Categorías: Opinión

Ferrán Adriá y la educación

Hace quince días les comentaba mi manía casi obsesiva por tratar de aprovechar el tiempo. Esa manía me llevaba, por ejemplo, a echar mano de cualquier revista en la sala de espera de la consulta de un médico y no pocas veces me ha servido para aprender cosas útiles o interesantes. Sin ir más lejos, el artículo de hace quince días sobre Lang Lang (el pianista chino) fue fruto de la lectura de una de esas revistas y el de hoy también lo es. Además, de la misma revista. La sala de espera de la consulta de aquél médico dio para mucho aquella tarde.
Pero posiblemente ustedes se extrañen del título de este artículo: “Ferrán Adría y la educación”.
“¿Qué tendrá que ver Ferrán Adriá con la educación”- se preguntarán.
Sin embargo, si lo lee algún docente probablemente no se extrañe tanto, pues los docentes estamos acostumbrados a que opinen sobre educación gente de la más variopinta condición, sin la más mínima preparación ni relación con ella. En cierto modo, la educación se parece al fútbol. En España todo el mundo entiende de fútbol, todos llevamos un entrenador dentro y podemos opinar sobre si tal o cual equipo lo ha hecho bien o mal, sobre si su entrenador acertó o se equivocó, sobre cómo debía haberlo hecho para que el resultado hubiese sido mejor… Todo el mundo entiende de fútbol. Parece que de educación también.
Además, los docentes hemos sufrido en poco tiempo un movimiento pendular que nos ha llevado al polo opuesto de la consideración social, en sentido negativo desgraciadamente. Desde que yo ingresé en este noble gremio de la docencia he experimentado y sentido en mis propias carnes esta degradación en cuanto a la valoración de nuestro trabajo por parte de la sociedad en general. En un tiempo relativamente corto hemos pasado de ser un gremio estimado y valorado a ser sólo envidiado por las vacaciones que tenemos, olvidando las innumerables connotaciones vocacionales que hoy, más que nunca, tiene la profesión docente.
Y creo que no me equivoco si digo que hoy ser docente es más difícil que nunca. Las peculiares características del mundo en que vivimos, nos obligan a ejercer la autoridad en un modelo absolutamente democrático ante unos chicos con unas características de personalidad muy complejas (léase adolescencia) sin dotarnos de los instrumentos necesarios para ejercer esa autoridad. Mientras los medios de comunicación los bombardean con modelos diametralmente opuestos a los que nosotros tratamos de transmitirles, de venderles como los que son “moralmente deseables”. Pero todo esto es muy complicado y no es ese el objeto de este artículo.
Además, las aulas de los colegios e institutos se han convertido hoy día en el terreno abonado donde montones de organizaciones han encontrado el lugar propicio para desarrollar su actividad, para dar sentido a su existencia. Fuerzas armadas y desarmadas, entidades públicas y privadas, con ánimo o sin ánimo de lucro, ONGs, editoriales y mil y una entidades de todas las clases y motivaciones que ustedes se puedan imaginar, quieren organizar concursos, dar charlas, proyectar documentales, concienciar, motivar, repartir comics, colgar carteles, conmemorar efemérides y un larguísimo etcétera de actividades teniendo como protagonistas y destinatarios a nuestros alumnos.
Y todo con la sana finalidad de justificar las jugosas subvenciones que reciben. Después, habrán de presentar una detallada Memoria donde aparezcan todas las provechosas actividades que han desarrollado para que se formen ciudadanos más integrales e inteligentes.
Pues bien, teniendo en cuenta todo lo anterior y ya que en España todo el mundo puede opinar sobre educación, no nos puede sorprender a estas alturas que Ferrán Adriá abandone los fogones y las cazuelas y también aporte su granito de arena en esta materia.
Y les puedo asegurar que sus propuestas no me han resultado nada descabelladas, incluso puede que sean más coherentes que algunas que han salido en ciertos momentos de las brillantes mentes pensantes del Ministerio de Educación español. Incluso puede que a más de uno las ideas de Ferrán Adría en materia educativa les resulten más acertadas que sus ideas culinarias. Quizás yo mismo me encuentre entre ellos.
Porque les puedo asegurar que no soy nada devoto de esos grandes cocineros de la nueva hornada de la “cocina de diseño”. Posiblemente con esta opinión estoy expresando mi profundo desconocimiento e incultura en esta materia. Pero también creo que en esto, más que en cualquier otra cosa, el gusto es libre y para mí, donde se ponga la cocina tradicional y popular española, la moderna “cocina de diseño” no tiene nada que hacer. Al menos conmigo.
