Extremadura es tierra que a lo largo de la Historia ha dado grandes y valerosos hombres que, con su enorme capacidad de lucha, trabajo y sacrificio, dieron universalidad a España en América.
Vicente Barrantes Moreno, brillante escritor de Badajoz, dijo en el siglo XX, que: “Extremadura es una región tanto más amada de sus hijos cuanto menos favorecida de la suerte; región que ha llenado la historia y ella no la tiene; región que dio a la Patria común sus mayores grandezas pasadas; región, en fin, cuyos nombres y lugares parece que se trasladaran de raíz al Nuevo Mundo (América), según les tiene el viejo mundo (Europa) olvidados; región que no ha tenido el cuidado de escribir sus hazañas como de hacerlas”. Y José López Prudencio, prestigioso ensayista, de Badajoz, también en el pasado siglo aseveró: “Lo que hizo la gente extremeña, no cabe en los límites de la Historia de España. Pertenece a los dominios de la Historia Universal”.
Ahí están extremeños de la talla de Hernán Cortés, de Medellín, que con menos de 400 hombres conquistó el imperio mejicano en 1525. Ahora los separatistas catalanes, retorciendo la Historia - como retorcidos e ignorantes supinos son ellos – tienen la cara dura de decir que era catalán. O Francisco Pizarro, de Trujillo, que con menos hombres todavía, conquistó el imperio inca de Perú en 1533. Pedro de Valdivia, de Villanueva de la Serena, que en 1534 conquistó Chile y Panamá. Pedro Alvarado, de Badajoz, que en 1521 conquistó Guatemala y El Salvador. Nicolás de Ovando, de Brozas (Cáceres), en 1527 conquistó Santo Domingo. Vasco Núñez de Balboa, de Jerez de los Caballeros, en 1513 descubrió el Océano Pacífico. Francisco de Orellana, de Trujillo, descubrió en 1542 el río Amazonas. Hernando de Soto, de Barcarrota, en 1542 descubrió el río Mississippi y también las costas de Nicaragua; y una lista interminable. De todos aquellos prohombres extremeños, el prestigioso científico de Serradilla (Cáceres), Marcelino Rivas Mateo, dijo: “Los extremeños dieron por España tantas vidas cuantas vidas se necesitaron; y lo hicieron sin protestar, abrazados a la bandera nacional y en silencio, que es como se sufre el verdadero valor”. Y el Rey Juan Carlos I en 1995 expresó públicamente: “Extremadura ha sido la placenta, la energía y el sacrificio del descubrimiento de América. Esta región, a través de hombres de fortaleza moral increíble, llevó y sostuvo el abrazo que hoy nos une con el continente americano (…) ¡Ya es hora de que España salde con Extremadura la deuda que con ella tiene contraída!”.
La mayoría de esos héroes extremeños fueron gente de a pie, personas nobles, modestas y sencillas que se hicieron a sí mismo. Y ese mismo heroísmo y esa bravura, entremezclados con su humildad y sencillez, son los méritos que también podemos ver en Filomeno Sánchez Rubio, nacido en Guadalupe (Cáceres), dignísima población que en 1993 fue declarada Patrimonio de la Humanidad y que cuenta con el célebre Monasterio de la Virgen de Guadalupe, a la que tanto culto y devoción le profesan no sólo los extremeños y mucha gente de toda España, sino también del mundo entero, sobre todo de América, desde que, según la leyenda, en el siglo XIII la Virgen se apareció varias veces al pastor Gil Cordero indicándole que se erigiera una iglesia o santuario en aquel lugar; motivo por el que tanta gente acude en peregrinación a rendirle culto de fe y profunda devoción. Tanto por su relevancia religiosa como por la celebración del Día de Extremadura el día 8 de septiembre en Guadalupe, dicho lugar se ha convertido en el centro espiritual de Extremadura, pese a seguir padeciendo después de 792 años el “colonialismo” eclesiástico que sobre ella y 30 pueblos extremeños ejerce la vecina Toledo, de la que eclesiásticamente dependen. A ver si el nuevo talante del Papa Francisco soluciona ahora el problema.
Pues bien, el buen hombre de Filomeno era un trabajador del campo, a quien por su reemplazo le tocó ir a finales del siglo XIX a hacer la “mili” a Cuba, para defender aquellas posesiones que estaban bajo la bandera de España, de la que sus aborígenes, apoyados por los EE. UU y otras grandes potencias, decidieron independizarse. Estaba encuadrado en el Batallón de "Los Arapiles" nº 11, allí de guarnición. Y, estando destinado en la posición “Asiento de Mobuya”, nuestras tropas se lanzaban impetuosamente a recuperar unas posiciones que los insurrectos cubanos habían tomado, siendo constante y sucesivamente rechazadas con enormes bajas y pérdidas humanas, por la contundencia de los ocupantes. Filomeno, a pesar de la resistencia y acometividad con que los insurrectos combatían, algún punto débil debió ver en su estrategia que, a pesar de ser un simple Soldado, ni corto ni perezoso, se dirigió a sus superiores y les pidió que se le autorizara para dirigir una acción y tomar el sitio, solicitando que se le dotara de cinco soldados por él escogidos. Así le fue concedido por el mando, aunque sin apenas tener éste esperanzas en los resultados, dadas las dificultades ya comprobadas y sufridas, y su falta de experiencia en el mando de tropas. Al frente de los cinco elegidos, se destacó por su bravura, consiguiendo para las fuerzas españolas el fin propuesto, siendo el primero en coronar una trinchera enemiga que estaba apoyada en sus flancos por acantilados inaccesibles y que era defendida por gran número de insurrectos.
