En el largo devenir de la humanidad, pongamos 5.000 o 6.000 años antes de Cristo, en las civilizaciones faraónicas, mesopotámicas o chinas, no hubo nunca o no se tienen constatados sucesos que reseñen un genocidio y un holocausto como el que sufrió el pueblo de Israel a manos de la Alemania Nazi, que provocó alrededor de siete millones de muertos en los diferentes países ocupados y en los criminales y terribles campos de concentración donde, de manera calculada y llevada al sadismo más extremo se procedió a su exterminio. No nos asaltan dudas, ni tampoco dejaremos nunca -pase el tiempo que pase- de dejar de decir alto y claro la barbarie cometida contra el pueblo judío que, al cabo, ha sido la mayor ignominia en el largo proceso de la humanidad…
Sin embargo, dejando con total claridad lo anterior, que siempre permanecerá en nuestra memoria colectiva; no podemos también de dejar de opinar sobre otro genocidio y otro nuevo holocausto que a día hoy se está produciendo sobre el pueblo palestino. Porque no es una cuestión opinable que cada uno dé su versión de los hechos que cada día van acaeciendo en la Franja de Gaza; sino que cada día observamos como las calles, las plazas, las casas, los colegios, los campos de refugiados e inclusos los hospitales de cada ciudad van cayendo y se derrumban bajo la intensidad destructiva de las bombas que el ejército de Israel deja caer inmisericorde, sin que les importe la suerte que corre la población que huye llena de espanto a ninguna parte...,
No podemos entender y nos llena de frustración la impunidad con que actúa Israel, y la falta de sensibilidad de EEUU y los países de la Unión Europea ante el bárbaro comportamiento de Israel, que claramente no caben otras palabras para calificarlo como «genocidio» y «holocausto». Porque puesto a elegir otras palabras: ¿qué otras podríamos elegir, ante la destrucción sistemática de cualquier edificación que se levante unos palmos del suelo; incluyendo en esta devastación paranoica hasta los hospitales donde se hacinan miles de heridos con la esperanza estéril de aliviar el dolor de sus cuerpos destrozados por la metralla y el derrumbe sobre sus cabezas de sus propias casas?
La brutalidad y la desproporción en las respuestas a los actos de los palestinos no son de ahora, sino que ya viene anunciada de antiguo; pues es bien conocida la capacidad de aniquilación que desprende la lectura del Antiguo Testamento; al punto que en algunos de sus relatos el mandato divino es la aniquilación total de sus enemigos que se extiende hasta sus animales, para que no quede ningún vestigio que los contamine del contacto con estos pueblos idólatras. Haría bien el Estado de Israel, en abandonar la política de aniquilación de sus enemigos que se halla siempre presente en las páginas del Antiguo Testamento, y aproximarse a una política más cercana y reconciliadora con los países árabes que limitan con sus fronteras; pues si bien su potencial bélico y armamentístico en el presente es superior; tal vez en los próximos años esta superioridad actual quede mermada y se inviertan los parámetros que ahora les dan ventaja.
Y, es claro, que nada hay inmutable y que las circunstancias van cambiando según las prestaciones y los intereses que las naciones poderosas van necesitando... Y, en el caso que nos ocupa, baste que los intereses de EEUU y los países occidentales cambien, pongamos: por motivos económicos o de cualquier otra índole, para que Israel no tenga la ayuda armamentística necesaria para hacer frente a la totalidad de los países árabes ampliados a todos los musulmanes. Por tanto, debe Israel reflexionar, y más pronto que tarde negociar una paz estable y duradera con Palestina y el conjunto de los países árabes -ahora que tiene el necesario apoyo y la capacidad suficiente - para que no ocurra un «nuevo éxodo» que desde luego tendría unas consecuencias terribles y devastadoras…
En todos estos acontecimientos de muerte y destrucción que vienen acaeciendo en Palestina de manera reiterativa desde el año 47 del siglo pasado, sin que se haya avanzado para la consecución de la paz, existe –a mi modo de ver- alguna cuestión que se nos escapa, y que por mucho que elucubremos y pongamos al pensamiento a reflexionar desesperadamente en busca de alguna respuesta que pudiera dar con la llave a alguna solución posible que contentara a todas las partes implicadas en el eterno conflicto, no, no la hallamos. Sí, es verdad, en todo este entramado de este duradero conflicto de 77 años, algo se nos escapa de la condición humana que hace imposible que se resuelva de modo pacífico; y, sólo se apunte en la desesperanza de las partes implicadas la aniquilación total de la otra parte en litigio. A veces la cultura ancestral y primigenia de los pueblos en cuestión es tan profunda y determinante, que hacen del todo imposible cualquier solución pactada; y, a preferir, prefieren el trágico camino de la perdición sin que en el horizonte se alumbre una luz de esperanza…
Y, porque los tiempos cambian, y con los cambios cambian también los intereses económicos de apoyar a un determinado país o a otro. La mala conciencia de algunos de los países de la Unión Europea que miraron para otra parte mientras la Alemania Nazi procedía al exterminio de los judíos. Israel no debe dejarse llevar por su situación de superioridad actual sobre los países árabes, porque como ya hemos mencionado, las cañas se pueden volver lanzas contra ellos, y ya no tendría remedio. Ya en el siglo primero Roma a través del emperador Vespasiano y su hijo Tito -más tarde también emperador- destruyeron en el año 70 el segundo Templo de Jerusalén -que había restaurado Herodes- que se menciona en las «Guerras Judías contra Roma,» que había descrito en sus crónicas el judío Flavio Josefo***. Y, que le supuso que de manera manifiesta, todos aquellos judíos que habían luchado contra Roma le tacharan de traidor por ponerse de parte de los romanos. Aunque en realidad, trato de evitar la masacre que se avecinaba y la destrucción del templo; advirtiéndoles a las autoridades judías que oponerse con la fuerza de las armas a Roma sólo traería desolación y muerte, tal como así sucedió. A Flavio Josefo se le atribuye la famosa frase en la que se afirma lo siguiente: «Dios ya no habita en Jerusalén con los judíos; porque Dios ya habita en Roma».
Por tanto, debe de cesar de inmediato la guerra en la Franja de Gaza y en todo Oriente Medio, y abrirse un periodo de negociaciones de paz auspiciado por la ONU y las naciones más poderosas con influencia en la zona. Israel debe de retirarse a las fronteras establecidas antes de la guerra del 67 llamada de los «Seis Días» y devolver todos los territorios ocupados en esa contienda bélica. Y, proclamarse una paz definitiva entre Israel y los países árabes con la garantía de la Asamblea de la ONU, y la creación del Estado de Palestina en convivencia pacífica con el Estado de Israel.
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