Opinión

Franco, de héroe a villano: un personaje para la historia

Hace sólo unos días -en este vasto mundo de Internet- recibí del «Niño sabio de Villajovita» la fotografía ecuestre de Franco* en un soberbio caballo blanco, que pareciera la encarnación del mismísimo apóstol Santiago, y su «cierra España». Sin embargo, en su leyenda se columbraba: «Paca la culona»; que no dejaba bien parado al susodicho personaje; de tal modo, que decidí narrar lo poco o mucho que recordaba del general a 47 años de su muerte natural, y a sus 82 años después de una larga y azarosa vida combatiendo en todos los frentes donde fuera menester… Ahí os lo dejo:

Durante toda la niñez fui franquista, porque en aquellos años lejanos de los 50 donde me tocó nacer, todos los niños de España éramos franquistas. Y, Franco -según decían los maestros de entonces y los libros de textos de la «Formación del Espíritu Nacional»- era un héroe nacional que había salvado a la nación del comunismo.

En mi casa en el almuerzo mi padre sintonizaba Radio Gibraltar donde a las 2:30h. de la tarde daba el parte informativo. Sí; mi padre era socialista en la clandestinidad y yo nunca pude ser de la OJE, y con verdadera tristeza me quedaba a la puerta de sus locales viendo como los muchachos jugaban en las mesas del ping-pong; así como tampoco pude nunca viajar a los excelentes campamentos de verano al aire libre que la OJE organizaba en la Península.

Como he mencionado anteriormente, en aquellos años Franco era un héroe nacional que salvo a España del comunismo que llegaba de Rusia, para que el Estado quitara la propiedad privada, entregara las tierras a los campesinos, asesinara a curas, monjas y frailes, y quemara todas las iglesias y conventos para que no quedara nada de nuestra religión católica y dejarnos completamente huérfanos, a saber: sin Dios y sin Vírgenes, a quienes rezarles Padrenuestros y las consiguientes Avemarías…

Y, es claro, que tuvo transcurrir años para que ésta visión catastrofista y a todas luces interesada y sesgada a una manera determinada de interpretar la historia, fuera diluyéndose, contrastándola con aquella otra forma de interpretar la historia de los vencidos de la Guerra Civil.

De Franco se ha dicho de todo, a saber: bueno, malo y regular. De héroe a villano. De libertador y caudillo a dictador y asesino. De estadista a militar cuartelero. De valiente a cobarde. De machista a maricón. De jefe de Estado dedicado en cuerpo y alma a su país a hacer de ella un amplio cortijo para él, su familia y los suyos.

Por lo tanto, no es fácil entre tanto elogio y su contrario, encontrar la justa medida de este singular personaje que gobernó los destinos de España con puño de hierro durante 40 años. Sin embargo, he de decir que Franco ha trascendido a su ámbito personal de ser un general africanista y jefe de Estado que gobernara nuestra nación un amplio periodo de tiempo. Porque Franco ha dejado su impronta en nuestras almas que durará diferentes generaciones. Sí; Franco ha dejado su impronta en nosotros y nos interpela cada día acerca de ¿cómo somos y cómo nos comportamos?

¿Cuántas veces tenemos un comportamiento autoritario? ¿Cuánta veces no dejamos que crezca la libertad a nuestro alrededor imponiendo nuestra voluntad, sencillamente porque tenemos más capacidad en nuestra oratoria a pesar de que sabemos que tal vez no llevamos razón? ¿Cuántas veces nos ha faltado generosidad con el contrario y hemos disfrutado con su derrota?

Sí; no hay dudas, Franco nos dejó su impronta por mucho tiempo aún por llegar. Y permanecerá como la otra manera autoritaria de interpretar la democracia y el discurso de la tolerancia; y, la necesaria convivencia que haga posible que tengamos un país digno y libre, donde la palabra y su uso correcto y honesto sean nuestras señas de identidad…

(*) Francisco Franco Bahamonde: Nacido en Ferrol, 4 de diciembre de 1892. Fallecido en-Madrid, 20 de noviembre de 1975. Fue un militar y dictador español, integrante del grupo de altos cargos de la cúpula militar que dio el golpe de Estado de 1936 contra el Gobierno democrático de la Segunda República, dando lugar a la guerra civil española. Fue investido como jefe supremo del bando sublevado el 1 de octubre de 1936, y ejerció como caudillo de España —jefe de Estado— desde el término del conflicto hasta su fallecimiento en 1975, y como presidente del Gobierno —jefe de Gobierno— entre 1938 y 1973.

En abril de 1937, se autoproclamó jefe nacional de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), partido único resultado de la fusión de la fascista Falange Española de las JONS y de la Comunión Tradicionalista. Acabada la guerra, instauró una dictadura fascistizada13 o régimen semifascista,14 e incorporó una influencia clara de los totalitarismos alemán e italiano en campos como las relaciones laborales, la política económica autárquica, la estética, el uso de los símbolos y el denominado «Movimiento Nacional».15 En sus últimos estertores, el régimen transitó más próximo a las dictaduras desarrollistas,16 aunque siempre conservó rasgos fascistas vestigiales,14 régimen que en su conjunto es conocido como franquismo, caracterizado por la ausencia de una ideología claramente definida más allá del anticomunismo y el nacionalcatolicismo.

Durante su mandato al frente del Ejército y de la Jefatura del Estado, especialmente durante la guerra civil y los primeros años del régimen, se produjo una fuerte represión, en particular contra los partidarios del bando republicano que fue derrotado en la contienda, a la que se sumó el exilio de centenares de miles de españoles al extranjero. La cifra total de víctimas mortales varía en torno a varios centenares de miles de personas, que perecieron en su mayoría en campos de concentración, ejecuciones extrajudiciales o en prisión.

El principio de la carrera militar de Franco quedó marcado por la guerra del Rif en Marruecos, alcanzando la graduación de general en 1926, con tan solo treinta y tres años de edad. Durante la Segunda República española, tras dirigir la Academia Militar de Zaragoza, le fue encomendada en otoño de 1934 la dirección de las operaciones militares para sofocar y reprimir el movimiento obrero armado que había declarado la revolución social en Asturias en 1934. Tras el triunfo del Frente Popular, descubierto el intento de golpe de Estado de varios generales y existiendo sospechas sobre sus integrantes, el Gobierno alejó de los centros de poder a los generales más proclives a la sedición, destinando a Franco a las islas Canarias.21

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