Pese a ser una temática manida no deja nunca de formar parte de nuestra particular nube volcánica. Ahora se escuchan rumores en Melilla y los comerciantes cantan su particular “Pobre de mí…” con la incertidumbre de quedarse mirándose las caras por la escasez de ventas. La falta de trabajo y el afán de expansión de las grandes superficies llevan a la desestabilización económica de muchas poblaciones.
De momento el proyecto de Melilla es sólo un esbozo, esperando una negativa de los comerciantes y con la esperanza que quede en agua de borrajas. Las tentativas de este tipo de empresas no son nuevas en aquella Ciudad Autónoma, los repetidos tanteos del pasado no ahuyentaron a las grandes empresas y siguen empecinados en avanzar con dicha iniciativa.
De momento la llegada de las grandes cadenas ha sido gradual, aunque en ciertos sectores como el textil han reventado el mercado, perdiéndose gran parte del sector y desapareciendo un gran número de pequeños negocios que han sucumbido ante el boom de las famosas franquicias del conocido empresario gallego entre otros. Esto no sólo ha producido la extinción de pequeñas empresas, sino que han convertido el centro de las ciudades y centros comerciales en un sinfín de tiendas repetidas, acaparando todas las poblaciones de España. El panorama comercial de nuestras ciudades se ha estandarizado, ocupando el 80% franquicias con el mismo género, siendo igual pasear por Valladolid que por Cartagena.
El último ejemplo de avance de este tipo de empresas es la apertura en Jerez de la Frontera del rey sueco de los muebles (la publicidad aquí se paga), ese establecimiento que te obliga a montar mesas, repisas y demás utensilios para el hogar (entretenimientos para los manitas y desespero para el resto de los mortales donde sobran o faltan tornillos y nada encaja como Dios manda). Así, sin más dilación han levantado en pocos meses su establecimiento más grande en España, prometiendo un gran número de puestos de trabajo y ofreciendo una enorme variedad de productos a buen precio. La llegada del gigante sueco podría parecer la gran panacea para una comarca muy castigada por el desempleo, pero nada más lejos de la realidad, los trescientos puestos han sido orientados por el poder establecido (el socialismo capitalista made in Spain), las empresas ligadas al sector del mueble, la decoración, etcétera… se enfrentan al abismo de no saber como continuar ante una competencia incontestable. Los estudios de mercado están en estos casos más ligados a los intereses en la sombra y a la falta de dinero de los ayuntamientos que en la verdadera comodidad y accesibilidad de todo tipo de producto a todo tipo de clientes. Inversión a cambio de rentabilidad que agradecerá la economía del país escandinavo (donde se marchará gran parte de los beneficios).
Las soluciones parecen lejanas e incluso ni se plantean, perjudicando al mundo comercial y produciendo un impacto en una economía muy resentida, aunque estos no son problemas para mandatarios, personajes poco conscientes de la importancia de las micro y medianas empresas para la sostenibilidad de miles de economías domésticas. Explicar las dificultades de los empresarios y de todos aquellos que dependen de ellos es una complicada labor donde está en juego el porvenir de trabajadores entregados a su dura labor diaria, muy alejada de subvenciones y ayudas.
La capacidad de adaptación ante tales movimientos de estas pequeñas empresas es limitada y cualquier desajuste en los mecanismos normales de compra y venta supone el cierre y la ruina de negocios humildes. Las fórmulas para resolver este tipo de problemática en nuestro país deben estar ligadas a la disposición de los gobiernos municipales, autonómicos y estatales y por supuesto en los sindicatos (presuponiendo el conocimiento acerca de la forma de gestionar de todos los estamentos). Crear cooperativas que aúnen intereses de los distintos sectores, asegurándolas y afianzándolas ante posibles ingerencias. La sectorización de la económica debe defender el crecimiento pero sin la destrucción de estructuras ya establecidas.
Salvaguardar la identidad del comercio en Ceuta y trabajar por preservar nuestros intereses debe prevalecer por encima de promesas y cantos de sirena de buscadores de tesoros venidos de fuera, cuyo único fin es “llevárselo calentito”. El reparto de los beneficios debe quedar en casa y para ello deben dirigirse nuevas medidas que inclinen la balanza a nuestro favor, rebajando tasas y aranceles para recibir productos y facilitando la venta por internet al resto del país sin ninguna traba. Reinventar y reconvertir nuestros negocios es algo a lo que estamos acostumbrados, asegurando nuestro porvenir y perdurando un sector donde no tienen cabida empresas que monopolicen y acaparen el mercado, buscando sólo hacerse dueños de un pastel del cual comemos todos.