Hace unos meses estábamos preocupados por los asaltos al perímetro fronterizo. Los informativos nacionales abrían con inmigrantes enganchados a las alambradas, informando sobre lesiones de guardias civiles y de la agresividad que comenzaban a esgrimir los inmigrantes aleccionados por las mafias. Esta alarmante situación ha cambiado gracias a la buena relación entre las autoridades de ambos países y, por supuesto, por la aportación económica y de medios para que Marruecos blinde sus fronteras.
La muy buena relación entre ambos países no sólo se refleja en los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla, también en el refuerzo de sus costas para la lucha contra el narcotráfico y la inmigración irregular. Minimizar estos logros sería una temeridad, porque es evidente que en el perímetro fronterizo se respira tranquilidad. Esto es una realidad incuestionable que redunda muy positivamente en la seguridad de todos los ciudadanos.
El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, ha visitado Marruecos para hablar de inmigración, tráfico de personas y narcotráfico. Hay que ser muy ingenuo para pensar que en su agenda estaba el tránsito de mercancía y el comercio atípico, entre otras cosas porque cada país decide por dónde y qué impuestos se debe pagar por los géneros que entran en su país.
Las autoridades marroquíes han decidido acabar con el comercio atípico porque no paga impuestos y no genera riqueza al país. Ese es su mensaje, podemos no estar de acuerdo, pero ellos tienen la llave para decidir qué entra o no. Lo hemos dicho en más de una ocasión y lo decimos con sentimiento, porque sabemos de las muchas dificultades que van a pasar las personas que se dedicaban al porteo.
Lo que mal empieza mal acaba. La frase es la crónica anunciada del comercio atípico. Todavía recordamos los apedreamientos a guardias civiles que aprovechaban los porteadores para lanzar mercancías por encima de la valla, lo que llegó a conocerse como la técnica del voleibol. Las críticas por intentar evitar lesiones o muertes de personas provocadas por las avalanchas organizadas por las mafias, “los empleadores de porteadores”. En AEGC sabíamos que el porteo tenía los días contados por muchas razones, entre ellas la imagen nefasta que daba esta actividad a ambos países.
Las autoridades del vecino país están legitimadas para acabar con el porteo, pero no deben olvidar que lo legítimo puede ser injusto si no se ha pensado en las personas que comen de esta actividad. En el caso que nos ocupa han dejado sin ingresos a miles de ciudadanos que sobrevivían del porteo. Esta misma semana, vecinos de Castillejos comentaban que la empresa de distribución de electricidad había retirado en más de seiscientas viviendas los contadores de suministro eléctrico por no poder abonar la luz estas familias. Desconocemos la veracidad de los datos, pero no creemos que se aleje mucho de la realidad.
En Ceuta, al otro lado de la frontera, muchos ceutíes se han quedado sin ingresos. No existe la profesión de porteador, no tendrán paro. Se han quedado sin nada. Curiosamente esta semana el relator de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, Philip Alston, denunciaba que estaba sorprendido y muy preocupado por los bajos índices de protección social en nuestro país después de visitar seis comunidades autónomas.
Alston no visitó Ceuta porque la sorpresa hubiera sido mayúscula.
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