'El Padre' se estrena a las 21.00 horas en el Auditorio del Revellín; la obra, dirigida por José Carlos Plaza, versa sobre el alzheimer desde el punto de vista del enfermo
“Es como si fuese perdiendo todas mis hojas, una tras otra (...) Y las ramas... y es el viento”. Ese viento es el mismo que desprende cada día del calendario y que, de repente, hiela la espalda. Ese viento del que habla Andrés es la ‘inesperada edad’. Y en su caso, además, el alzheimer.
Andrés tiene 80 años y el mundo cambia cada día para él ante su desconcierto y su sorpresa. Con el mismo asombro y la misma rapidez que se pestañea. Su historia protagoniza ‘El padre’, e impregnándole vida al mismo, Héctor Alterio, que se meterá en la piel de Andrés esta noche, a las 21.00 horas en el Auditorio del Revellín. Estará acompañado sobre el escenario por Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González.
A sus 87 años Héctor Alterio (casi 88, aclara el propio actor) se mete en la piel del entrañable Andrés y lo hace a través de una propuesta novedosa a la hora de hablar del alzheimer: desde el punto de vista del propio enfermo. ‘El Padre’ tiene algo especial: conmueve dentro y fuera del escenario, reconoce al comienzo de la conversación, la cual se ha teñido desde que descolgó el teléfono en un intenso y divertido monólogo durante el que el argentino hace alarde de esa fama de ‘charlatanes’ que les precede.
A lo largo de la misma, que parece más un discurso preparado que está improvisando, y en la que deja muestra de un gran sentido del humor y, sobre todo, de humanidad, el actor hace un recorrido por la obra, su vida y su trayectoria profesional. Y en una de esas pausas largas, se presenta la oportunidad de preguntar.
–¿Qué caracteriza a ‘El Padre’?
–Se trata de una función que ha tenido una gran repercusión mundial, ha conmovido a mucha gente. Su autor, Froilán Zeller, ha indagado sobre un tema comprometido, sumido en el misterio, ya que se trata de un punto negro en el que se producen muchas contradicciones. A pesar de ello, la obra mezcla el drama propio de la enfermedad, pero lo tiñe con ciertas situaciones en las que se da pie a la comedia, sin faltar el respeto claro. Además un punto clave es que el espectador debe permanecer alerta en todo momento, la obra es un puzle y deben encajar todas las piezas.
–¿Qué es lo que más sorprende de la función?
–Los silencios. El movimiento de un abanico molesta tanto como los móviles que no han apagado, eso molesta. Pero pocas veces se ha dado esa situación, no se mueve nadie porque la obra que ofrecemos necesita de una atención muy especial, es necesario conocer el porqué de todo lo que ocurre.
–Los estrenos realizados hasta la fecha avalan el montaje. ¿Cuál es la clave?
– La obra atrapa al espectador y lo mantiene alerta. A veces está en silencio, otras ríe o llora. Zeller tiene la capacidad de llegar al público penetrando en la mente del protagonista.
–¿Es Andrés un buen personaje?
–Por supuesto, me permite seguir indagando. Hay situaciones que me suceden en mi vida cotidiana y ahora lo relaciono con Andrés. Es un personaje muy particular, con profundidad, eso me sedujo.
–Protagoniza una obra durísima que habla del alzheimer, la vejez, de ir olvidándose de quién es uno. ¿El tema lo enfrentó con algún miedo?
– (Risas) Claro, estoy en el punto crítico. Pero de momento estoy tranquilo, mi memoria funciona, o eso creo, y no tengo necesidad de cuidadores.
– Es una enfermedad que ataca la memoria. ¿Si olvida alguna frase del texto se notará menos?
–Totalmente (ríe). Mis propios compañeros me lo recuerdan cada día. Esta es una de las grandes ventajas de mi personaje. Interpreto a alguien que está continuamente dudando.
–¿Qué le sigue dando el teatro a Héctor Alterio para que a sus 87 años siga subido a las tablas?
– Parece que todo el mundo está empeñado en que me jubile (comenta con matiz cómica) Soy un pobre hombre de 88 años que no le quito dinero a nadie. Básicamente tengo la posibilidad de jubilarme pero no lo hago porque tengo necesidades económicas. Debo mantener a mi familia y la pensión es tan pequeña que no cubre nada. Así que seguiré sobre los escenarios mientras quieran contar conmigo y pueda mover el esqueleto. Aunque si me tocasen dos millones, pues no se lo que haría.
– Muchos actores lamentan la falta de personajes a partir de cierta edad pero usted no para.
– Bueno es cierto que en teatro siguen saliendo ofertas, pero en el cine ya no me quieren. Soy muy mayor y contar en una producción conmigo puede crear cierta incertidumbre porque hoy estoy pero a lo mejor mañana no.
–¿Algún arrepentimiento artístico?
–Tengo más de 150 películas ¿Cómo no? ¡Cuántas pude haber tirado la basura! Pero bueno, están hechas. Forman parte de mis equivocaciones. Allí están. Afortunadamente saco conclusiones de mis fracasos.
–Después de tantas décadas actuando. ¿Le queda algo por hacer?
–Nunca se termina de aprender. Son más de 70 años, pero a pesar de ello, siempre quedan cosas por hacer. Aún así, a día de hoy, mi mejor trabajo es que me venga trabajo.