Desde el pasado 20 de mayo el ceutí Justo Cerdeira está acostumbrado a sentir cómo la tierra que pisa desde los últimos 12 años ruge. “El primero del día, pero este ha sido pequeñito, por ahora no tengo que salir corriendo”, nos comenta vía Facebook apenas quince minutos después de haber hablado por teléfono con ‘El Faro’. El día anterior, sin embargo, tuvo que ir a recoger del colegio a su hijo Ricardo Alonso, de 5 años, antes de lo previsto. “Desde mi ventana veo el jardín del centro y los maestros tuvieron a los niños todo el día fuera del aula, incluso comieron allí”, explica, “y a la una nos llamaron para que fuéramos a recoger al niño, pues el alcalde había ordenado que se cerraran, por precaución, todos los centros escolares”. Apenas habían pasado 24 horas desde que un segundo terremoto en nueve días, con sus correspondientes réplicas entre medio, sacudiera la región de Regio Emilia.
Unos 120 kilómetros separan la casa de Cerdeira del epicentro de este segundo seísmo que se ha cobrado 17 vidas y ha dejado en la calle a más de 15.000 personas. “Hace días que ya tenemos una bolsa preparada por si hay que salir corriendo”, cuenta. En ella los documentos de la familia, un poco de dinero, agua y algo de comida, tal y como han informado los medios de comunicación que costantemente advierten de que, ante un temblor fuerte, lo último que se ha de hacer es entretenerse en recoger pertenencias. “El ‘Journal de Vicenza’ ha recomendado que acudamos, si pasa algo, de forma masiva a las zonas verdes que, por suerte, tenemos muchísimas en esta ciudad”, comenta. Más que temor lo que siente él, su familia y sus vecinos son nervios. “Esta misma mañana el niño me ha dicho, mientras estaba en el segundo piso de la casa, ¡papá! ¡baja que puede haber otro terremoto!”, relata Cerdeira a modo de anécdota. Y una más: “Ayer mismo estuve en el supermercado y me quedé muy sorprendido de ver a tanta gente haciendo acopio de botellas de agua y comida”. De todos modos, las autoridades llaman a la calma.
A Cerdeira el primero de esos lamentos le pilló durmiendo. “Fue pasadas las cuatro de la madrugada y me despertó mi mujer con el niño en brazos”, rememora, “sin embargo en el de hace dos días acababa de dejar al niño en el colegio y ese sí que fue un terremoto fuerte, aquí lo sentimos mucho más a pesar de que, en la escala Richter, era un poco más débil”. Varios objetos fueron al suelo, entre ellos los libros de la gran estantería que da la bienvenida en el segundo piso de su casa y la metopa con el escudo de Ceuta que cada día le hace recordar sus orígenes. Se rompió.
La rotura de ese recuerdo con mucho valor sentimental le duele menos, sin embargo, que las imágenes que constantemente ve por la televisión en las que se asiste en directo al derrumbe de templos y edificios emblemáticos. Y mientras la tierra continúa temblando ya se habla de la ayuda y la futura reconstrucción. En ese sentido se muestra bastante escéptico: “Cuando hace unos cuantos años hubo otro terremoto en el que murieron más de 200 personas, a pesar de todo lo que se dijo, aún hoy hay gente que sigue sin casa. Y sin ir más lejos hace un año en mi ciudad se produjo una riada muy fuerte que viví de cerca porque tuve que salir del trabajo en una ‘zodiac’ y las ayudas aún no están llegando”. Una realidad que le hace ser más consciente si cabe de la suerte que tienen él, su hijo y su mujer de origen colombiano cuya familia les llama a diario. La distancia aumenta la preocupación de quienes más les quieren y, desde aquí, Cerdeira agradece a todos los ceutíes que se han acordado de él en estos días.
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