No existe batalla posible entre un abundante y bien condimentado plato de potaje de garbanzos, habichuelas, lentejas, arroz o una buena tortilla a la española acompañada de pimientos fritos, enfrentándose a un enorme y casi vacío plato de “cocina de diseño”, sólo adornado con un pegotito de algo en el centro y algún que otro acompañamiento ornamental más por las esquinas. En fin, éstas no son más que opiniones de un “troglodita culinario” como yo.
Pero bueno, dejémonos ya de prolegómenos y vayamos al grano. ¿En qué consisten las propuestas educativas de Ferrán Adriá? Antes de exponer su propuesta, Adriá hace un largo preámbulo que me parece interesante y bien razonado y que yo les voy a resumir.
Comienza diciendo: “hay un sueño que nadie me puede quitar y es el de aportar mi granito de arena para mejorar la alimentación de las generaciones presentes y futuras. En las últimas décadas se han producido profundos cambios sociales y culturales que han influido en nuestra manera de comer. Si hasta hace unos años no era raro que convivieran en un mismo hogar tres generaciones, en la actualidad la familia se identifica con lo que se viene a denominar un modelo nuclear, integrado por los dos cónyuges y uno o dos hijos. Rara vez encontramos más de dos hijos.
Por otra parte, no es un secreto que el desempeño de las tareas en el hogar dista mucho todavía de ser equitativo entre el hombre y la mujer. En general, las mujeres siguen llevando las riendas del hogar y trabajan en casa tres veces más que los hombres. El cambio este modelo familiar ha traído consigo que se rompa la cadena de la enseñanza culinaria, el cordón umbilical diario y espontáneo que se producía en casa. Las abuelas ya no viven en el hogar para impartir su magisterio en la cocina. Por otra parte, los dos cónyuges pasan la mayor parte del tiempo trabajando y cuando llegan a casa no pueden optar por una alimentación como la que disfrutaron sus padres.
Junto a todos estos cambios sociales, también se han modificado ciertos valores y muchas veces no damos a la alimentación la importancia que tiene. La sociedad nos empuja a gastar dinero en bienes materiales antes que dedicarlo a una buena alimentación. Lo cierto es que muchas veces preferimos comprar una consola de videojuegos a nuestros hijos o adquirir un teléfono móvil de última generación antes que invertir en nuestra alimentación diaria. Ciertamente, cambiar estas prioridades exige una convicción y para ello es fundamental la educación, pues es difícil cambiar las costumbres a un adulto que ya no ve la necesidad de hacerlo.
Hace ya mucho tiempo que ha escuela ha dejado de ser un lugar en el que únicamente se imparten conocimientos. Entre sus objetivos cada vez tiene un papel más importante el componente humano de formación integral del niño como persona, de interrelación con su medio. Pero en este nuevo paradigma se ha dejado de lado una materia de tanta importancia como la alimentación.
Somos lo que comemos, se suele decir… Y sin embargo nadie nos enseña cómo debemos comer, cómo son los alimentos que nos ayudan a vivir mejor y de qué modo nos podemos organizar para que esta función vital que efectuamos varias veces al día sea la más apropiada desde el punto de vista nutricional.
Por otra parte, si existe ya una asignatura que en cierto modo puede considerarse complementaria desde el punto de vista de la salud, como es la Educación Física, debería parecernos inaplazable dotar al programa educativo del otro pilar sobre el que se sustenta el bienestar de las personas: su alimentación.
A estas alturas ya no debería parecer disparatado la inclusión en los programas educativos de unas enseñanzas relacionadas con la alimentación. ¿Es realista demandar que se implante una asignatura fija de alimentación a lo largo de todo el recorrido escolar? ¿Significa pedir un imposible?.
Tal vez, pero de momento, ya lo digo, me permito soñar con lo ideal. Me encantaría que alguien, desde la Administración, desde los entes responsables de la educación, tomara la iniciativa de crear un comité de expertos en el que deberían estar educadores, médicos, dietistas y también cocineros, pues no en balde la materia con la que trabajamos a diario es justamente la comida.
Si algún día se produjera esta iniciativa y se requiriese mi participación, no duden que estaré más que disponible para aportar humildemente mi experiencia”.  
Como han visto, la propuesta de Ferrán Adriá es crear una asignatura de alimentación de manera continuada a lo largo del currículo. Habría que concretar desde qué y hasta qué niveles comprendería. ¿Les parece a ustedes descabellada su propuesta?. Sinceramente a mí no me lo parece pues como ya dije anteriormente, en el tiempo que llevo en la docencia he visto cómo en diversos momentos las lúcidas mentes pensantes del Ministerio de Educación han parido ocurrencias más disparatadas que esta.

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