La elección del 17 de mayo como fecha para la apertura del paso
fronterizo del Tarajal, que separa Ceuta de Marruecos, ha levantado ampollas. Hay quienes ven en la combinación de ambos dígitos algo así como una afrenta. Otros en cambio, optan por dejar de mirarse el ombligo y mirar más allá de la rememoración de aquella jornada en la que
el rey Mohamed VI decidió tambalear, como nunca lo había hecho, las relaciones con España. Esta noche, a partir de las doce, reabrirá un paso fronterizo que ha permanecido casi 800 días cerrado. En concreto 794, con sus días y sus noches, con sus prórrogas en el BOE y con sus fechas de apertura no cumplidas. Esta noche se abrirá una frontera que tanto España como Marruecos tienen claro cómo no quieren que vuelva a ser. No habrá contrabando, no habrá porteo, no habrá coches patera, no habrá entrada y salida de la misma persona en varias ocasiones en la jornada para alimentar el comercio ilícito en goteo. Ni España va a permitir las avalanchas que según la
delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, le causaban pesadillas, ni Marruecos va a dejar que las porteadoras protagonicen más episodios tercermundistas. Aquellas mujeres cuyos cuerpos eran transformados y difuminados por enormes bultos a sus espaldas que las cosificaban como mulas mientras hombres las 'jaleaban' para cruzar a la carrera el paso fronterizo o arrastrar los carritos repletos de mercancía ni pueden ni van a volver.
La locura motivada por la fiebre del bulto enriqueció a muchos pero también provocó muertes, pisoteó los derechos humanos más básicos y tejió una economía sin control. Todo ello a las puertas de una frontera que dejó de serlo hasta transformarse en un paso infranqueable, en donde cruzarla suponía invertir horas, soportar colas y en donde se desvirtuó cualquier tipo de relación. El Tarajal abre tras dos años de cierre, después de sufrir una degradación que la había alejado de lo que se entiende como frontera. Era un paso sin control, algo reconocido por la propia Delegación del Gobierno con esa famosa frase de "no sabemos ni lo que entra ni lo que sale". Ahora el Ministerio del Interior quiere que la regulación sea un hecho. Y costará, generará problemas e incidencias, pero solo será una línea de tránsito para personas adecuadamente documentadas, con registro de vehículos y mercancías... como cualquier control fronterizo que la transforme en un paso europeo y no en la peor línea más propia del menos desarrollado país africano.
La Frontera Sur de Europa ha sacado demasiado colores al Viejo Continente que dejó que se transformara en una burda trinchera. La apertura gradual vendrá a significar qué se quiere de un Tarajal que aspira a ser provechoso para los ceutíes que puedan, como lo hacían antaño, ir y volver de un país a otro sin más problemas que el de mostrar un pasaporte. Y ahora, por imperativo del covid, un certificado sanitario. Esta mañana la Delegación del Gobierno acogerá una comparecencia con la plana mayor de la Policía y de la
Guardia Civil para dar los detalles de lo que se espera del Tarajal, de lo que rechazan unos países que anunciaron unas relaciones distintas. Este 17 de mayo, precisamente un año después de la entrada masiva de miles y miles de marroquíes, se confía en que sea una fecha para recordar por lo contrario.