Mañana terminará en España el Estado de Alarma y se anuncia una vuelta a la normalidad con las restricciones que estimen oportunas las Comunidades Autónomas.
Hemos vivido uno de los años más duros de los últimos tiempos. Comenzamos con un desconocimiento absoluto de lo que estaba pasando y tuvimos que defendernos dando palos de ciego a diestro y siniestro para liberamos de un azote letal que atacaba a la población mundial. La ciencia comenzó a trabajar a velocidades supersónicas, los laboratorios se pusieron en marcha desplegando todas las posibilidades técnicas con las que contaban. Médicos, biólogos, virólogos, investigadores avezados en toda clase de disciplinadas relacionadas con el virus, se dejaron la piel navegando en medio de un virus letal que empezaba a arrasar a la humanidad.
También hubo que soportar otra pandemia colateral; surgieron todo tipo de “iluminados” encargados de ir destruyendo toda posibilidad de combatir contra un enemigo invisible llamado COVID 19: sanadores, negacionistas, políticos, conspiranoicos, narradores de ciencia ficción, mercachifles, actores, cantantes, Presidentes de Gobierno y una reataíla de personajes salidos de todos los rincones del planeta tierra.
La evidencia científica sobre los beneficios de la vacuna no fue aceptada de buenas a primeras por más miles y miles de muertos que enterrábamos todos los días , por más UCIS abarrotadas, por más ancianos que morían en la soledad más absoluta Comenzamos a vivir en un confinamiento desconocido, a comunicarnos por señales de redes sociales. Salimos a los balcones de las casas a las ocho en punto y espantábamos el aislamiento con un aplauso en el que nos uníamos en la distancia.
Los colegios cerraron sus puertas reinventando la pedagogía, los restaurantes bajaron las persianas, cines, teatros, museos, parques, medios de transporte y todo lo que supone el entramado social de un país, fueron enterrados bajo la lava de un volcán en una erupción permanente.
Aprendimos a vivir en un peligro que acechaba silencioso en los lugares más insospechados. Restricciones, mascarillas, distancia social, test de antígenos, gel hidroalcohólico; todo ellos comenzó a formar parte de la rutina cotidiana.
Mañana volveremos a intentar ser lo que fuimos. Me pregunto si esta victoria frente a la enfermedad es un mero espejismo, si todas las medidas de seguridad serán pasto del olvido, si la legislación de cada Comunidad Autónoma será un puro caos en el andaremos pisando minas ocultas.
Volver a la casilla de salida supondría desandar todo el camino, todo el esfuerzo que hemos forjado para defendernos.
¿ Actuaremos en consecuencia? ¿ Habremos tomado nota? ¿Habrá una conciencia colectiva que nos proteja y autoproteja?
Mañana amanecerá, pero esa luz puede convertirse en una trampa que nos conduzca a la noche más oscura. Cada uno de nosotros seremos responsables de nuestros actos y nuestras actitudes. Echarle la culpa a los demás será un antídoto psicológico de de escasa efectividad.
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