“Llega ese momento que llaman de despedida pero que yo prefiero calificar como de acción de gracia, por dos motivos, el primero porque, pese a que he tenido que pedir al Santo Padre que mande a otro obispo, yo seguiré siendo obispo de Cádiz y de Ceuta porque paso a ser obispo emérito; y el segundo porque mi única despedida será cuando el Señor disponga, momento en el que seré enterrado en Cádiz”.
Había en las palabras y en el deje de Antonio Ceballos, obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta en los últimos dieciocho años, esa emoción contenida, sincera, que desnudaba la inmensidad de la memoria como ese oleaje que rompe en la orilla. Un mar azul en el que cabe un sinfín de anécdotas, recordatorios, méritos, estrecheces y satisfacciones, siempre bajo el amparo de la fe cristiana: “Han sido unos años muy intensos, de fuerte trabajo pastoral, unos años que no fueron fáciles porque el Estrecho es el Estrecho, y ya sea en barco o sea en helicóptero siempre se presentan dificultades pero creo que he sido perseverante en esta ciudad, a la que no he fallado nunca y además he tenido la suerte de no marearme ninguna vez”, bromeó ayer el obispo emérito, recordando el vaivén que suele azotar a los barcos en aguas del Estrecho.
No osbtante y pese a reconocer la dureza de la misión, Ceballos indicó que “la presencia en Ceuta siempre ha sido muy agradable, razón por la cual me llevo esta ciudad una impresión muy satisfactoria, así como de su Diócesis y de su población”.
Entre estos instantes de alegría, el obispo emérito señaló “como un día grande el cinco de agosto, fecha en que cada año visito Ceuta para disfrutar de la patrona, de la Virgen de África, y de la presencia y el fervor de los caballas y de Ceuta, de la que destaco la pacífica convivencia existente entre los distintos pueblos y creencias de esta ciudad, donde hay hindúes, musulmanes o católicos”.
Asimismo, el obispo Ceballos, recordó los inicios, “allá por 1.994, cuando dediqué todo un año a la visita pastoral, permaneciendo semanas enteras en Ceuta, cuando visité toda clase de colegios, de parroquias, de instituciones, recibí a judios, musulmanes y adquirí un conocimiento completo de las costumbres de la gente, así como de la vida religiosa y de la fe de Ceuta, a la que he visto crecer, un crecimiento basado en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, un aumento en la ilusión de tipo social o de acogida de los inmigrantes”.
En este punto, el obispo jienense quiso recordar que “cuando vine comenzó la eclosión del flujo migratorio que precisó una gran atención, una atención que prestaron la ciudad y la Diócesis de Ceuta y que luego se ha fortalecido, por ejemplo, creando el Ceti y con la permanente atención de fe que ha prestado la Diócesis”.
“Los crecimientos”, prosiguió, “también se han experimentado en la pastoral de la familia, en la pastoral de los jóvenes, en la pastoral de inmigrantes, de enfermos, de hermandades y cofradías”.
El obispo quiso además “realzar la importantísima atención de religiosas y religiosos, la labor de los padres agustinos, de las religiosas de María Inmaculada, de la pastoral de conjunto, con sacerdotes, laicos, consagrados, religiosas, o con los tres diáconos permanentes trabajando juntos en una misma dirección”. Además, el obispo emérito indicó que “he trabajado gratuitamente, tratando de buscar la fidelidad y no el éxito”.
Por último, el obispo Ceballos dedicó unas palabras a su sucesor en la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, que tomará posesión el próximo día veintidós, y del que dijo que “pese a no conocerlo mucho, ya que sólo coincidimos en la asamblea de la conferencia episcopal, puedo asegurar que lo hará bien porque está muy preparado y sabrá diagnosticar la tarea que deberá hacer y fortalecer”.
Una tarea que el obispo Antonio Ceballos verá desde Jaén, su próximo destino.