Greta Thunberg Ernman es el nombre de la última heroína del medio ambiente. Con tan solo 16 años, está considerada por la revista Time como una de las 25 adolescentes más influyentes del mundo y está movilizando a millones de niños como ella en favor del clima del planeta. Previamente a estas movilizaciones, ella sola estuvo sentándose a las puertas del parlamento sueco desde agosto de 2018, cuando se produjo una imprevista ola de calor e incendios forestales en Suecia, hasta las elecciones generales del 8 de septiembre del mismo año, junto con un cartel que decía Skolstrejk för klimatet (huelga escolar por el clima), en demanda de que su gobierno redujera las emisiones de carbono, en base al Acuerdo de París.
Es curioso la claridad mental de esta chica. Y su persistencia en luchar por aquello que considera justo. En una consulta que le hacía a un compañero de la universidad, profesor de psicología evolutiva, acerca de cuál era la mejor edad para que los niños que visitaban centros culturales y científicos quedasen influenciados de forma positiva por los mismos, me respondía lo siguiente: “….es bien sabido que la exposición positiva al conocimiento (y me refiero a la forma lúdica), estimula el fortalecimiento de redes neurales (aprendizaje). El caso más evidente es la exposición, desde la más tierna infancia, a los idiomas…. La mayoría de las conexiones neurales están consolidadas en torno a los seis años y la apoptosis neuronal (muerte neuronal programada), se deshace de los sobrantes, lo que permite una organización más eficiente del sistema cognitivo. La exposición a temprana edad a la ciencia es muy positiva…”. En el presente caso, es evidente, y así lo confirman las fuentes consultadas, que esta chica ha estado en contacto con el medio ambiente y actividades de protección de este. También con la cultura (su madre es cantante de ópera y su padre actor). Sus condiciones fisiológicas, es posible que hayan hecho el resto.
Hace tiempo tuve una pequeña controversia con una profesora de matemáticas aplicadas, que me examinaba y me suspendía, una y otra vez, con notas cercanas al 5 en solo unas décimas. Recuerdo que en una revisión de examen que solicité, por haber suspendido con 4,8, yo le decía que el problema había sido que el ordenador de prácticas se había quedado bloqueado y me había impedido obtener el resultado, pero que el algoritmo estaba bien planteado. Evidentemente, como no conservaba copia de lo que hice en el ordenador, como era su obligación, no podía comprobar lo que decía. Me volvió a suspender, pero con menos nota (algo prohibido en Derecho por el principio de “reformatio in peius”). Recurrí a los Tribunales de justicia y gané. Obligaron a la Universidad a aprobarme y a pagar las costas.
Pero, lo realmente interesante de este caso, que está relacionado con lo de Greta, fue que yo decía a la profesora que en la vida había un tipo de personas que yo llamaba “dicotómicas”, pues solo pensaban en términos de “verdadero/falso”, “cero/uno”, pero que entre el cero y el uno había infinitos puntos, es decir, muchos matices. Por eso, en los exámenes, salvo que las respuestas estuvieran tasadas entre dos opciones, que no era el caso, la respuesta podría estar más o menos bien, pero nunca solo bien o solo mal. Evidentemente, ella era del tipo de las personas dicotómicas. Por eso lo que le respondías nunca estaba bien a medias. O estaba bien, o estaba mal. Y esto es muy problemático en la vida real, pues hay cantidad de matices que es necesario tener en cuenta antes de tomar una decisión. Afortunadamente, los jueces me dieron la razón, pues captaron los matices que yo les expuse.
Sin embargo, en el asunto del cambio climático, la cosa es diferente. Son precisamente los matices los que nos están llevando a la parálisis generalizada de forma peligrosa, pues cada vez es menos el tiempo que nos queda, a juicio de los más prestigiosos científicos, para frenar el deterioro irreversible de nuestro planeta. En esta situación, es evidente que lo que se necesitan son personas del llamado tipo “dicotómico”. Es el caso de Greta. O actuamos ya, o no tendremos planeta para dejar a las generaciones futuras, nos dice de forma valiente.
Parte de su discurso ante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas de 2018, entiendo que es interesante reproducirlo aquí: “Mi nombre es Greta Thunberg. Tengo 15 años. Soy de Suecia. Hablo en nombre de Climate Justice Now (...) Ustedes solo hablan del crecimiento económico verde y eterno, porque tienen demasiado miedo de ser impopulares. Solo hablan sobre seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este desastre, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia. No son lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. Incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños. Pero a mí no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta (...) Nuestra biósfera se está sacrificando para que las personas ricas en países como el mío puedan vivir de lujo. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por el lujo de unos pocos (...) Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos (...) Necesitamos mantener los combustibles fósiles en el suelo y debemos centrarnos en la equidad. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo. No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente. Gracias.”.
En nombre de mis nietas, que aún son pequeñas, he de agradecer a Greta Thunberg su valentía, pues ella sola está haciendo más por la sostenibilidad de nuestro planeta y porque podamos dejar algo a las generaciones futuras, que muchos de nosotros. Gracias Greta.