Por tal hecho de armas se le concedió la Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar, publicada en la página 840 del D.O. nº 43 del Ministerio de la Guerra de 25-02-1899, en el que se lee: “En vista de lo expuesto por el Consejo Supremo de Guerra y Marina en 11 del actual, con motivo del expediente de juicio contradictorio sobre Cruz de San Fernando solicitada por el Soldado del Batallón de Cazadores Arapiles nº 7, Filomeno Sánchez Rubio, por el mérito que contrajo de “Asiento de Mobuya” el 7 de julio de 1897, contra los insurrectos cubanos; resultando del expediente que, en efecto, el Soldado Sánchez, al tomar las posiciones enemigas nuestras fuerzas, fue el primero en coronar una trinchera enemiga de de unos seis metros de altura, apoyadas en sus flancos en acantilados inaccesibles y defendida por buen número de insurrectos, habiéndose distinguido por su bravura en cuantos hechos de armas ha tomado parte en la campaña, el Rey (q.D.g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, ha tenido a bien conceder al Soldado D. Filomeno Sánchez Rubio la Cruz de segunda clase de la Orden de San Fernando con la pensión anexa de 400 pesetas, que corresponde a su clase, abonable desde el día de hecho de armas, con arreglo a lo prevenido en Real Orden de 17 de noviembre de 1875, por estar comprendido en el caso 22 del artículo 27 de la Ley de 18 de mayo de 1862. De Real Orden lo digo a V.E. para su conocimiento y demás efectos”.
Cuando el 11-10-1928 el rey Alfonso XIII acudió a Guadalupe para asistir al día siguiente al acto de la Coronación de la Virgen, en las escaleras del atrio que precede a la entrada a la Basílica esperaban al rey, que llegaba en automóvil, un gran número de personalidades políticas, militares, judiciales, eclesiásticas y personas destacadas de toda Extremadura, junto con varios ministros y todo el pueblo de Guadalupe que se congregaba para ver y vitorear al rey. Entre las autoridades estaba el alcalde y, a su lado, vestido con una humilde chambra azul (blusa larga que a modo de chaquetón encima de la camisa que se utilizaba mucho en Extremadura en el siglo XIX) y pantalones de pana limpios pero viejos, zapatos de cuero y manoseando nervioso un raído sombrero de paño, con una medalla en el pecho, se encontraba el guadalupense Filomeno Sánchez Rubio, un hombre humilde y reservado. El rey saludó una tras otra a las distintas personalidades que permanecían en fila. Cuando se acercó y vio entre las autoridades a aquel hombrecillo menudo, de aspecto enjuto y con atuendo de anticuado labriego se mostró inicialmente sorprendido, pero al reparar en la medalla que pendía de su pecho, la Gran Cruz Laureada de San Fernando por méritos de guerra, que el propio rey no poseía, el monarca retrocedió, se cuadró frente a él, dio un sonoro taconazo, se llevó la mano a la visera de la gorra saludándole militarmente, descubriéndose y quitándose los guantes le tendió la mano a Filomeno ante la general impresión de todos por el gesto del Rey. El alcalde hizo la presentación y expuso al rey los méritos de Filomeno, aclarándole que, aparte de la Laureada, ostentaba el título de Caballero Cubierto, que le atribuía la facultad de no descubrirse ante nadie, ni siquiera ante el rey de España, aunque el interesado por su sencillez y su respetuosidad tenía el sombrero entre las manos. A continuación, el rey tomó la prenda y se la colocó en la cabeza a Filomeno ante todo el pueblo allí congregado, y llamó a todos los militares más caracterizados que asistían al acto y les fue presentando a Filomeno, saludándole. Seguidamente se produjo un desfile de las tropas que a fin de rendir honores al rey estaban dispuestas, durante el cual el soberano al presidirlo estuvo acompañado de los jefes militares y del propio laureado Filomeno Sánchez Rubio.
Al día siguiente, el histórico día 12 de octubre de 1928, en que la Virgen de Guadalupe fue coronada como “Hispaniorum Regina” (Reina de la Hispanidad, pese a la injusticia de que luego, a partir del 12-10-1939, el Día de la Hispanidad se arrebatara a Extremadura, para celebrarse en Zaragoza), el bueno de Filomeno tuvo el privilegio y el honor de desfilar con paso marcial junto a la bandera de España, al lado del Oficial que la portaba. Estaba casado y no tenía hijos. Legó en testamento al tesoro de la Virgen de Guadalupe su Laureada. Y se dio la curiosa anécdota de que al finalizar la Guerra Civil española, en 1939, Filomeno tuvo que asistir en Madrid, como infante y miembro en activo Caballero de la Real Orden de San Fernando, a dar su aprobación y rubricar la concesión de la Cruz Laureada al General Franco.