Es un secreto a voces, comentan los profesionales del sector, persistente desde hace años. Algunos de los denominados furtivos son pescadores deportivos que obvian el Real Decreto 347/2011 por el que se regula la pesca marítima de recreo en aguas exteriores. Consiguen un sobresueldo con la venta de piezas de mero, abadejo o sama. Fuentes consultadas hablan de que más de la mitad de este colectivo en Ceuta estaría implicado, afirmación que los aficionados desmienten al considerarla exagerada ya que se trata de una disciplina deportiva respetable que se promociona como reclamo turístico. En definitiva, existe pescado que acaba en mayor o menor medida en determinados puestos del mercado y restaurantes y cuyo origen se desconoce. Algunas piezas también se exhibirían en la plaza con la marca del arpón.
El principal sector económico afectado por este intrusismo es la Cofradía de Pescadores. “Todo lo que quite la deportiva, repercute en nuestro bolsillo y en el futuro de la mar”, explica uno de estos trabajadores mientras repara la red antes de salir a faenar. “Cuando eliminan la sama, ese pez desaparece y ya no está para que nosotros podamos ir a capturarlo”, señala. Además, quien se dedica a esta actividad disfrazado de pescador deportivo, “no tiene gastos como la Seguridad Social, que nosotros sí costeamos”, comenta otro miembro de la Cofradía que sigue la conversación.
Una de las formas con las que las autoridades cuentan para descubrir al infractor, coincidieron tanto pescadores deportivos como profesionales, consiste en evaluar los aparejos que porta la embarcación y comprobar que se ajusta a la “línea de mano, caña, curricán, volantín y potera, así como accesorio para subirlas a bordo” además del número y peso de piezas.
No es la única amenaza para los profesionales, la fauna marina y los recursos pesqueros de la bahía, que pueden acabar esquilmados. Procedente de Marruecos, la invasión de aguas ceutíes por parte de unas 50 pateras, en el más halagüeño de los escenarios, también tiene repercusión tanto en las cuentas de la Cofradía como en la riqueza de la zona marítima correspondiente a la ciudad, una denuncia formulada por la asociación ecologista en Septem Nostra en ocasiones anteriores.
Desde la barriada Juan XXIII o los sequeros de la explanada del Chorrillo, los interesados pueden comprobar que esas embarcaciones de casco azul se adentran en la costa ceutí hasta tierras de la Roca del Pineo, explican integrantes de la Cofradía, con el fin de coger pulpo, pargo, besugo o choco. La situación se reproduce en la Bahía Norte, aseguran los mismos pescadores.
La Delegación del Gobierno comunicó que no tiene constancia de denuncia alguna por pesqueros marroquíes que hayan podido entrar a faenar en aguas españolas. Desde esta representación de la Administración central informaron de que la Guardia Civil dispone de una patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil de manera permanente tanto en la Bahía Sur como en la Norte que no solo se encarga de la pesca, sino también de la inmigración y del narcotráfico.
La Cofradía reconoció que no pone denuncias porque el Gobierno “se lo permite a los marroquíes con tal de evitar los conflictos”, critica el pescador que zurce la red en sus instalaciones portuarias. “La Guardia Civil no puede hacer más de lo que ya hace, y en ningún caso criticamos su esfuerzo ni el trabajo que demuestra con sus expulsiones”, indica Antonio Sosa de Haro, presidente de la Cofradía de Pescadores.
La Cofradía pide a Madrid más flexibilidad en los límites de pesca por GPS
El principal problema al que se enfrenta la Cofradía ceutí radica en las últimas medidas establecidas por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente para la práctica del cerco en la Bahía Sur, es decir, el sistema por el que una trajiña enciende focos por la noche para atraer al pescado y, cuando se encuentra alrededor del casco, un bote se encarga de echar las redes.
“Cada uno de los patrones nos hemos gastado 3.000 euros en un GPS instalado en el puente que envía a Madrid nuestra localización durante las 24 horas. En caso de que faenemos a más de 30 metros de profundidad se considera que invadimos aguas marroquíes o pescas en tierra y avisan telefónicamente para comunicar que estás infringiendo la distancia y que pueden sancionarte”, expone su presidente Sosa de Haro, que asegura que ya solicitaron al Gobierno que rectifique esta medida porque se han quedado sin espacio en la Bahía Sur teniendo en cuenta que este año se instalaron tres almadrabas en la zona. “A los pescadores españoles nos obligan a cumplir una serie de requisitos y a disponer de equipos, mientras que los marroquíes pueden hacer lo que quieran”, añade.
Hace unas tres semanas, recuerda Sosa de Haro, mantuvieron un encuentro con representantes de ambas administraciones y sindicatos. Sin embargo, lamenta el presidente de la Cofradía, “se pusieron muchas pegas por parte de la Delegación del Gobierno”. Este portavoz aclaró que no piden dinero, solo quieren pescar: “Yo soy igual de español que los pescadores de la península, el problema es que ellos tienen una mayor extensión de mar para faenar y aquí no hay nada”.
“Antes los marroquíes pescaban con arte a la deriva para la captura del pez espada o el marrajo hasta que sus autoridades lo prohibieron. Entonces, muchos se han echado al palangre y tenemos a barcos que han esquilmado los caladeros del norte de Tánger y sur de Tarifa haciendo ahora lo mismo en la Bahía Norte. No hay pescado desde hace un mes y medio”, lamenta este portavoz del colectivo. En cuanto al trasmayo y el cerco, los trabajadores del mar se quejan de que sus compañeros alauíes calan los anzuelos por encima de las redes que ellos han desplegado con anterioridad en el fondo junto a la señalización así que que los marroquíes “levantan el trasmayo y lo destrozan”.