El Mercado de Hadú, un sábado por la mañana, difiere mucho de lo que era antes. Ahora se percibe menos vida, hay más puestos vacíos porque muchos han echado el cierre. Sin embargo, todavía queda algo de vida y color gracias a la fruta y verdura del puesto número 91. La frutería de Mohamed Abdelkader es uno de los puntos que ha visto nacer este mercado en 1986 y que todavía se mantiene desde entonces.
Abdelkader, con 62 años, presume de haber “inaugurado” este mercado y no es para menos, ya que lleva más de treinta años en el lugar. Desde sus inicios está “buscándose las habichuelas”, tal y como él explica, para que su negocio se mantenga. Y parece que todavía sale adelante con las ventas. “Nos vamos defendiendo. Quien está aquí es porque todavía se saca un sueldo. El que no está es porque ha cerrado, porque no sacaba dinero”, zanja.
Antiguamente, el Mercado de San José no se encontraba donde está ahora. En su momento, los comerciantes que estaban en el mercado antiguo fueron llamados para que establecieran sus puestos en la nueva ubicación. Y este también fue el caso de la frutería de Abdelkader. Su padre fue quien le mostró el negocio desde que era un niño, cuando el puesto se encontraba todavía en plena calle. Al caer enfermo fue Mohamed quien ocupó su lugar y quien posteriormente se trasladó al otro mercado.
El dueño de este establecimiento todavía recuerda el bullicio del Mercado de Hadú en esos tiempos, el momento de mayor esplendor del comercio local. Pero poco queda de eso. “Antes se vendía más porque no había supermercados. La fruta y la verdura era baratísima y había mucha gente. Ceuta tenía más negocio, pero ahora no hay apenas”, lamenta el comerciante. Esto mismo es lo que provoca que, poco a poco, los puestos de este antiguo mercado vayan echando el cierre.
Abdelkader tiene 62 años y los años de esfuerzo van pesando. “Todos los días trabajando, desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde, y el cuerpo no da para más. Ya son muchos años de trabajo”. Le quedan tres para jubilarse, pero incluso se ha planteado continuar si el negocio todavía va bien. “Yo me quedo el tiempo que haga falta, mientras que esté bien”, explica. Y si no fuera posible, no le importaría que uno de sus tres hijos heredara el negocio familiar. “Si quieren venir son bienvenidos. Les enseñaría cómo se hace, me quedaría con ellos hasta que aprendieran, y ya si ellos quieren quedarse, que se queden. Me gustaría que mis hijos continuaran aquí”.
Mohamed Abdelkader insiste en la importancia de los mercados locales y la calidad del producto de proximidad. Por ello la ciudadanía debe recordar que los mercados siguen ahí, envejeciendo con la ciudad. “El mercado no puede desaparecer. Si desaparece, también lo hace la mejor mercancía, las mejores frutas y verduras. Lo más fresco y bueno viene al mercado, no al supermercado”, defiende el comerciante.
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