Opinión

Guadalupe es cuna de la Hispanidad

Extremadura ha tenido en todos los tiempos hombres y mujeres ilustres que han destacado no sólo como conquistadores, descubridores y evangelizadores en América, que es por lo que más se conoce a los extremeños (“tierra de conquistadores”). Y ello, a pesar de que toda ella es una región de tierra adentro, sin tener salida al mar; pero sus gentes, aunque de aparente aspecto indolente y desapasionado, luego, son por propia naturaleza gente aventurera, emprendedora, capaces de realizar las más grandes empresas y lanzarse a surcar los mares, sin importarles que tengan que cruzar los más grandes y procelosos océanos.

A la vez, son también capaces los extremeños de acometer y realizar las más diversas ramas y facetas de la vida y del saber, como las artes, las ciencias, las letras, la política, la pintura, etc. Precisamente, en esta última actividad, durante los siglos XVI y XVII tuvo figuras tan sobresalientes como Luis de Morales, llamado “El Divino”, de Badajoz, Francisco y Juan Zurbarán (padre e hijo), de Fuente de Cantos y Llerena, respectivamente. Y si bien nuestro protagonista de hoy va a ser Francisco de Zurbarán.

También han destacado intelectuales como Eduardo Naranjo Martínez, de Monesterio. Eugenio Hermoso Martínez, de Fregenal de la Sierra. Godofredo Manso Ortega Muñoz, de San Vicente de Alcántara. Juan Galea Barjola, de Torre de Miguel Sesmero. José Gordillo Sánchez, de Fuente del Maestre. Adelardo Corvasí Yuntas, nacido en Badajoz. Rafael Antonio Pino, de Mérida. Manuela Castaño Hernández, de Salvatierra de los Barros, casada con el anterior. María Dolores Morcillo Gómez, de Don Benito. Eduardo Porcar Blanco, nacido en Badajoz. Aurelio Cabrera Gallardo, de Alburquerque. Antonio Casquete de Prado, de Segura de León. Joaquín González Quino, de Mérida. Timoteo Pérez Rubio, de Oliva de la Frontera. Manuel Picó, de Azuaga.

Igualmente, José Pérez Jiménez, de Segura de León. Antonio Juez, de Badajoz. Bonifacio Lázaro, de Badajoz. Antonio Vaquero Poblador, de Badajoz. José Porfirio Carmona Pineda, de Villanueva de la Serena. Y en la provincia de Cáceres los más conocidos que sobresalen: Consuelo Hernández, de Tornavacas. Eulogio Díaz del Corral, de Zarza la Mayor. Ángel Duarte Jiménez, de Aldea Nueva del Camino. Jaime de Jaraíz, de Jaraíz de la Vera. Enrique Jiménez Carrero, de Granadilla. Victoriano Martínez Terrón, de Ceclavín. Evaristo Palacios Yuste, de Torrecilla de la Sierra. Y Guillermo Silveira García, de Torrejón el Rubio. Bastantes de estos pintores reúnen también la doble condición de escultores de renombre, a los que habría que añadir: Juan de Ávalos, de Mérida. Enrique Pérez Comendador, de Hervás (Cáceres). Gabino Amaya, de Puebla de Sancho Pérez (Badajoz). Pedro Torres Insuza (Don Benito). Rosa Telesforo Grumiel, de Badajoz. El pintor Zurbarán, y otros muchos que harían una lista interminable.

Pero también Extremadura, a través de la historia, ha sufrido numerosas injusticias y discriminaciones. Y una de ellas que todavía le deben reparar es que, tras llevar 806 años, desde 1217, que el Monasterio de Guadalupe y 31 pueblos extremeños llevan dependiendo eclesiásticamente del Arzobispado de Toledo, pese a estar situados, Monasterio y  pueblos, en territorio geográfico y administrativo de Extremadura, más debiendo eclesiásticamente pertenecer, o bien a la Diócesis de Plasencia (Cáceres), pues resulta que no, que la jerarquía eclesiástica sigue a toda costa empecinada en el capricho de que Guadalupe, su Monasterio y los 31 pueblos extremeños de su entorno geográfico continúen dependiendo eclesiásticamente de Toledo. Lo que creo que es toda una incongruencia jurídico-administrativa y una aberración eclesiástica que sólo dicha jerarquía defiende.

¿Se puede fehacientemente acreditar otro mejor derecho que el que con ella ostenta Guadalupe, tras haber sido la Virgen guadalupeña en 1928 coronada y declarada “Reina de la Hispanidad”, de cuyo título Zaragoza carece?

