Cuando las gestiones políticas son desastrosas se buscan espectáculos con los que intentar curar las heridas. Y para eso no hay nada más oportuno que los minutos de silencio o los funerales a gran escala. Es lo que ha pasado en Valencia, montan un funeral por las víctimas de la DANA como quien organiza una celebración, cuando resulta que nada hay que celebrar y demasiado que recuperar.
Quienes han perdido a sus seres queridos los han llorado antes y los seguirán llorando siempre. No necesitan funeral, tampoco arzobispo, ni pose político, ni medios de comunicación cubriendo ese dolor.
Ellas, las víctimas, no lo necesitan. Sí lo necesita la burocracia, esos que han fallado de manera estrepitosa, que no han cumplido como gestores, que no han sabido estar a la altura de uno de los peores desastres sufridos por este país.
Con funerales y minutos de silencio algunos creen que arreglan todo, lo único que consiguen es incrementar la carga de hipocresía en una sociedad que únicamente necesita resultados, poder salir adelante, empezar a construir sus vidas desde cero.
Ese exhibicionismo gratuito del dolor, porque lo es, no sirve más que para la galería de una clase política que cuando quiere se sostiene en una Iglesia que cada vez da menos ejemplo de lo que debiera.
Yo creo en Dios, pero dejé hace muchísimo tiempo de ir a misa. Suele ocurrir cuando quienes ofrecen sermones no representan ni lo que trasladan, cuando quienes deben dar ejemplo, por ejemplo, del voto de pobreza, se presentan como todo lo contrario. La Iglesia maquillada se hunde.
El dolor de Valencia se ha convertido en un espectáculo con unos reyes a los que ya nos les arrojan barro y una clase política muy puesta que no dio la talla. Son así. No nos pilla tan de lejos. En Ceuta son capaces de organizarte un minuto de silencio por quienes mueren en el mar para que la prensa les saque fotos, pero a la vez son igual de capaces de celebrar un acto en la residencia Gerón con copa y montaditos mientras unos inmigrantes se mueren en aguas de Santa Catalina. Y no dejaron de comer ni de beber, ni de posar. Son así. La foto es la foto.
Gracias señora Echarri por poner negro sobre blanco a lo que pensamos una mayoria de españoles, creyentes o no. No todo vale, cobijarse bajo tunicas sagradas para intentar esquivar su responsabilidad no solo es de cobardes y malos gestores es una vileza.