Las cunetas de las carreteras nacionales y los caminos que llevan a zonas más o menos alejadas del casco urbano, pero también el centro y las barriadas de Ceuta, como las playas, muestran cada vez cantidades mayores de las pequeñas cápsulas metálicas que los consumidores del denominado ‘gas de la risa’ utilizan para ingerir óxido nitroso, “un fluido cuyas propiedades analgésicas e hilarantes descubrió en el siglo XIX el dentista Horacio Wells, que observó cómo, tras su consumo, un individuo sufría un ataque de risa y un importante traumatismo sin mostrar señales de dolor”.
Concebido para uso médico, su consumo como psicotrópico en contextos lúdicos llegó a España de la mano de los turistas británicos que aterrizaban en Baleares, donde primero se popularizó su consumo indirecto una vez descargado en globos para su inhalación compartida.
“La única vía de administración del óxido nitroso”, alertan desde la Consejería de Sanidad, “es pulmonar inhalada por boca, de forma frecuente a través de globos para conseguir una mezcla de aproximadamente el 65% de oxígeno y el 35% de óxido nitros, pero en pandemia la utilización compartida también resulta contraproducente para la transmisión y contagio de la COVID-19”.
La propagación del coronavirus es el último factor de riesgo que suma el ‘gas de la risa’, pero no el único de índole sanitaria: “Las consecuencias directas del consumo son menos llamativas que las de la cocaína o la heroína, pero eso no quiere decir que no puedan ser graves: si se toma directamente de la cápsula puede causar quemaduras graves en las vías respiratorias porque está a muy baja temperatura”, advierten desde la Sociedad Española de Neurología sobre un producto de relativamente fácil acceso como producto que también se utiliza para cocina y repostería.
Además, el gas, que actúa como depresor del sistema nervioso central, afecta a la memoria y a las respuestas motora y refleja hasta el punto de que “parece ser que su uso repetido puede causar problemas de atención de manera permanente”.
Por añadidura presenta “considerables efectos adversos” cuando es empleado durante periodos largos de más de seis horas o de manera repetida. Estas acciones se traducen en un efecto tóxico principalmente sobre la médula ósea (mielodepresión, anemia y leucopenia) y también neurológico (neuropatía periférica), efectos a los que están “altamente expuestos” los consumidores “con finalidad recreativa”, remarcan los expertos.
La vía de administración usada para consumir esta sustancia y el hecho de que se comparta “la hace aún más peligrosa en el contagio frente a la enfermedad del coronavirus”, pero no sólo eso. “Además, la ingesta de oxido nitroso por parte de nuestros menores se asocia al de alcohol, cachimba y otras sustancias ingeridas por vía oral y/o pulmonar”, por lo que la Consejería de Sanidad advierte del “peligro” de su consumo y hace una llamada “a la responsabilidad” tanto de los jóvenes menores como de sus progenitores.
En el campo medioambiental, los residuos que cada vez proliferan más son un factor que se acumula al hecho de que “es un importante gas de efecto invernadero con una permanencia media de 100 años en la atmósfera”. Actualmente se le atribuye el 5% del efecto invernadero artificial, además de atacar la capa de ozono, reduciéndolo a oxígeno molecular y liberando dos moléculas de monóxido de nitrógeno (NO).
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