Y, otra injusticia de igual monstruosidad, que clama al cielo, es que a Guadalupe le hayan retirado su título legítimo de ser, con mucho mejor derecho, sede de celebración del Día de la Hispanidad, sin que tenga que ver nada Zaragoza, lugar donde ahora lo han residenciado en la festividad el 12 de octubre, Día de la Virgen del Pilar, que tampoco guarda ninguna relación con el Día de Guadalupe, que es el 8 de septiembre. Y conste que tal injusticia no sólo yo la pongo de relieve, sino también numerosas instituciones con autoridad (que yo no tengo), como la Asociación “Guadalupex”, la Junta de Extremadura, los Obispados extremeños, relevantes personalidades, fieles cristianos y otras numerosas instituciones e instancias.

La primera de ambas cuestiones trae causa de cuando Alfonso Téllez de Meneses (bisabuelo de don Pedro de Meneses, primer gobernador de Ceuta) reconquistó a los árabes en 1217 los Montes de Toledo, en los que se incluían 31 pueblos extremeños. Pero el mismo vendió luego tales localidades al arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. Este arzobispo fue excomulgado el 8-05-1241 por el Sínodo por pretender extender ilegítimamente sus extensísimos dominios eclesiásticos hasta Valencia. Existe un documento fechado en Salamanca el 20-01-1222, en virtud del cual el arzobispo Rodrigo hace constar que Alfonso Téllez los donaba al Arzobispado toledano. Pero tal donación fue en realidad una ficción simulada, porque, según consta en documento fechado en Huete (Cuenca) el 7-10-1226, el precio de la “donación” fue de 8.000 morabetinos y 1.000 cahíces de trigo y cebada (medidas antiguas).

Desde entonces, Guadalupe y los 31 pueblos vienen reclamando, tanto la Iglesia de Extremadura, como el clamor popular de los extremeños y sus instituciones civiles y eclesiásticas, en sendas manifestaciones al Monasterio y Toledo que el problema les sea resuelto. Y es que, la Virgen de Guadalupe es la Patrona de Extremadura, coincidiendo su festividad con el Día de Extremadura, el 8 de septiembre. La Virgen guadalupana y su Basílica, son tenidas como lugar emblemático que religiosamente representan el alma, el espíritu, la fe, la relevancia cultural y el signo identitario que más concita y une a los extremeños.

¿Y, en qué cabeza humana cabe que la Patrona de una región pertenezca a otra región distinta?. ¿Se imaginan la que se armaría, por poner sólo dos ejemplos, si el Monasterio de Montserrat de Cataluña, o la Basílica de Loyola en el País Vasco, pertenecieran a otra Comunidad?. Pero Guadalupe, por lógica, por justicia y por derecho, debe pertenecer a Extremadura, porque es territorio netamente extremeño. Seguir dependiendo de Toledo es una aberración histórica y eclesiástica inconcebible en el siglo XXI que vivimos. Entre las numerosas injusticias cometidas contra Extremadura, creo que podrían citarse las siguientes:

1ª.-Cuando el año 1120 el Papa Calixto II (por bula “Omnipotentes dispositione”), concedió al obispo gallego Gelmírez trasladar el Arzobispado de Mérida a Santiago, para que su amigo el rey de León Fernando II pudiera tener sede arzobispal de la que entonces Galicia carecía. Mérida estuvo así desposeída de su Arzobispado nada menos que 806 años. Tal injusticia fue reparada por su Arzobispo, de Mérida-Badajoz, Antonio Montero Moreno, mediante bula dada por Juan Pablo II, el 28-07-1994. Aquella injusta detentación por Toledo de Guadalupe y los 31 pueblos, son las últimas posesiones todavía no segregadas a sus respectivas diócesis geográficas.

2ª.- Cuando en 1230, para reparar tan tremenda injusticia anterior, el Papa Gregorio IX ordenó, por bula de 29-10-1230, la restitución a Mérida de la sede de su antigua Metrópoli de la que diez años antes se le había desposeído. Sin embargo, el posterior arzobispo compostelano, Bernardo, desobedeciendo abiertamente al Papa, se negó a devolverla a Mérida, quedándosela definitivamente para Galicia.

3ª.- Cuando a partir del Concordato de 1851, se dispuso que se segregaran las diócesis e iglesias del extenso Arzobispado de Toledo, del que se fueron independizando las de Madrid-Alcalá en 1885 (bula “Romani Pontífices Predecesores” de León XIII). Ciudad Real (bula “Romanorum Pontificum” de Pablo VI), en 1877. Albacete (bula de 2-11-1949 de Pío XII, “Inter. Precipua”). El 23-04-1954 (Decreto “Maiori Animarum Bono”), se segregó la de Jaén. El 9-03-1959 (bula de Juan XXIII), la de Guadalajara. En 1959 se reestructuró por Decreto de la Santa Sede la diócesis de Córdoba. Quedan por segregarse de Toledo sólo Guadalupe y los 31 pueblos.

