Llega la tercera entrega sobre las frases típicas y los chascarrillos de la tierra, de los cuatro puntos cardinales de Ceuta, que vivan esos rincones y sus habitantes allá donde quieran que estén, que nos dejaron tantas expresiones donde quizá al terminar el escrito me vengan a la memoria, porque las llevo en mi corazón.
Quien no ha podido escuchar al vecino de turno que acompañaba a tu abuelo a ver un combate de boxeo, porque antes en el vecindario había dos o tres televisiones en esas casas de vecinos, si antes del combate salían anuncios de actuaciones, conciertos y escenas de rock and roll, saltaban mira Juan los melenudos estos, a lo que el otro decía, tienen una cara de “engrifao “que no veas”.
Nosotros mirábamos el grifo por si metíamos la boca al beber agua y nos volvíamos “engrifaos” también.
Hubo un tiempo que los chavales del barrio nos pusimos a buscar una farola, sí, una farola porque los vecinos cuando discutían se decían: “anda vete a tomar viento a la farola“ y pensábamos que en la farola daban viento y podíamos echar a volar las cometas.
Cuando alguno en conversación escuchaba a otro con unas charlas variopintas queriendo predicar en el desierto, otro le soltaba: “tú estás preparado para la vida moderna“, así como la otra: “tú tienes mucha letra menúa“. Habida cuenta que lo peor de los escritos eran la letra pequeña y esos que hablaban mucho, te vendían la moto, pero al final no se les entendía.
Llegaron los momentos dedicados al cine, porque las conversaciones de barra de bar mientras mi padre nos invitaba a un “chato“ que para nosotros era un biter Kas, porque el Cinzano se te subía a la cabeza y yo pensaba que el Cinzano me cogía del cuello y se iba a la coronilla, en la barra del bar se escuchó: tantos papeles que hay que arreglar, déjate de “película enrollá“ en alusión a los rollos de película “súper ocho“ que se vendían para acoplar a los “tomavistas“ precursores de las cámaras de video, aquellas películas enrolladas había que mandarlas en sobre franqueado a un laboratorio en Madrid, luego tenías que tener el proyector mudo o sonoro para mostrarlo a la familia, que se agolpaba en el salón como cuando echaron por primera vez el Ultimo Cuplé de Sarita Montiel.
Lo que nos dejaron los bazares de aquellos tiempos, la fragancia “Pachulí“ una planta aromática originaria de la India y Malasia, en la India se usaba por cientos de años para aromatizar telas, además de perfumar ayudaba a mantener alejadas las polillas de los tejidos.
Los ingleses lo descubrieron en 1820, cuando importaban de la India chales impregnados con este perfume.
Esta fragancia se hizo famosa a partir de los años 60 por el movimiento hippie que lo utilizaban para enmascarar el olor a cannabis.
Y llegaron las exclamaciones típicas cuando olías a un perfume fuerte, las amistades te decían, “que te has echado pachuli“ y los demás iban murmurando entonces es que fuma porros y es para disimularlo.
Cuando el hombre puso los pies en la luna, aquello no era muy bien visto por muchos ciudadanos que habían llegado a un lugar inhóspito y eso no traía nada bueno, en los setenta cogíamos “la camioneta“ para ir al cuadro, a la sazón la barriada General Orgaz, porque había que dar buena cuenta en Los Pulpos, lugar donde no se reservaba mesa ni orden de llegada, cuando todavía no habías terminado el postre, te ponía la familia a una abuela con noventa años para que nos diera pena y les dejásemos la mesa al irnos con el helado todavía en la mano.
Pues en el autobús rumbo a la Almadraba, dos vecinos se comentaban que en Estados Unidos había “veinte grados bajo cero“ que la gente se iba a morir congelada por la calle, que los coches no arrancaban y todo estaba lleno de nieve le dijo eso es culpa de: “ tantos cohetes a la luna“.
Nosotros a partir de entonces cuando había mal tiempo nos decíamos en el barrio, por donde habrán echado un cohete a la luna y si no llueve, pues habrá que lanzar unos cuantos.
Las películas orientales de artes marciales en el Cine Terramar, donde Bruce Lee fundador del Jet Kune Do hacía las delicias de los asistentes y salíamos como locos dando saltos y pegando gritos como una vecina del piso cuando le entra la risa, cogíamos los palos de fregona que había por la basura, íbamos al carpintero Cabrera a que nos cortase los palos, compramos cáncamos en Ferretería Morón así como buscando las cadenas de la cisterna del wáter y nos abríamos “los luchakos “ porque las armas de dos palos se llamaban “nunchaku “ y la diseñó el maestro Dany Inossanto que salía en Juego con la muerte, quien enseñó al artista marcial Bruce Lee a emplearlos.
En el barrio nos guardábamos “los luchakos“ en un bolsillo de la “guayabera“ cuando íbamos de paseo por si teníamos que hacer alguna peleíta, lo malo era que en la demostración de nuestra pericia, la mayoría se hacía daño en las axilas, lo que siempre ha sido el sobaco.
Cuando dieron las casas de muchas barriadas, la exclamación de las vecinas que se pegaban dando al pico lo que duraba la película de Ben Hur, la frase fue “ voy a quitar la pila y poner un romi“, muchas casas tenían en el “wáter chico” que daba al tendedero, una pila y aquello era para guardar más mierda así que lo desmontaban, y compraban el armario espejo que fabricó la empresa Romi, por supuesto todos los armaritos con espejo eran el Romi.
Mi abuela tenía un paño en el suelo que había que restregarlo para que el suelo siempre cogiera brillo, nosotros cuando llegábamos como los toros a beber la casera del abuelo a raudales, nos decía tener cuidado que tengo que pasar otra vez la Jocifa, una especia de fregona o trapo rudimentario para secar el suelo.
La Jocifa dio paso al cuchicheo de marías que se ponía alguna tardar más que un vuelo transoceánico en tender la ropa, y decían otras , esa está “jocifando“ o sea empapándose bien del chisme, luego el chisme se desmontaba de tal manera que para armarlo tenía que venir George Lucas y hacer las partes sueltas de la Guerra de las Galaxias.
No hay mejor bautizo para un caballa que haber caído rodando por los escalones de la Huerta Martínez colindante con la calle Velarde o haber entrado por el Patio Castillo y salir por la cocina del bar de Casa Bravo.
Hacer el motorista fantasma saltando escalones de tres en tres bajando la cuesta-escalera del Cebollino y pegarte tal “zaleazo“ que casi entrabas en el Patio Moguel.
Bajar o subir los 104 escalones de la playa de la Peña, para aprender a nadar entre la Marujita, el Bogueo y la Pirata para ser un caballa como el Pirata Drake es haberte subido para lanzarte de cabeza desde la Peña de la Muerte.
Finalizo ya con los amores, las pasiones, “te quieres ligar conmigo“ por eso yo me quedaba pensativo cuando las vecinas cogían el aceite en la cocina y decían “lo voy a ligar“, así como los lote de productos de regalo que se recitaba en las papeletas, yo siempre escuchaba cuando yo pasaba recién llegado al Polígono, este niño no vea los lotes que se pega en los portones.
Los filetazos a brazo partío, los morreos de alguna manera enconá que nos ponía tibio llegando a casa después de las discotecas juveniles.
Siempre nos quedará los travoltines que fuimos con un radio-cassete con pilas rebuscadas en los olvidos de los bazares en la basura, había que buscarse la vida porque quien de mayor disfrutó lo que vivimos en nuestra adolescencia, nuestra juventud recordando las frases de nuestras vidas para finalizar diciendo “ que nos quiten lo bailao“.
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