lo sigue haciendo. Las demás potencias colonialistas europeas de la época se ofendieron mucho y quedaron muy resentidas porque fuera España la que descubriera América patrocinando el primero y sucesivos viajes de Colón, asumiendo ella sola todos los costes que para el Descubrimiento fueron necesarios, derivados de haber puesto barcos, medios y hombres que tan difícil empresa exigía. Hasta parece mentira que el extremeño Hernán Cortés conquistara todo el imperio azteca de Méjico con sólo 400 hombres, con los que venció a más de 200.000 indígenas. Eso sólo pudo hacerlo por su gran capacidad de diálogo y pacto con sus propios enemigos, ganándose para su causa a los descontentos con el gran Moctezuma que gobernaba Méjico. Como también parece increíble que otro extremeño, Francisco Pizarro, con sólo 300 hombres, venciera a todo otro imperio inca en Perú de 40.000 indios.
Ya con anterioridad al Descubrimiento, España era una gran potencia imperial. Más el hecho posterior de sumar todo el nuevo continente que descubrió, conquistó, evangelizó, colonizó y civilizó, pues, inequívocamente, todo ello sumado les quitó a las demás potencias colonialistas poder y protagonismo que para ellas ansiaban; de manera que se sentían dolidos y comidos de envidia por tan notable hazaña española. Y la única forma de reaccionar tales potencias ante aquel problema suyo, pues la encontraron en hacer daño a nuestro país para desacreditar y minusvalorar aquella ingente obra mediante falacias, insidias e infundios vertiendo contra España, Hernán Cortés y los españoles toda clase de falsas acusaciones, como llamarles genocidas, manchando su honor, mancillando su honra y dignidad y atentando contra su soberanía de gran nación.
Y, entre aquellos conquistadores, claro que habría casos en que se cometieran excesos y abusos que en ningún caso pueden valorarse ni medirse, más de 500 años después, con el metro histórico de los remotos tiempos en que a se vivieron, en que la consta era libre. Pero lo que de ninguna forma se puede decir es que, en general, Hernán Cortés fuera un hombre cruel o incivilizado, sino todo lo contrario, era una persona formada y culta, bachiller en leyes por la Universidad de Salamanca y, además, en su extensa ejecutoria en el Nuevo Mundo, tiene más que acreditado que fue un gran estratega político, militar y un hombre de Estado, aparte de piadoso y caritativo, como vamos a ver.
El que fuera político republicano, historiador, médico y bibliógrafo, exiliado en 1936 en los EEUU, Francisco Guerra, escribió en su libro: “La piedad de Cortés” sobre la conquista de la Nueva España, (actual Méjico o México), refiriéndose a Hernán Cortés: “La evangelización de aquellos territorios americanos con la ayuda de los franciscanos (los llamados “Doce Apóstoles extremeños”, que fueron desde Belbís de Monroy, Cáceres), la estructura que dio a la sociedad mexicana, el ordenamiento democrático que proporcionó al Cabildo de la ciudad de Méjico, el establecimiento de las construcciones navales y la fabricación de cañones, el desarrollo de una política agraria y de una nueva ganadería, la introducción de técnicas modernas de cultivo, de la industria azucarera y de sus derivados, el beneficio de la minería y la explotación de los metales preciosos y de otras muchas cosas, hicieron de Hernán Cortés uno de los grandes hombres del Renacimiento, a la vez que él hizo de México una nación bien organizada”.
Porque Cortés creó allí numerosas fundaciones, obras pías, obras públicas y las infraestructuras que hasta entonces Méjico nunca había tenido; también escuelas públicas hasta en los lugares más recónditos y Universidades en bastantes de sus grandes ciudades, centros de asistencia sanitaria para toda la población tanto indígena como colonial que han proporcionado asistencia sanitaria ejemplar en la ciudad de México desde 1521 hasta nuestros días; construyó un sinfín de iglesias, catedrales y palacios que la mayoría aún perduran, constituyendo hoy un rico patrimonio monumental mejicano, también carreteras y caminos vecinales en lugares antes intransitables; desarrolló la navegación marítima, impulsó las ciencias y las artes.