4ª.- Cuando en 1939, una simple Orden del Almirante Carrero Blanco, de forma unilateral y caprichosa, cambió la celebración del Día de la Hispanidad en Extremadura al Día del Pilar en Zaragoza, pese a que, antes, en 1928, la Virgen de Guadalupe fue ya coronada “Reina de la Hispanidad” por el Cardenal Primado, Segura, representando al Papa Pío X, en presencia del rey Alfonso XIII; desposeyendo así también a Extremadura del patronazgo de la Hispanidad, cuya Virgen guadalupeña tan venerada es en América.

El 28-07-1994, el Papa Juan Pablo II (bula “Universae Eclesial Sustinentes”), quiso reparar la tremenda injusticia que en 1120 se cometió al trasladar el Arzobispado de Mérida a Santiago, creando el Arzobispado de Mérida-Badajoz, disponiendo: “…Dirigimos nuestro pensamiento hacia el territorio civil autónomo que lleva el nombre de Extremadura”. ¿Y puede crearse la provincia eclesiástica de Extremadura para luego no poder ejercer su arzobispo plena jurisdicción sobre todo su territorio extremeño?.

 La Iglesia está así vulnerando sus propias normas de Derecho Canónico. El artículo 10 del Concordato de 1851 dispone: “Los arzobispos y obispos extenderán el ejercicio de su autoridad y jurisdicción ordinaria a todo el territorio que en la nueva circunscripción quede comprendido en su diócesis y (…) los que la ejercían en distritos enclavados en otras diócesis cesarán en ellas. Esto es, que en lo sucesivo se haga coincidir, en lo posible, las divisiones eclesiásticas con las divisiones administrativas”. En 1965, el Decreto “Christus Dominus”, para solucionar los problemas o conflictos entre las diócesis cuando sus límites no coincidan con los territorios civiles, en su punto 2, Capitulo II, nº 22, dispone: “…El Concilio ordena que, en la medida que lo exija el bien de las almas, se atienda cuanto antes a la conveniente revisión (de diócesis), dividiéndolas, desmembrándolas, o mudando sus límites”.

El nº 23: “En la revisión de los límites de una diócesis hay que salvaguardar ante todo la unidad orgánica de cada diócesis en lo que atañe a personas, oficios e instituciones, a la manera de un cuerpo que vive adecuadamente (…) En la determinación de los límites de una diócesis téngase en cuenta la variedad de la composición del pueblo de Dios, la cual puede contribuir mucho a ejercer más aptamente el ministerio pastoral; y procúrese juntamente que las agrupaciones demográficas de este pueblo coincidan en lo posible con los centros civiles e instituciones sociales que constituyen su estructura orgánica. Por lo cual el territorio de cada diócesis sólo puede ser continuo”.

En el nº 39, manda: “El bien de las almas pide la debida circunscripción no sólo de las diócesis, sino también de las provincias eclesiásticas (Archidiócesis), de forma que se provea mejor a las necesidades del apostolado de acuerdo con las circunstancias sociales y locales y se hagan más fáciles y fructuosas las relaciones de los Obispos entre sí (...) así como de los Obispos con las autoridades civiles”. El canon 372.1 del Código de Derecho Canónico, dispone: “Como regla general, la porción del pueblo de Dios que constituye una Diócesis u otra Iglesia particular debe quedar circunscrita dentro de un territorio determinado, de manera que comprenda a todos los fieles que habitan en él”.

 

Pues bien. ¿Se puede fehacientemente acreditar, con otras pruebas que sean más relevante que la que en las anteriormente expuestas, otro mejor derecho que el que con ella ostenta Guadalupe, tras haber sido la Virgen guadalupeña en 1928 coronada y declarada “Reina de la Hispanidad”, de cuyo título Zaragoza carece?. Por eso, se estima que, Guadalupe y los 31 pueblos extremeños pesa una afrenta como una losa encima de la dignidad y de las conciencias extremeñas. Hace falta que ya, se promueva e impulse por quien corresponda lo que los extremeños tan humilde y respetuosamente pedimos. La Iglesia da largas al asunto diciendo que ya promovió que la medida sea corregida; y así seguimos años y años. ¿Es que en la jerarquía eclesiástica no va a haber alma alguna cristiana que algún día haga realidad lo que hasta el cielo lleva ya clamando esos 806?. A mi juicio, la Virgen de Guadalupe y su Monasterio son los únicos más legitimados para ejercer, real y efectivamente, lo que ya en 1928 fueron declarados, Reina y cuna de la Hispanidad.

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