El médico de las SS Josef Mengele efectuó experimentos médicos inhumanos, con prisioneros de Auschwitz. Se convirtió en el más notorio de los médicos nazis que hicieron experimentos en el campo. El sobrenombre de Mengele era “el ángel de la muerte”.
A lo largo de la historia reciente la pena de muerte ha formado parte de las leyes siendo la pena capital la condena a muerte.
Muchos países la siguen teniendo en sus leyes; otros la han abolido con la filosofía de que un Estado no puede defenderse contra lo que lucha: el asesinato público como escarmiento inapelable del reo.
No es este el tema del Caleidoscopio sino tratar cómo se producen las ejecuciones y por qué existen distintas formas de llevarlas a cabo. Actualmente hay en el mundo hay 52 países ejecutores pese a las protestas internacionales, los derechos humanos y organizaciones no gubernamentales.
¿Por qué hay varias formas de llevarla a cabo? ¿Se busca el sufrimiento mínimo del reo o existe una venganza atroz para acabar con la vida del condenado?
Decapitación, ahorcamiento, inyección letal, arma de fuego, cámara de gas, silla eléctrica. En España se utililizó el garrote vil
Se empleó en España y estuvo vigente legalmente desde 1820 hasta la abolición total de la pena de muerte, aprobada la Constitución de 1978. Era un procedimiento para ejecutar a un condenado comprimiéndole la garganta con una soga retorcida con un palo, con un aro metálico u oprimiéndole la nuca con un tornillo era un método “conmiserativo” ya que permitía al reo morir estrangulado sí, pero sentado, en contraste con el degradante pataleo del ahorcado. Esto es, la muerte ofrecía a los penados la posibilidad de morir con dignidad. Vaya tela esto de la dignidad.
En estos días el Estado de Alabama ha presentado una nueva alternativa a este tipo de atrocidades: la asfixia por nitrógeno. Se coloca una máscara al reo y se sustituye el oxígeno por nitrógeno, causando un agotamiento del nivel de oxígeno en el aire hasta provocar asfixia. Los testigos pudieron ver como el preso se retorcía de dolor durante algunos minutos y se agitaba su respiración.
El dolor, sufrimiento, tortura, la agonía prolongada, el espectáculo de hacerla pública; los voluntarios son considerados “testigos públicos”, y en las ejecuciones toman el lugar del público general.
Todos estos procedimientos inventados a lo largo de los siglos están tiznados de odio y venganza. Cualquier excusa para evitar el sufrimiento está plagado de hipocresía, de eufemismo barato, de triunfo de la barbarie, de venganza, de los instintos más bajos.
¿Le importa a un estado realmente lo que pueda sentir el ajusticiado?
Ortega nos dice que “el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse; pero el hombre corre el peligro de deshumanizarse”.
Al parecer ningún tipo de animal ha pensado en esta técnica. La inteligencia humana nos conduce a la destrucción.
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