Los hospitales que construyó en la ciudad de Méjico, fueron a cargo a sus rentas particulares; fue una gran obra hospitalaria que promovió Hernán Cortés, mediante el diseño y edificación a su costa de los únicos hospitales que entonces hubo en Méjico. Francisco Guerra lo expone en base a documentación del jesuita Carlos Sigüenza y Góngora, nacido y muerto en Méjico en el siglo XVI, que, entre otras cosas, dice: “La piedad de Cortés no fue olvidada por los mexicanos en otros siglos y queda de aquel recuerdo uno muy bello”. Resulta que, en su último viaje de Cortés a España, después de participar con el emperador Carlos V en la expedición a Argel en 1541, comenzó a sentirse achacoso de fiebres y cámaras y se interesó mucho por el gobierno y los servicios de los hospitales de Sevilla. Pero antes de la visita, ya había mandado construir los siguientes hospitales en Méjico”, mediante diseño y edificación por Hernán Cortés.
1.“Hospital de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora del Patronato del Marqués del Valle”. Es el más antiguo hospital mejicano. En él llegaron y trabajaron los primeros religiosos españoles para asistir a los enfermos. En el testamento de Hernán Cortés otorgado en Castilleja de la Cuesta el 11-10-1547 en Sevilla, tres meses antes de fallecer, hace referencia de la cuantía de las rentas proveídas para el sostenimiento del hospital, y por entonces estaba muy ocupado con la labor de tres hospitales.
En la Instrucción IX de su Testamento, entre otras cosas, dispone: “Item mando que la obra del hospital de nuestra Señora de la Concepción, que yo mandé hacer en la ciudad de México, se acabe a mi costa según y de la manera que está trazado y la capilla mayor de la iglesia se acabe conforme a la muestra de madera que está hecha e hizo Pedro Vázquez, o a la traza que diere el escultor que yo envié a la Nueva España el presente año 1547 y, para sus gastos, señalo especialmente la renta de las tiendas y casas que yo tengo en Méjico, en Ja plaza y calles de Tacuba y San Francisco, y la que atraviesa de la una a la otra, la cual dicha renta mando que se gaste en la dicha obra y no en otra cosa.
Y que después de acabada la obra conforme a las dichas trazas, se gaste la dicha renta de las dichas tiendas y casa en las obras y dotaciones que de uso será declarado: Mando que en lo que conviene y toca a la administración y gobernación del dicho hospital, se guarde y cumpla la institución que yo dejare ordenada ante escribano público o, en su defecto, que se guarde la forma y manera de administración que tiene el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla”.
Admitía a toda clase de enfermos, españoles e indios, salvo a los de bubas, que por su carácter contagioso eran ingresados en el Hospital del Amor de Dios. Tuvo originalmente 80 camas para hombres y otras tantas para mujeres, que descendieron al disminuir las rentas por algún tiempo; sin embargo, gracias a la buena administración de Alamán, en 1823 aumentaron las camas a 100 para cada sexo y con las ampliaciones de 1945 se alcanzó un total de 400 camas. Igualmente, el movimiento de los enfermos por año pasó de unos 400 en sus comienzos hasta más de 2.500 en el siglo XX.
El edificio agrupaba dos patios porticados; tenía dos plantas, a las que se ascendía por bella escalera. Su entrada principal, se abría a la calzada de Ixtapalapa, hoy calle de Pino Suárez, número 35, a pocos pasos de la gran plaza de la ciudad de México y próxima al palacio virreinal, la catedral y el cabildo. A su entrada en servicio, tenía tres capellanes y un sacristán; un contador, un cobrador, un escribano y un procurador; había un médico, un cirujano, un sangrador, un enfermero y una enfermera, y los menesteres de limpieza estaban a cargo de tres indios y ocho esclavos; y una cocinera. Sobre todos gobernaba un mayordomo o administrador con un sueldo de 340 pesos, los capellanes y médicos cobraban 200 anuales y el costo de estancia por enfermo ascendía a dos reales y medio.
