Opinión

Los gases de efecto invernadero y la Salud

A día de hoy, el cambio climático es responsable del 37 por ciento de las muertes asociadas al calor, unos diez millones de personas mueren debido a la contaminación atmosférica y, a finales de siglo, a medida que el planeta siga calentándose, la malaria y el dengue amenazarán a más millones (Ana M. Vicedo-Cabrera). Pero esto no es nuevo. En 1995 el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC) advertía que dicho cambio climático supondría amenazas para la salud humana, pues se duplicarían o triplicarían el número de muertes debidas al calor, se alterarían los suministros de alimentos, desplazaría a millones de personas y la diseminación de climas tropicales más calientes traería malaria, encefalitis, además de otras enfermedades infecciosas provocadas por inundación del alcantarillado y los sistemas sanitarios costeros. En parte esto está llegando ya.
Como nos explica la epidemióloga ambiental Ana M. Vicedo-Cabrera, cuando nos exponemos a temperaturas elevadas, los humanos disponemos de diversos sistemas para mantener la temperatura corporal dentro de un rango seguro cercano a 37 º C. Pero necesitamos que el aire que nos rodea sea lo bastante fresco y que la humedad sea lo bastante baja para refrescarnos, pues si llegamos a un cien por cien de humedad, pasaremos a lo que se denomina “temperaturas de bulbo húmedo”, que alrededor de los 35 º C son letales. Las poblaciones que más se verán afectadas serán las muy urbanizadas y con mayores niveles de desigualdad.
Hace unos años, un grupo de profesores de la Universidad de Granada y de la Universidad Complutense de Madrid, realizamos una investigación sobre el impacto del cambio climático en la economía y en la salud. Dicho estudio se basaba en las formulaciones teóricas que diseñaron para medirlo en los años 70 el biólogo Paul Ehrlich y el físico John Holdren. El índice que propusieron incluía el total de la población de una zona, la riqueza per cápita que se produce y la degradación medioambiental que se genera a consecuencia de lo anterior, que se puede medir por toneladas de gases de efecto invernadero lanzadas a la atmósfera. Por otro lado, Amartya Sen consideraba que una de las variables que nos podría dar una visión más completa de la realidad económica y social de un país era el índice de mortalidad.

"Pero de aquél primer análisis, surgieron resultados sorprendentes"

Usando el índice de Ehrlich y Holdren y el índice de mortalidad, propusimos un modelo de panel con los datos disponibles en el Banco Mundial para los 214 países que se tienen registrados. Estos datos están disponibles desde los años 60. Y aunque el primer análisis lo hicimos con datos hasta 2016, en la actualidad hemos incluido datos hasta 2022, cuyos resultados expondremos próximamente en un congreso de estadística. En su día publicaremos las nuevas estimaciones.
Pero de aquél primer análisis, surgieron resultados sorprendentes. Por un lado, del modelo estadístico usado se infería que nuestra actividad económica estaba afectando claramente al incremento de la mortalidad en el mundo. Por otro, y esto era lo realmente asombroso, se descubrió que esta influencia se producía en mayor medida en los países desarrollados, añadiendo Rusia y China. Es decir, el impacto negativo que se producía en el planeta estaba provocando una especie de “efecto búmeran”, que empezaba a golpear con fuerza a aquellos países que más contribuían al mismo.
Con los nuevos datos de las variables del modelo actualizadas hasta 2022, lo que ya podemos adelantar es que el mayor impacto ambiental se sigue produciendo en los países de altos ingresos. Aunque si analizamos el volumen de emisiones por unidad producida, claramente el mayor impacto se produce en los países de medianos ingresos, que son los de mayor población, aunque no los de mayor PIB. Y si estos datos los analizamos por grandes zonas económicas, se observa que los países de la OCDE siguen siendo los que mayor impacto ambiental causan al planeta, aunque en términos relativos de emisiones por unidad de producto, los más contaminantes pasan a ser los países menos desarrollados, pese a no ser los que concentran una mayor población.
En estas circunstancias, cobra mucho más valor que la transición ecológica sea justa y que se lleve a cabo a través de una acción coordinada y global. Y que junto a las importantes y controvertidas decisiones políticas que se deberán tomar, las empresas jueguen un papel de primer orden. Sus decisiones de inversión. Sus sistemas de gestión responsable y sostenible. El mayor o menor grado de colaboración con los gobiernos y con los organismos internacionales. Todas estas cuestiones serán decisiones estratégicas que, además de su posicionamiento en los mercados, contribuirán sobremanera a que el planeta sea o no sostenible. Priorizar estas políticas debe ser una de las principales orientaciones de la planificación económica de los gobiernos responsables. Y esto es incompatible con las políticas restrictivas en salud, educación e investigación. Porque, ya, lo que está en juego no es el mayor o menor crecimiento económico, sino la propia supervivencia humana sobre el planeta.
Por todo lo anterior, urge que España cuente pronto con un gobierno progresista y estable.

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