"Aquí Bravo. Estamos en Calamocarro con el incendio. Sí, otra vez, junto al arroyo”. Esta era la información que los policías locales y los guardias civiles daban a sus compañeros a través de los walkies-talkies nada más llegar a la zona del incendio. Muchos de ellos habían sido llamados hace unos minutos, en situación de emergencia, desplazándose de sus responsabilidades en la Operación Feriante o en el embolsamiento de Loma Colmenar.
Estaban en Calamocarro, muy cerca de donde ocurrió otro desastre ambiental el pasado 8 de julio, que calcinó 50 hectáreas de terreno con alto valor ecológico. Este nuevo fuego, bastante más pequeño que ha calcinado finalmente una superficie de 10,75 hectáreas según ha informado este miércoles la Ciudad, también ha obligado -como en julio- a desalojar el centro de menores de Punta Blanca y a dos familias que vivían en casas cercanas al foco originario del fuego.
El Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) recibió la primera llamada a las 10.30 horas de este martes, alertando de una gran columna de humo cercana a Punta Blanca y Calamocarro. Se activó entonces el protocolo habitual: se envió una dotación completa de bomberos para comprobar si era una quema de rastrojos problemática o un suceso mayor. Tras comprobar que se acercaba más a lo segundo, el SEIS y el resto de cuerpos de seguridad, voluntarios y trabajadores -Guardia Civil, Policía Local, Cruz Roja, Protección Civil, Obimasa y Trace- se pusieron manos a la obra a las 10.40 horas, diez minutos más tarde, cada uno con su misión particular, buscando siempre el mismo objetivo: rescatar a las personas y animales, minimizar el daño ambiental y extinguir el fuego lo antes posible.
Durante los primeros minutos de intervención el fuego estaba a pocos metros de la N-354. En esta vía de carril único para cada sentido se paraban numerosos coches para tomar fotografías o acercarse a preguntar qué estaba pasando. Estas acciones, que la Policía Local despejaba sin muchos problemas, no hacía más que entorpecer la labor de los servicios de emergencias.
Pese a lo que parecía un caótico trasiego de efectivos, todos y cada uno de los integrantes de diferentes cuerpos estaban perfectamente coordinados en su tarea. En total, se destinaron a 56 efectivos del SEIS, siete vehículos bomba y el helicóptero del Ministerio de Agricultura KZ 53 Almoraima, uno de los que también participó en el incendio del 8 de julio.
La información de los vecinos, primeros testigos de lo sucedido, resultó vital para el desarrollo de la acción contra el fuego y para esclarecer si hubo algún tipo de responsable. Bien por el nerviosismo en las declaraciones, por rumores engrandecidos o por bulos malintencionados, se llegó a hablar de un posible autor identificado o una persona desaparecida cerca del fuego. Con el paso de las horas y después de los vistazos de la Policía sobre el terreno, ninguna de estas dos informaciones se confirmó.
Más medios de bomberos y de organismos de la Ciudad se fueron incorporando conforme pasaban las horas. Allá donde ya habían rociado con agua los agentes del SEIS quedaba un remanente de humo que había que vigilar con mucha cautela. Muchos de estos pequeños focos se reavivaron fácilmente con la acción del viento. Tocaba volver a la zona ya calcinada e ir refrescando para no dejar ningún fuego vivo.
Las condiciones climatológicas, según el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Jesús Vivas, no han sido “adversas” ya que se mantuvieron estables en toda la jornada. Gracias a esto, la planificación de la acción contra el fuego funcionó bien.
Pero esta falta de adversidad no quiere decir que las condiciones fuesen favorables para apagar el incendio. La temperatura alcanzada durante el martes alcanzó hasta los 31 grados a las 13.00 horas, cuando el fuego aún no estaba ni estabilizado; el viento de poniente, que fue constante y que llegaba a reavivar algunos pequeños focos en zonas por las que el agua ya había pasado; y la baja humedad, que osciló entre el 28 y el 42 por ciento, una característica del aire que viene del oeste que no ayuda a apaciguar el fuego.
El Gobierno de la Ciudad activó a las 13.27 horas el nivel de alerta dos del Plan de Incendios Forestales. Esto indica que los daños que pudo causar el fuego serían materiales, ambientales de extensión limitada y a personas, pudiendo ser aún controlados con los recursos y servicios que dispone la Ciudad Autónoma. El caso del anterior incendio del 8 de julio se elevó esta alerta a nivel dos, cuando la emergencia causa graves daños a personas, bienes o el medio ambiente para los que se requiere de ayuda externa -la Unidad Militar de Emergencias, en este caso-. Esta alerta se redujo hasta el nivel cero a las 17.34 horas, cuando se retiró el helicóptero del Ministerio de Agricultura y se continuó trabajando con 40 efectivos terrestres del SEIS.
No hubo que lamentar daños personales -solamente un esguince de un vecino de la zona, que no precisó de ingreso hospitalario- y lo más destacable de la jornada fue la evacuación de dos familias y de 17 menores residentes del centro Punta Blanca, que fueron trasladados al polideportivo de Santa Amelia. Horas después, a las cinco y media de la tarde, los menores pudieron regresar a este centro. A las 20.01 horas, el SEIS dio por extinguido el incendio.
Una vez que los bomberos fueron apagando las llamas en el terreno ya calcinado, aún quedaban pequeños focos que podían reavivarse con facilidad. Y así fue: muchos de estos puntos aún calientes volvieron a arder con un poco de viento seco de poniente, generando nuevas humaredas. Por ello es importante destacar las labores de refresco ejercidas por los efectivos del SEIS y de Obimasa, quienes se encargaron de recorrer cada palmo de terreno afectado para asegurarse de que toda la zona ya era segura y no había riesgo de nuevos incendios. En la vivienda más próxima al origen del incendio, sede de la Asociación Paintball Ceuta se instaló una cuba de la empresa de limpieza Trace y un camión de bomberos para humedecer las paredes y la vegetación de esta casa. Durante estas labores, se reavivaron hasta tres pequeños focos a la vez que obligaron a una rápida movilización de Obimasa. Al término de estas acciones es cuando un incendio forestal se puede dar como estabilizado -si su evolución ya es favorable-, controlado -rodeado y sin que pueda avanzar más- o extinguido -si no hay posibilidades de que se reavive-.
Un viento seco pero estable durante el día. El viento de componente oeste trae un clima más seco a la ciudad autónoma que no ayudó a despejar las llamas. Sin embargo, se mantuvo en la misma dirección e intensidad a lo largo del día, por lo que fue posible tejer un plan de acción adecuado con esta previsión meteorológica.
Trabajo de 56 bomberos, siete vehículos bombas y un helicóptero. Hasta el incendio se incorporaron 56 efectivos del SEIS, siete camiones con agua y el helicóptero del Ministerio de Agricultura. A ello se le sumó la labor de los trabajadores de Obimasa, Guardia Civil, Policía Local, Cruz Roja, Protección Civil y Trace.
Ni se encontró a un posible autor ni hubo un desaparecido. Tras las declaraciones de los testigos del fuego, los vecinos, se dio a entender que había una persona identificada como responsable del fuego y se buscaba a un desaparecido. Ninguna de estas dos afirmaciones ha sido confirmada. Sí es cierto que el Seprona identificó a una persona de la que se valora aún su relación con el incendio forestal.
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