Asistir a un concierto tributo a una banda es jugar con un gran comodín: el público sabrá muchas -si no todas- las canciones, por lo que nunca dejará en silencio a los que están en el escenario. Pese a esta ventaja que podría señalarse como una falta de originalidad y creatividad musical, a la Reina se le perdona todo.
God Save the Queen es la oportunidad más cercana de ver una resurrección de Mercury en directo. La puesta en escena es casi calcada a los británicos en sus momentos más brillantes, la voz es tan energética como la de Freddie y el público está tan entregado como en el Live Aid de 1985 en Wembley, evento que marcó un antes y un después en la historia de la música contemporánea y que elevó a la banda a su calidad de legendaria.
Esta banda tributo está compuesta por Pablo Padín (voz y piano, Freddie Mercury), Francisco Calgaro (guitarra, Brian May), Ezequiel Tibaldo (bajo, John Deacon) y Matías Albornoz (batería, Roger Taylor). Su show comenzó pasadas las 22.50 horas, teniendo que aplazar la hora de inicio debido a que gran parte del público no logró llegar a tiempo. El Patio de Armas de las Murallas Reales gozó de la máxima asistencia que ha tenido en la programación de Verano Cultural 2019. Esto es algo destacable debido al precio de las entradas (30 euros, el más caro de todos los eventos de esta temporada) y a la fecha elegida, un martes laborable que no coincide en víspera de festivo. Pese a esto, los imitadores de Queen lograron rozar el lleno absoluto: 2.500 almas sintiendo que el show deberá continuar para siempre.
El concierto comenzó con una adaptación libre de ‘We will rock you’ para calentar las palmas y el ambiente. ‘Now I’m here’, del álbum ‘Sheer Heart Attack’ sirvió como carta de presentación de los argentinos, que llevan más de 20 años girando por todo el mundo y con mucho orgullo de llamarse “la mejor imitación de Queen de la historia”. El primer gran himno de la noche tuvo que esperar a la tercera posición: ‘Another one bites the dust’.
El guiño al Live Aid estuvo en todo momento presente: la disposición del escenario con el piano a un lado, la vestimenta del cantante, la gesticulación de los artistas y el acompañamiento luminoso. Todo ello consiguió una atmósfera mágica capaz de hacer sentir a cualquier caballa que estaba en Wembley, que estaba viendo a Freddie en directo y que el fenómeno Queen durará toda la eternidad.
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