Categorías: Carta al director

Hasta siempre Pedro

Corría lentamente el final de los 60. A esa Ceuta cerrada y negra controlada por los estertores del franquismo, llegaron varios curas jóvenes, entre ellos Pedro. Venían diciendo que Dios no estaba en los templos, sino en los pobres y desfavorecidos. Recuerdo que lo conocí en unos ejercicios espirituales que organizó el agustino Padre Gallo.

Para nosotros era un mensaje nuevo, que nos llenó de fuerza para salir de nuestro plácido, cómodo y conservador cascarón. Rompimos con la liturgia esclerotizada. Lo cierto es que sólo caminábamos hacia el signo de los tiempos, el Concilio Vaticano II, aunque luego se frustraran casi todos los avances que había iniciado. Sin embargo, para algunas autoridades las homilías de Pedro eran peligrosas. Más de una vez le llamaron la atención. En la misa de África de las 12 unos jóvenes irrumpían con instrumentos y acordes más propios de una discoteca. A algunos escandalizaba pero a los más jóvenes nos ilusionaba y nos descubría que la religión nos ataba al compromiso con los demás. Y en el 70 comenzaba a cristalizar una idea que Pedro nos transmitió, la Casa de Estudios, el CE-70, que fue construyéndose a partir de estos tres puntales: •La solidaridad. Sabíamos que lo poco que teníamos había que compartirlo: las escasas o nulas aportaciones de las familias, el tiempo libre (en vez de divertirse durante el verano, había que trabajar de camarero, dar clases o montar la caseta de la juventud) y las escasas pesetillas que teníamos para tomarnos una África Star con queso de cerdo en Ortega o un tinto peleón con avellanas en el Macario. •La responsabilidad en el estudio. Había quienes disfrutaban con lo que estudiaban y éstos trataban de transmitir ese interés. También es cierto que a veces la física o las matemáticas eran infumables, pero el esfuerzo merecía la pena. La verdad es que en esas salas de estudio de la casa de arriba de los talleres de El Faro o de La Marina se producía un aprendizaje por imitación. •La democracia. Ya sabíamos entonces que este denostado término no significaba sólo votar cada cierto tiempo a las listas cerradas que los partidos ofrecían. Para la Casa de Estudios la convivencia democrática partía de la participación igualitaria en la elaboración de las normas y el debate y la discusión en la toma de decisiones. En aquellos interminables consejos algunos aprendieron a ser políticos, en el buen sentido de la palabra. Y llegan los 90, después de desmentidos rumores, se sale de cura. La anquilosada jerarquía eclesiástica sigue aferrada al absurdo celibato. Y quizás su religiosidad le lleva hacia la profesión política, pero esta es muy puñetera. Los partidos políticos como forma, que no única, ni la más relevante, de hacer política, son muy puñeteros. Alguien me decía que los enemigos más acérrimos en esta tarea estaban en el interior de los propios partidos y no en los ajenos. Pedro acumula mucho poder, dicen algunos, mientras, las mujeres de su vida mueren y lo dejan solo. Lo recuerdo en el despacho de Director Provincial del MEC, abierto a ideas y propuestas progresistas que nada tenían que ver con la rancia derecha de aquella época. Un despacho abierto a todos. Pedro era valiente. Yo no creo que fuera de derechas o de izquierdas, ahora que el dilema se oscurece. La acumulación de poder envilece, eso creemos los que no tenemos claro por qué pasó lo que pasó en aquel despacho del vicepresidente. ¿Dimitió o lo hicieron dimitir? ¿Había un guión previo redactado por sus enemigos? Cuando se haga la historia, ya se sabrá. La última vez que estuve con él me pedía consejo sobre su futuro político. Menos mal que me hizo caso. Pero a final del año pasado Pedro volvía a las andadas y, además, reivindicando el espíritu del CE-70. No volví a hablar con él, pero todos sus amigos de entonces sabíamos que la Casa de Estudios no era ni será un partido político, aunque la hayan querido manosear desde uno y otro lado. No me hago a la idea de que no volveremos a vernos, a discutir, a pelearnos mientras nos tomamos unos copetines. Los últimos fueron en la Gran Vía de San Fernando, enviando un selfi a Luigi y con don Simón y Maruja. Bueno, la última vez fue el 3 de marzo, en África, pero tú no estabas ya vivo, ni tampoco estaban en el templo tantas personas a las que entregaste tu vida, ni algunos responsables políticos que no querían salir en la foto de tu entierro. ¡Pues que tire la primera piedra quien esté libre de haber utilizado su poder político para abusar de los demás! Ayudaste a muchas personas, viviste el mundo embustero de la política, de los que te reían las gracias, pero al final sólo te acompañaron los que siempre estuvieron contigo, para lo bueno y sobre todo para lo malo. ¿Alguien se acordará de que dedicaste tu vida a los ceutíes haciendo muchas cosas buenas?

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