Se llama Hamza Cherroud. Tiene 32 años y la última vez que habló con su familia fue el pasado 12 de noviembre. Les dijo que iba a cruzar a Ceuta tras un periplo clandestino que empezó en su Argelia natal, le llevó a Castillejos y terminó en esta gran incógnita, en ese paradero desconocido. Porque nada se sabe de Hamza más allá del último mensaje comunicado a sus familiares: cruzaría a nado a la ciudad autónoma. Y lo haría como otros tantos argelinos, como tantos otros compatriotas que ahora se encuentran ocupando una de las plazas del CETI hasta convertirse en una de las comunidades con mayor presencia en el centro del Jaral junto a la marroquí.
Angustiados, los familiares de Hamza piden ayuda. No saben ya a quién recurrir. Saben que salió solo y que su rastro se pierde en esa línea fronteriza que separa Ceuta de Marruecos. Dejó atrás Castillejos para entrar en una ciudad conocida como referencia por muchos argelinos. Pero aquí no está. Ni aquí ni allá.
Los familiares de este joven buscan ayuda porque nadie les da siquiera una pista. Por eso han remitido la fotografía de Hamza a este periódico para intentar que si alguien sabe su paradero se ponga en contacto con ellos. No puede desaparecer así como así. Hamza, como otros jóvenes magrebíes, se arrojó al mar buscando cruzar a nado un camino corto pero temerario. Como él han cruzado adultos y menores, parece fácil pero son ya varios los desaparecidos, varios los jóvenes de los que nunca se llega a saber nada.
Este argelino buscaba una oportunidad en esas rutas migratorias tan complejas que se sabe cuándo empiezan pero no cuándo finalizan. Rehacer el camino seguido por Hamza es la única aspiración de una unidad familiar que está rota, que vive en una permanente agonía ante la falta de noticias.
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