“La caridad heroica de Hernán Cortés era el alma de la vida hospitalaria”, dijo en aquellos años Cervantes de Salazar (1554), que “los ricos no eran mejor tratados en sus casas que los pobres en aquel hospital”. Cuando Cortés gobernaba Méjico, trabajaron en el Hospital de la Concepción los mejores médicos y cirujanos novohispanos. Se construyó en el sitio de la ciudad de México llamado Huitzillán, que fue el lugar de la calzada a Ixtapalapa, cercano al templo mayor de Tenochtitlán, donde Hernán Cortés tuvo su primer encuentro con Moctezurna II, al entrar en México el 3-11-1519. Mientras Cortés residió en México entre 1530 y 1540, las obras del hospital, según planos del arquitecto Pedro Vázquez, avanzaron rápidamente y ocupaba 11.904 varas cuadradas, 120 de Este a Oeste por 93 de Norte a Sur. En su construcción puso Cortés sus cinco sentidos.
Hay, además, en dicha documentación repetida mención al hospital en las Actas del Cabildo de la ciudad de México desde el 1-04-1524 al 26-08-1526. A partir de 1526 la existencia del Hospital de la Concepción y la personalidad jurídica de su Patronato en favor de Hernán Cortés y sus sucesores quedó amparada por bula de Clemente VII del 16-04- 1526, obtenida directamente en Roma por su factor Juan de Rada, sin recurrir al favor del Emperador y excluyendo al hospital del Real Patronato, que trajo como secuela prolongados litigios entre el Marquesado del Valle (Cortés) y la Corona española a lo largo de tres siglos, que paradójicamente sirvió para que el hospital subsistiera a pesar de los cambios políticos ocurridos en la nación mexicana.
2.“Hospital del Amor La Caridad de Dios”. Fundado en 1539 por el Arzobispo de México Juan de Zumárraga, a indicación y costes de Cortes. Aunque la parte más importante de su testamento la legó al Hospital de Nuestra Señora de la Concepción que se estaba construyendo en México, en la Instrucción LX del mismo da instrucciones al sucesor de su casa (su hijo mayor nombrado albacea) para que recompense al Hospital del Amor La caridad de Dios de México, por la falta de las rentas de sus casa, al destinarlas en la Instrucción IX, anterior, al primer hospital, para que durante el tiempo que dicho sucesor estime, le sean abonados de su herencia cien mil maravedíes de dichas rentas, más cien ducados de oro de su propia hacienda.
3. “Hospital de San Lázaro”. No hay duda, según Francisco Guerra, que Cortés fundó el Hospital de San Lázaro para leprosos en la ciudad de México. Al ser endémica en las Antillas y en México entre los indios, produjo en los españoles manifestaciones floridas de botores, úlceras supuradas, lesiones de tejidos blandos en la cara y en los miembros, gangosa y destrucciones. La fecha de fundación por Hernán Cortés del Hospital de San Lázaro en la ciudad de México tuvo que ser poco después de 1521, año en que comenzó la gobernación de Nueva España
Refieren dichos documentos que murió Hernán Cortés como un gran señor en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), el 2-12-1547. En su testamento dejó proveído que a su entierro acudieran todos los curas, capellanes y frailes de la ciudad, se vistieran 50 hombres pobres de paño y con caperuzas para que llevaran hachas encendidas; que todos sus criados y los de sus familiares recibieran ropas de luto y seis meses de sueldo, a su costa. Pero, sobre todo, se cuidó mucho de su Hospital de la Concepción, aunque no pudo edificar ni el colegio ni el convento de monjas donde él quería que descansaran para siempre sus restos.

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