La participación de miembros del ejército en la masonería no es nueva. Así, las logias siempre han contado con una importante presencia de miliares de las diferentes escalas y armas entre sus miembros. El personaje del que hoy hablamos no es, pues, una excepción.
La influyente figura del doctor Antonio López Sánchez-Prados, masón y último alcalde republicano de Ceuta, además de su trágica muerte el 5 de septiembre de 1936 en los llanos del Tarajal, hacen ensombrecer en cierto modo la de otro insigne médico de Ceuta, Federico González Azcune. Las cualidades humanitarias de éste estaban, sin embargo, a la altura de las del fusilado.
Nació Federico en San Sebastián el 30 de enero de 1905, y con anterioridad al inicio de la guerra civil era ya Capitán Médico e Inspector Jefe de los Servicios Sanitarios del Protectorado de España en Marruecos, con sede en Tetuán.
Afiliado al partido de Izquierda Republicana en esa población, el 6 de marzo de 1930 solicitó el ingreso en la logia masónica Tetuán nº 64, siendo iniciado el día 15 del mismo mes, adoptando el nombre simbólico de “Asclepíades”. Ese mismo año, el 30 de septiembre, alcanzó en grado de Compañero. El 9 de febrero del año siguiente obtuvo la “plancha de quite” [documento que permite pasar de una logia a otra], afiliándose a la logia Oriente nº 451, también ubicada en Tetuán. Alcanzó la Maestría el 15 de noviembre de 1931, comenzó a ejercer su primer oficio, el de Hospitalario. Debido a sus faltas de asistencia, el 13 de abril de 1935 se acordó su baja en la logia.
Fue miembro del plenario de la Gran Logia Regional de Marruecos; Masón intelectualmente muy formado y autor de trabajos como el que se dio en llamar el “Informe Azcune”, debatido en la asamblea extraordinaria de la Gran Logia Regional de Marruecos el 17 de febrero de 1934. En él se reprochaba la actitud política de otro masón, el Gran Maestre Diego Martínez Barrio, por formar parte de un Gobierno de orientación retrógrada, instándole a inducir al Gobierno a disolver las Cortes. A primeros de marzo de ese año, Martínez Barrio dimitiría del Gobierno Lerroux.
La Gran Logia de Marruecos se encontraba federada al Gran Oriente Español, el cual se conformaba a su vez por el resto de Grandes Logias Regionales: Centro, con sede en Madrid; Noroeste, con sede en Gijón; Mediodía, con sede en Sevilla; Nordeste, con sede en Barcelona, y Levante, con sede en Alicante. La Gran Logia de Marruecos se encontraba ubicada en Tetuán y abarcaba los territorios de Casablanca, Fez, Chauen, Villa Alhucemas y Alcazarquivir. Tanto los talleres ceutíes como los de Melilla se encontraban adscritos a la Gran Logia Regional del Mediodía.
Detención y condena
Trece días después de la rebelión militar, fue detenido en Tetuán y el 15 de agosto ingresado en la fortaleza militar del Hacho acusado de “inducción a la rebelión”. El 23 de febrero de 1937 un Consejo de Guerra lo condena a la pena de doce años de prisión, rebajada posteriormente a la de tres años y un día, con pérdida de carrera y de derechos civiles. Por sus antecedentes masónicos, el 23 de noviembre de 1942 se le formó tribunal de honor en Ceuta, como paso previo a la resolución del Consejo Superior del Ejército que dictaminó su separación del servicio el 31 de mayo de 1945. El 2 de julio de 1940 se le concedió la libertad atenuada, después de lo cual se estableció como médico en Ceuta. Cinco meses más tarde le fue concedida la libertad definitiva al haberse extinguido su pena “por actividades masónicas”, según certificado del jefe de la prisión del Hacho.
El Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo le incoó sumario nº 964/1945, siendo González Azcune condenado el 22 de junio de 1946 a las sanciones recogidas en el artículo 8 de la Ley: inhabilitación para el desempeño de cargos públicos, políticos, militares y un largo etcétera.
Un hombre bueno
En el último año citado, González Azcune tenía ya un gran prestigio como médico y como persona solidaria y fraternal. Un reconocimiento que había adquirido muy principalmente en las capas más desfavorecidas de la ciudad y entre ellas los musulmanes, algunos de ellos de relieve. Con frecuencia atendía gratuitamente a sus pacientes. En el año 1947 fue nombrado médico local de la compañía ferroviaria Ceuta-Tetuán. Su gran prestigio entre los obreros causaba cierta “pesadumbre” a parte del personal directivo, por lo que en enero del año siguiente fue cesado en el cargo. Fue sustituido por otro médico ceutí, con el consiguiente pesar de gran parte del personal ferroviario que lamentó profundamente la marcha de González Azcune.
En el año 1952 fue nombrado médico del seguro de enfermedad, nombramiento que causó muy buena impresión en la población por tratarse de uno de los mejores facultativos de medicina general y por su carácter humanitario; una impresión que no era compartida por el estamento de los “vencedores”. Tras la llegada de la Democracia fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Ceuta por el Partido Socialista Obrero Español.
Ya jubilado, solía vérsele con frecuencia en sus paseos por la carretera del monte Hacho, tocado con su txapela vasca y el aire patriarcal, severo y amable a la vez. Hoy, aunque desconocido para muchos, la Facultad de Ciencias de la Salud de nuestra ciudad, desde su creación bajo los auspicios de la Cruz Roja, lleva el nombre de Federico González Azcune. Descansa en paz, viejo masón.
Muchas gracias por esta enriquecedora información que ilustra el altruismo de Dr. Federico González Azcune por sus semejantes y como los fanatismos combaten contra el mismo ser humano.
Yo tuve la suerte enorme de conocer y tratar al Dr. Azcune, muy a menudo, porque fue cliente mío. Era una persona educadísima además de un buen médico y poseedor de una gran cultura. Mi padre me contaba que pudo haber llegado a general, pero los acontecimientos de entonces, torcieron su carrera militar. Cuando me enteré de su fallecimiento, lo sentí mucho.
En 1956, tuve el honor de conocer el Doctor Federico González Azcune , gran amigo de mi padre, nuestro primer encuentro fue emocionante. Era un personaje impresionante de una inmensa sabiduría. Cuya altura de miras inspira admiración.