Se celebró el día internacional de la mujer y llovieron los actos conmemorativos. Que si el Maite Alascio, el María de Eza, el encuentro en el Príncipe, los actos de la asociación Al Ambar, el Mujer Manzanera, los talleres de Digmun... Era el día típico en el que, por obligación, hay que acordarse de las mujeres. A mí especialmente me dolió lo de Estrellita y en eso coincido con buena parte de la redacción de El Faro. Faltaba ella y faltaba su premio. Me da igual quien la propusiera. ¿Que fueron los malos malísimos de Caballas?, pues qué le vamos a hacer... pero Estrellita se merecía el reconocimiento porque casi todos hemos sido testigos de su lucha, de su coraje, de cómo ha sabido superar todoslos obstáculos del camino y cómo no falta a su cita diaria ofreciéndote el cuponcito aunque le cueste lo que ella sólo sabe subir las empinadas cuestas que definen Ceuta. Estrellita se merecía el reconocimiento en forma de premio y duele que no se le haya dado pero más las formas tan curiosas que han rodeado este año la elección. Nada en contra tengo de Lorena Miranda, ni mucho menos. La deportista no tiene la culpa de que otros lleven a unos extremos lo que no deben o de que un jurado nos sorprenda con unas decisiones que han tenido poca conexión con el sentir general. Así ha quedado plasmado ya en varias opiniones, muy acertadas, que han precedido a la que hoy ofrezco. Se queda cierta sensación agridulce que no debería haberse producido.
Al margen de esto, debo confesarles que de los actos celebrados ayer me quedó con la entrevista a la Mujer Manzanera, María Vera. Su relato es un relato de lucha, de tesón, de fuerza y coraje; valores hoy que se están perdiendo en una sociedad en la que nos hundimos y deprimimos por asuntos que nada valen. Sólo cuando la vida te da un palo uno se da cuenta de lo que es importante, de lo que merece la pena y de la capacidad de lucha que debemos tener para estar vivos, saber exprimir esa vida y mantener la sonrisa que María ha regalado a Quino, a Paloma y a todos ustedes.