La inmediatez y la facilidad de olvido a que nos somete esta sociedad vertiginosa hace que el libro de la vida permanezca cerrado; yo creo que en serio peligro de inexistencia.
La memoria profunda de aquello que significa nuestras esencias, la del ser humano, ha dado paso a una suerte de memoria liviana, desprovista de cultura, que solo encuentra recreo en el gag, o gracia mortecina (con tal de que corra como pólvora por las redes sociales).
Belleza de consumo rápido. ¿Hasta aquí ha llegado el concepto que teorizaron los grandes pensadores de la humanidad?
El libro de la vida permanece cerrado, pero dicen estos teóricos que podremos leerlo si lo hacemos con los ojos del corazón, del sentimiento, de la mente al fin.
Así, encontraremos todo lo que existe más allá de la luz que recubre los objetos, más allá de la realidad palpable.
Complacidos por la irradiación de la mente, abrimos por fin el libro y vemos el mensaje que habita entre las líneas: todo es belleza.
Sin embargo, en el epílogo se expone que, si bien, la belleza nos fue concedida en igualdad, la dolencia puede convertirla en un fruto prohibido.
Es mi experiencia personal. Es cierto, hay personas que presentamos un fallo en la función mental por el que nos es imposible el disfrute de los sentidos, un fallo que nos pone siempre en lo peor. Entonces, ¿qué pauta seguir para la curación de esta difícil perspectiva?
Cuando ocurre el malestar psíquico la visión de campo se reduce a aquello que nos hace sufrir; siendo la única salida el vacío que te provocan las medicinas.
El lenguaje que es el pensamiento no es capaz de despertar las palabras necesarias para la sanación, y la oscuridad se cierne y te empuja hacia el abismo. No hay peor belleza que la desesperanza.
Entonces, al borde de la inanición, caemos en la cuenta de que la mente es un órgano en constante formación. Una luz vino a visitarme. “¿Por qué no crear en mi interior un nuevo ser con lo mejor de mis recuerdos, con lo mejor de mis afectos, con todo aquello que alguna vez me hizo soñar? ¿Qué perder?”
Este ser, alimentado por la esperanza de un mañana mejor, poseería y alcanzaría la fuerza necesaria para enfrentarse al mal, y disputarle el terreno de la percepción.
La victoria sobre el mal exige un constante examen para aquellos que hemos sido señalados por el sufrimiento psíquico, aunque es tanto el potencial y la belleza de la creación, son tantos los lazos que nos unen, que no puedo dejar escapar mi fe: la afirmación siempre sobrevive a la negación; la luz siempre sobrevive a la oscuridad, pues infinito es su signo.
La vida es la conquista de la belleza.