Ilias era el mayor de los tres hijos de Hadiya. Una madre destrozada que pide a Dios que siga dándole fuerzas para soportar el dolor. Un dolor que se clava en el corazón, una muerte que no se supera porque va contra los designios de la propia naturaleza que un hijo se vaya antes de que lo haga su propia madre. Ilias tenía 14 años cuando su vida se paró para siempre en el puerto de Ceuta. Bajo las ruedas de un camión. El segundo en el que intentaba esconderse esa tarde para llegar a la Península. “Él soñaba con España, se volvió loco con España, España”, explica su madre a FAROTV, entre sollozos, a las puertas del depósito de Santa Catalina en donde se preparaba el cuerpo de su hijo para poder trasladarlo a Marruecos.
La Funeraria Al-Qadr llevó a cabo todos los trámites, entregando el cuerpo de quien solo era un niño a su propia madre, ya que el expreso deseo de la familia ha sido proceder a su entierro en Marruecos. Los profesionales de Al-Qadr trasladaron el féretro desde el depósito rumbo hacia Tarajal, esa frontera que un día, con vida, cruzó Ilias.
“Es mi hijo. No ha abierto los ojos, no ha visto el mundo, todavía”, lamenta su madre, rodeada de familiares y de miembros del Equipo Dradi, que le han dado apoyo y calor en estos duros momentos.
“Mamá en Marruecos no hay estudios”, le decía... Dios ahora da fuerzas a Hadiya
Hadiya recuerda que “hace tiempo que le decía” a su hijo “que no se fuera. Es muy pequeño. Estudia en tu país, todavía eres joven. Estudia en tu país para que tu país te dé”, recuerda que le decía a Ilias.
“Mamá, en Marruecos no hay estudios”, le respondía su hijo. Hadiya tiene ahora que mantener a sus otros dos vástagos y asumir, al mismo tiempo, que ha perdido al mayor de la forma más trágica posible. Cuántos niños se han colado en camiones, dentro de bateas, han corrido para meterse entre sus amasijos de hierros... Uno de esos niños fue Ilias, que encontró la muerte en el vehículo que pensaba le iba a dar la vida, le iba a trasladar a ese otro lado, a esa Península que los inmigrantes conciben como el mayor de los premios.
“Yo pido a los responsables marroquíes, a Marruecos, que tiene que tratar bien a sus jóvenes para que no salgan a España. Esto es muy duro. No es fácil. Esto no es fácil para nadie”, llora Hadiya, una madre que se repite una y mil veces las ocasiones en las que intentó que Ilias volviera a casa.
“Hice todo lo posible para que fuera a estudiar. ‘Vente conmigo, yo te llevo para que estudies”, le decía. “Quédate hasta que cumplas 18 y te manden a España. Yo le autoricé para que se fuera a España. Pero mi hijo salió con mucha prisa”, explica mientras implora a Dios que le apoye, que le dé fuerzas.
Ilias no quería estar en Ceuta, quería marchar a la Península. No estuvo más de un día en el centro de La Esperanza. El tiempo restante de los casi dos meses que permaneció en la ciudad se los pasó en el puerto, buscando ir al otro lado. Para él Ceuta solo era un lugar de paso.
Hadiya tiene claro el mensaje que quiere dar a los otros niños que todavía hoy siguen repitiendo las mismas andanzas que Ilias. Llorando amargamente aconseja a esos niños, a esos otros menores de la calle, “que no hagan lo que ha hecho el mío. Es muy duro. Sed pacientes. Si el Gobierno no atiende a esos niños, Dios se hará cargo, nosotros somos pacientes. Que Dios me de paciencia, Dios me ha ayudado a soportar el dolor, Dios me ha dado fuerzas y mi hijo está en buenas manos. Mi hijo ahora es un ángel en el cielo. Gracias a Dios, gracias a Dios”, se despide llorando.
Ilias será enterrado en Marruecos. La tierra cubrirá su historia. Los días harán que esta se olvide. Solo unos pocos recordarán este suceso. Solo unos pocos sabrán ver que detrás de este accidente había un niño. Alguien nacido al otro lado de la frontera, en un país con falta de oportunidades, del que muchos huyen para exponerse a lo peor con tal de cruzar al otro lado.
Ilias dejó en ello su vida. Era un niño. Solo eso. Un niño que soñaba con la España en donde finalmente murió.
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