El 28 de enero de 2020, la frontera del Tarajal que separa Ceuta de Marruecos registró el pase de la mayor carga de hachís que se recuerda oculta en un vehículo. Nada menos que 630 kilos repartidos en distintas partes del coche. Su conductor fue condenado a 4 años y 4 meses de cárcel. Aquel suceso tuvo su particular historia porque nunca nadie se había atrevido a colar tan elevada carga, desvelándose que había actuado con la connivencia de aduaneros marroquíes que fueron sancionados.
Hoy el paso fronterizo del Tarajal permanece encorsetado por los controles que llevan a cabo tanto las fuerzas de seguridad españolas como las marroquíes. Controles aplicados con celo tanto en la revisión de documentaciones como en el registro de vehículos. Así, en las últimas semanas, no solo se han detectado intentos de entrada de personas con orden de busca y captura sino que también se han localizado los primeros narcóticos que intentan ser introducidos en España o Marruecos a través del paso fronterizo, tanto pastillas psicotrópicas como hachís. En todos los casos se ha abortado el pretendido negocio o se le han colocado las esposas a quienes antes cruzaban fronteras con la tranquilidad de no ser detectados.
El Tarajal pretende convertirse en un bunker. La incógnita está en el tiempo que podrán mantenerse esos controles al detalle sin flaquear, sin permitir que por esa línea no se sepa ni lo que entra ni lo que sale, como sucedía antes de su cierre por la pandemia, en el año 2020, algo que incluso reconocía la propia Delegación del Gobierno.
La Policía Nacional vio reforzada su plantilla mientras avanzan los sistemas de control aunque todavía estén alejados de, por ejemplo, las medidas de reconocimiento facial que querían aplicarse a la población transfronteriza que a diario sortea este paso y que no se han activado. El hecho de que el Tarajal siga sometido a un control restrictivo que, entre otras cosas, impide la entrada en Ceuta sin visado, acompaña esos controles al toparse con una menor cantidad de personas que fueran potenciales usuarios del paso fronterizo.
Los resultados de esta realidad se aprecian a pie de puerto, en Ceuta. La Guardia Civil cifra en prácticamente mínimos los servicios que se saldan con decomiso de hachís en el embarque del puerto. La cantidad de droga que entra en la ciudad es mucho menor, teniendo como vías de acceso la marítima o los drones.
Esto tiene su efecto directo en la caída de las detenciones por narcotráfico a pequeña escala tanto en coches como utilizando las llamadas ‘mulas’.
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