God bless Spain!" -¡Dios bendiga a España!-... Así concluyó Obama su último discurso en tierra española. Aunque resulte increíble, esas palabras han suscitado rechazo en determinados sectores de la opinión pública nacional, como ha podido comprobarse en las redes sociales. "¡Habrase visto!", gritan esos malditos.
"A quien se le ocurre mencionar a Dios a estas alturas". Y se han picado más porque Obama es del Partido Demócrata norteamericano, el de izquierdas, el "progresista" en aquellas latitudes. No saben, o no quieren saber, que los Estados Unidos están tan lejos del ateismo que en sus escudos, monedas y billetes lucen la frase "In God we trust". En Dios confiamos. Igualito que aquí.
Hay en España cierta propensión a creer que nuestra Constitución es laicista, es decir, opuesta a cualquier creencia religiosa, cuando la verdad es que consagra el principio de la aconfesionalidad, según el cual, mientras el Estado carece de religión oficial, garantiza la libertad religiosa y mantiene relaciones "con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Así, la Iglesia primero y después las demás Por algo será. Evidentemente, España no es atea, aunque le pese a quienes tanto vociferan.
Cierto es que el ser aconfesional conlleva ciertas condiciones, como se demuestra comparando los calendarios festivos de ahora con los que regían durante el llamado "nacionalcatolicismo" de Franco. Un somero examen basta para comprobar, por ejemplo, que aquellos tres jueves que según el refrán, relucían más que el sol -Jueves Santo, Corpus Christi y la Ascensión- han sido borrados del actual calendario laboral oficial del Estado. Y no solamente esos tres significados días, sino también, que recuerde, el de San José, el de Santiago y el de San Pedro y San Pablo. Al menos seis festividades católicas se han suprimido, y las que aún se mantienen como festivas lo son, a decir de las autoridades competentes, por respeto a su carácter tradicional y popular, porque el pueblo llano las ha celebrado desde muy antiguo, como sucede con el Viernes Santo o con Todos los Santos. A ver quien se atreve a suprimir en Ceuta la inveterada tradición de "la Mochila".
En medio de todo este panorama de supresión de fiestas religiosas cristianas, y con airadas quejas porque un muy relevante mandatario extranjero haya osado mencionar a Dios en España y en público, surge aquí y ahora la solicitud de que se declare festivo el por estos lares incierto día en que termina el Ramadán, con el doble riesgo de que vuelva a suceder lo acaecido el pasado año con el Día del Sacrificio.
Quienes nos confesamos católicos hemos aceptado resignadamente la supresión de importantes festividades de nuestra religión. A decir de las autoridades competentes, y como antes se indicó, aquellas que aún se mantienen lo siguen siendo por estar profundamente arraigadas en las costumbres populares españolas. Con todos los respetos, me permito opinar que el final del Ramadán carece de esa secular tradición en el conjunto del pueblo ceutí, como sí lo es, en cambio, el día de San Antonio, por la secular y conservada tradición de la romería a la ermita del Monte Hacho.
Reconozco la actual, pero no antigua, repercusión del fin del Ramadán en lo que ya es una parte importante de la población de nuestra ciudad. Me doy cuenta de que los mercados, parte del comercio y otros sectores productivos de la ciudad se ven notoriamente afectados durante ese día, pero la vida sigue. Aún habiéndolo percibido, los turistas llegados en el buque 'Oosterdam' esa mismo día, hicieron sus compras y se fueron bastante satisfechos. De haber encontrado todo cerrado, peligrarían sin duda las posteriores escalas previstas para ese y otros buques de la misma empresa armadora.
Si se acepta lisa y llanamente la solicitud de declarar festivo el inconcreto día que se está solicitando, empiezo a plantearme una posible futura petición referida a todos los viernes del año, pues ese es el día festivo semanal del Islam, el de la purificación y la oración colectiva. Mira qué bien; se trabajaría solamente cuatro días a la semana, el puente se presenta atractivo. Pero más bien no se trabajaría nada, porque eso acarrearía la ruina de esta ciudad.
Me consta que nuestros propios convecinos musulmanes esperan a que aparezca en la TV marroquí un locutor felicitando a todos porque las jerarquías religiosas de dicho país acaban de declarar el final del Ramadán, pues han comprobado con sus ojos la concreta fase lunar. Me consta y me duele, porque estamos en tierra española, y sé que el millón largo de musulmanes residentes en la España peninsular e insular se rige por otros criterios más científicos y exactos, absolutamente diferenciados de los marroquíes, algo que, además, serviría para evitar el absurdo patinazo del año pasado con motivo de la fiesta local del Sacrificio.
En definitiva: habría que consensuar una solución al problema planteado, de forma que respete la festividad musulmana sin afectar al devenir más o menos normal del comercio y de las demás actividades. Sé que eso no está previsto en las normas que regulan el calendario laboral, pero, sabiendo buscarla, o incluso promoviéndola, siempre existirá una salida que pueda satisfacer a todos, aunque para ello haya que ceder algo respecto a las posiciones iniciales. Si no existe, habrá que inventar el día laborable para unos y festivo para otros, estableciendo reciprocidad, es decir, que en uno de los días festivos del calendario laboral, trabajen los que descansaron otro día y descansen los que entonces trabajaron. Total, un lío que sin embargo, al menos mi mujer ya tiene resuelto.
Pero nada de dejar totalmente muerta la ciudad. La vida debe continuar con la máxima normalidad posible. Y vistos tanto el último informe del Instituto Elcano como el atroz atropello masivo de Niza, solo queda desear que Dios, ese Dios todopoderoso, creador y justo de todos, bendiga a España en general y a Ceuta en particular: "God bless Spain". "God bless Ceuta". Buena falta nos hace.