Las asociaciones y sindicatos policiales nacen para defender los derechos de los funcionarios y para trasladar las inquietudes y necesidades de nuestros compañeros y también y, no menos importante, dar un mejor servicio a los ciudadanos.
Esas son nuestras principales funciones y así lo expresan nuestros estatutos.
En esos importantes cometidos nos deberían acompañar los partidos políticos, porque son ellos los que pueden solucionar y mejorar el servicio que prestamos a los ciudadanos, pero no tenemos esa suerte.
Sin embargo, cada cuatro años y coincidiendo con las elecciones a la presidencia del gobierno la sordera política tiene una inusual pausa y las organizaciones políticas -aquellas que nos cerraban las puertas- pegan a las nuestras y llaman a nuestros celulares para abrir sus pabellones auditivos de par en par y escuchan lo que hasta hace unos días no querían, ni podían.
Y nos dicen “lleváis razón, anotamos vuestras pretensiones, hacemos vuestra petición nuestra petición, porque es muy razonable lo que pedís. Estos -los otros, la oposición- no tienen voluntad política”. Terminada la reunión se hacen la oportuna foto y salen todos tan contentos de la reunión.
Acabadas las elecciones, el teléfono no da señal y cuando ya no pueden eludir más el encuentro te dicen que no puede ser, que se necesita tiempo o que no paramos de pedir cosas que son inalcanzables por la situación económica, política o cualquier otra circunstancia.
Pero la foto, esa anhelada foto salió y los funcionarios más narcisistas la pondrán en el salón de su casa, en el estado del WhatsApp y si nos descuidamos hasta justificarán el incumplimiento de acuerdos al que se llegó en las muchas reuniones preelectorales. En esto nada ha cambiado desde que la democracia legalizó los sindicatos y organizaciones profesionales de guardias civiles.
Terminadas las elecciones si hay cambio de ciclo político los salientes comenzarán a abrazar las peticiones de los sindicatos y asociaciones profesionales. Saldrán denunciando la falta de guardias en el perímetro fronterizo, en la Aduana del Tarajal y la precariedad de los medios técnicos y material.
Y los que ocupan el estrenado cargo olvidarán las promesas de incrementar el número de agentes y de medios técnicos y dirán que hay guardias suficientes y que los medios y materiales están en perfectas condiciones, que todo lo denunciado es un cuento de las asociaciones profesionales y sindicatos.
Así es la vida y como anécdota contaré que hace algunos años en la sede de un partido político se me mostró delante de mis eternos amigos Diego Coca y Francisco Muñoz una ley disciplinaria de la Guardia Civil que yo mismo obsequié a tan apreciable y distinguida persona. La muestra del ejemplar vino acompañada de una velada amenaza “si sigues así te podemos mandar al norte”, la respuesta fue que si ellos pensaban que los guardias del norte están allí castigados por el gobierno lo tendré que trasladar a los compañeros. La amenaza no tuvo el resultado esperado y a continuación trató de maquillar todo lo que se dijo, pero ya no colaba. El intento de amedrentarnos estaba ejecutado.
Lo curioso, como vengo narrando, es que nosotros, el trío calavera, seguíamos denunciando lo mismo que hacía unos meses. La única diferencia es que ellos ya no estaban en la oposición y nosotros ahora éramos sin saberlo oposición, aunque seguíamos siendo, como unos meses antes, solo guardias civiles buscando mejoras para su colectivo, aquellos guardias civiles que ellos apoyaron y alentaron cuando ellos eran oposición.
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