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Familiares y amigos de Jennifer acuden al funeral “de un ángel muy alegre”

La familia no piensa en el conductor, tan sólo en hacerse a la idea de su pérdida l Desde el colegio explican que “va a dejar un vacío en todo el centro”

Unidos con las manos entrelazadas y consolándose los unos a los otros acompañados por el cariño de la gente, la madre, los tíos y los abuelos de Jennifer escuchaban desconsolados las palabras del cura que ofició una ceremonia sencilla ante un pequeño ataúd blanco sobre el que reposaban unos ramos de flores presidiendo la capilla del tanatorio. “Le encantaban las flores, siempre las recogía por el barrio y hoy le iban a comprar los tacones para la feria... con la ilusión que tenía con su vestido nuevo de gitana...”, cuentan unas vecinas. Seguían aún conmocionadas por la noticia que ha ensombrecido la barriada de Miramar Bajo desde la tarde del sábado cuando un coche segó la vida de una niña de siete años que residía en la zona. “Mi marido la cogió en brazos tras el accidente porque la abuela no dejaba de zarandear su cuerpo mientras esperaban la ambulancia que no llegaba y la pequeña aún respiraba pero recibió un golpe muy fuerte en la cabeza... ha sido tremendo”. Insisten, desde familiares a testigos, en destacar que la ambulancia tardó en llegar y la propia Policía decidió que era mejor ir en coche particular. “La ambulancia llegó de la zona centro, no lo entendemos cuando el hospital está a dos minutos en la otra dirección”.
La madre de la pequeña, Susana Mesa, rota por el dolor, recordaba como ante sus ojos “el coche pasó rápido y luego dio marcha atrás”. Según testigos, el conductor no debía ser consciente de que realmente era una niña. Otra de las vecinas explica que “fue en una hora en que están todos en la calle, a las 19:00 iban a merendar a la playa y había muchos niños en la plaza”. Uno de ellos, hijo de una de las asistentes al sepelio, le decía a su madre la pasada noche que “por qué no pegan los huesos de Jenni para que vuelva a jugar con nosotros”. Muchos vecinos llevan varias noches en vela. “No podemos entender el dolor de esa familia que no se separaba de la niña ni a sol ni a sombra, siempre de la mano de la abuela, tal y como iba cuando cruzaba con ella... yo a mi niño le he dicho que estaba en el cielo... Jennifer era muy conocida y allí en la barriada juegan todos juntos”. Los vecinos, muchos con hijos pequeños, estuvieron en todo momento junto a la familia. La propia madre, separada, insistía en que quería tener otra niña y lamentaba que después de su hija iba a ir su padre a la tumba. “Esto va a terminar con él, lo sé”. No piensan en el conductor ni nada parecido, tan sólo siguen haciéndose a la idea de que la pequeña ha fallecido.
El secretario del Vicente Aleixandre, Damián Barmón,  acudió al  tanatorio en representación de un profesorado sensiblemente abatido. “Yo era su profesor de Música y, sinceramente, Jennifer va a dejar un vacío no solo en su clase sino en todo el centro, en estamos todos de acuerdo”. También en que “era una niña muy muy cariñosa, solidaria con sus compañeros y siempre se esforzaba mucho. Tanto, que iba a pasar a segundo con todos los méritos”. El profesor, visiblemente afectado no quiso dejar de olvidar la alegría que desprendía la niña y con lágrimas en los ojos apuntó que “era un angelito ya no puedo decir más de ella tan sólo que es una noticia horrible”.

En busca de un consuelo que su familia no encuentra

El sacerdote que ofició la ceremonia pidió a los familiares de la niña que confiaran en Dios “para que os de fuerza” y les recordó que es en momentos tan duros como éste cuando “conviene que afianceis vuestra fe y acrecentéis vuestra esperanza”.

La Ciudad asegura desconocer la petición vecinal del puente

Desde la Ciudad el propio presidente Juan Vivas, que acudió al tanatorio a dar personalmente el pésame, ha asegurado no conocer el proyecto y la petición de los vecinos de la zona de la ubicación de un paso elevado que evitara uno de los puntos negros en las carreteras ceutíes.
Mientras el presidente de la Asociación Vecinal de Miramar Bajo, José Luis Muñoz, explicaba que hace más de una década se estaba solicitando que se tuviera en cuenta la solicitud dado el tránsito peatonal por ese paso de cebra con visibilidad limitada por una vía tan transitada, desde el Ayuntamiento se ha asegurado que se analizará y estudiará con los técnicos la posibilidad de ejecutar dicho proyecto. Los vecinos han recordado que unos metros más atrás un hombre perdía la vida hace apenas un año y que ahora en ese paso de peatones era la niña la que fallecía como consecuencia de las heridas del atropello sufrido.
En este sentido, desde la Ciudad se pide que se extremen las precauciones tanto por parte de los viandantes como por parte de los peatones. En referencia a este punto, la pequeña Jennifer es la primera víctima mortal en el lugar “aunque ha habido más atropellos y muchos sustos”. Personas que transitan por la zona con frecuencia, reconocen que “en muchas ocasiones ni siquiera los conductores se dan cuenta de que hay un paso de cebra y adelantan si se paran los coches para ceder el paso a un peatón”. Eso fue lo que al parecer sucedió el pasado sábado pasadas las 19:00 horas cuando madre, hija y abuela cruzaban hacia la playa de La Almadraba, a unos metros de su vivienda, para merendar allí y un vehículo golpeó a la pequeña que perdió la vida.

“No la dejaban sola ni a sol ni a sombra”

Desde que los padres de Jennifer se separaron, Susana, su madre, residía junto a los abuelos de la niña en un piso de Miramar Bajo. Una familia muy querida. “Sencillos, trabajadores y buena gente”, les definen sus vecinos.  El abuelo tenía un taller al lado de la barriada hasta que se jubiló. La llegada de Jennifer a la casa “les alegró la vida. Siempre pendientes de la niña a la que no dejaban ni a sol ni a sombra”. Acompañaba a su madre y a su abuela a todas partes “y jugaba en el patio con los niños, con su perrito porque le encantaban los animales”. Quería ser veterinaria. En el tanatorio, a pesar de las escenas de dolor, se recordaba a Jennifer con cariño. “Era muy alegre, siempre se reía, yo la veía cada día en la playa”, comentaba un vecino mientras las madres de sus amigos explican que “de un niño ¿qué se puede decir malo? Era un angelito”. Cada día solían acudir a la playa y su ilusión era que llegara la feria para disfrutar junto a su prima de cuatro meses a la que cuidaba con mucho esmero. “Le compramos un vestido de gitana, ni siquiera lo ha estrenado y el lunes le íbamos a comprar los tacones”, explicaba su madre junto a la abuela de la niña el día después del suceso. Aseguraba que su hija no se había ido, que se la habían matado y que lo único que pedía era que regresara junto a ella.

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