Ceuta está preocupada por la emergencia migratoria. Las últimas entradas de menores han provocado que el gobierno active la declaración de un plan de contingencia para solicitar ayuda en el traslado de menores. Delegación del Gobierno, competente en la materia, sorpresivamente calla. Ni siquiera un mensaje para calmar las consecuencias del grito de una Ciudad que parece no enterarse de lo que sucede en otros lugares como Canarias. Consecuencias que las estamos viendo en la cantidad de mensajes radicales que hallan calor en algunos medios de comunicación y formaciones políticas.
A todos ellos les ha venido como anillo al dedo el mensaje de tensión lanzado por la institución que debería trabajar más en promover la calma. No lo hace.
No he escuchado todavía ni una sola muestra de preocupación por las desapariciones de adultos y menores, tampoco por qué pasará cuando el mar deje de estar bravo y la tranquilidad amenace con traernos los cuerpos sin vida de los chicos dados por desaparecidos.
Esa invisibilidad de la tragedia choca con quienes promueven un discurso de protección a los niños solos -como llaman a los menores- pero ni siquiera se pronuncian con las estadísticas que están rompiendo las tasas mortuorias de inmigrantes registradas en otros inicios de año.
La Ciudad habla demasiado, mejor dicho, grita en exceso. La Delegación juega a ser la avestruz, se esconde y no se pronuncia ni para bien ni para mal sobre lo que sucede, sobre qué ocurre cuando durante días Marruecos se mosquea y no acepta a sus nacionales ni evita que se arrojen al mar. Son asuntos de envergadura como para que respondan.
Unos gritan, otros callan. Y en el mar tenemos arriesgados intentos de pase en los que se pone en juego la vida de muchos.