Algo hay en el alma que se mueve a compasión con el que sufre; algo hay, también, que mueve al ser humano a admirar la belleza de lo bien hecho y a rechazar lo grosero de quien es capaz de ser delicado en sus manifestaciones.
No se comprende, y hasta produce verdadera pena, que quien tiene dotes más que sobradas para tratar con dignidad cualquier cuestión, utilice un lenguaje de mal gusto y hasta despectivo - de bajo estilo - para maltratar a alguien o a algo.
Todo aquello que necesita corrección debe recibirla, pero no es necesario atropellarlo con violencia para dejarlo destrozado; el buen trato, lo exquisito en las formas y en las palabras, debe cuidarse en cualquier ocasión.
No debe ofenderse a nadie sino ayudarle a comprender su error, si es que lo hubo, como muestra de servicio a la buena convivencia; crear tensiones y fomentar disgusto no es lo que necesita la sociedad.
La calidad humana, en ésta, ha de mostrarse como un valor vivo y siempre en alza; es la calidad humana - el sentir vivo - de cada persona que de ella forma parte, el ansia de vivir en paz y cariño con toda otra persona, de comprenderla y de admirar en ella la calidad de su forma pensar y de actuar, aún en las situaciones más duras y comprometidas.
Hay personas de verdadera valía que, por desgracia, se dejan llevar por la corriente de lo vulgar quizás porque tiene un eco fácil lo que señalen como defecto de alguna persona de rango especial, o cualquier tropiezo, por leve que sea, dejando sin elogiar lo que de bueno en ella pueda haber, que seguro lo hay, como en cualquier persona ocurre. Esas personas están llamadas a una misión importante, acorde con su valía, y no deben defraudar a nadie; se espera mucho de ellas, de su riqueza de calidad y es mucho lo que hay que mantener en alza y hasta reconquistar.
No es tiempo para perder sino para ganar en calidad, para alcanzar más y mejores cotas de entrega en el trabajo de cada día - que lo hay también en las vacaciones - por muy duro que se presente y convertir así nuestra pobreza de calidad en riqueza para dar, para hacerla llegar a todas partes, allí donde sea necesario, allí donde tanta gente lo pasa mal y espera sentir en su alma el ansia de la liberación.
Son muchas e importantes las cuestiones que tiene planteada la sociedad y no es bueno pasar de ellas y dedicarse a la banalidad, a lo absurdo y a lo que desdice de la calidad humana.
Tratar de aquellas otras cuestiones tiene su encanto y lo han de poner de manifiesto quienes tienen dotes para ello, sin desperdiciarlas en asuntos de poca monta y que, a veces, causan bochorno y verdadera pena en quienes saben de la valía de aquellos que ahora la oscurecen con su desdichada actuación.
Toda persona está llamada a dedicarle gran atención a la sociedad de la que forma parte. La calidad de ésta es algo vivo, no reliquias del pasado, y hay que fomentar su vigor y delicadeza. Lo bueno que se recibió hay que hacerlo brillar y aquello que se pudo perder hay que rescatarlo para el bien de la sociedad.
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