Manuel Vicent es un conocido escritor (Premio Nadal de novela en 1986), que alterna diversos géneros literarios, entre ellos, el de habitual columnista en ‘El País’, en el que el pasado 18 de noviembre, bajo el título ‘Líderes’, publicó un interesante artículo del que paso a transcribir lo siguiente: “Por organismos internacionales de toda solvencia España ha sido declarada el mejor país del mundo para nacer; el más sociable para vivir y el más seguro pata viajar solos sin peligro por todo su territorio.
Según The Economist, nuestro nivel democrático está muy por encima de Bélgica, Francia e Italia. Pese al masoquismo antropológico de los españoles, este país es lider mundial en donación y transplante de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita, en esperanza de vida solo después de Japón, en robótica social, en energía eólica, en producción editorial, en conservación marítima, en tratamiento de aguas, en energías limpias, en playas con bandera azul, en construcción de grandes infraestructuras ferroviarias de alta velocidad y en una empresa textil que se estudia en todas las escuelas de negocios del extranjero….”.
Vicent destaca después que España es el país con menor violencia de género de Europa y el tercero con menos asesinatos por 100.000 habitantes y, junto con Italia, el de menor tasa de suicidios, y además posee una de las lenguas más poderosas de la tierra y esm según la Unesco, el tercer país por patrimonio universal, detrás de Italia u de China.
Como conclusión a su brillante artículo, Vicent deduce que “hay dos Españas , no la de derechas o de izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que “gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan”. Hasta aquí, las citas sobre el mencionado artículo de Manuel Vicent, todo un extraordinario compendio de realidades que, en general, los españoles ignoran o –peor aún- prefieren ignorar.
Oyendo o leyendo a muchos de ellos, parece como si viviésemos en una de las naciones más retrasadas, desgraciadas y pobres del mundo. Se exageran –o se inventan- los defectos y se ocultan las virtudes, que son, con mucho, bastantes más que aquellos. Ahora se estudia poco, y lo poco que se estudia se aleja cada vez más de lo que fue la impresionante historia de nuestra Patria, en un absurdo intento de medir con las actuales normas de comportamiento sobre derechos humanos lo que ni se imaginaba hace centenares de años.
Así, gestas tan impresionantes como la del descubrimiento de América y la conquista posterior se llegan a considerar como páginas negras de la historia de España. Parece como si se quisiera borrar del alma de los españoles algo tan fundamental, tan esencial, como es el orgullo de serlo, el de sentirnos hijos de una gran Patria, y no solamente por su pasado, sino también por su brillante presente, como se deduce de las realidades recogidas por Manuel Vicent en el artículo cuyos párrafos, debidamente reseñados y entrecomillados, he citado más arriba.
Estas cosas se hacen así, Doctor Sánchez. Vemos con naturalidad cómo nuestros deportistas ganan títulos mundiales y se emocionan –no todos- cuando suena el himno nacional y la bandera de España se iza en el mástil más alto, mientras hay quiénes le ríen las gracias al que se suena las narices en ella. Nuestro himno es multitudinariamente silbado, se queman nuestra bandera y fotos del Rey, al que se le declara persona non grata en poblaciones situadas dentro del propio Reino de España, porque no le perdonan su extraordinaria intervención posterior al 1-O catalán.
En zonas cada vez más amplias del suelo patrio, se margina y hasta se persigue el uso de nuestro idioma común, la lengua de Cervantes. Ahora, el Parlamento vasco acomete contra los cimientos de la Constitución, porque se basa en la unidad de España, una imposición “antidemocrática e históricamente falsa”, Tan “antidemocrática” que, hace cuarenta años, la aprobaron los españoles –incluidos, claro está, los vascos- .con cerca del 92% de los votos emitidos.
Es más, en el Congreso de los Diputados está en trámite una iniciativa aprobada por esa especie de monstruo de Frankestein que apoya al actual Gobierno, según la cual se revisarían o desaparecerían del Código Penal los artículos sobre injurias a la Corona, ultrajes y ofensas a España, a su himno y a su bandera, enaltecimiento del terrorismo y las graves ofensas al Estado, a sus más altos organismos, al Ejército y a las fuerzas de seguridad. Todo un desmelanamiento en favor de una supuesta libertad de expresión sin límites que no existe en ninguna otra legislación del mundo.
Por ello, más que en las conclusiones que extrae Manuel Vicent en su referenciado artículo, pienso que es más reseñable esta falta de patriotismo, esta pérdida del orgullo de ser españoles que antes, con menos razones que ahora, era una de nuestras más significativas señas de identidad. La cesión a ciertas Comunidades de competencias que jamás deberían haber salido del control del Estado ha dado lugar a decisiones de puro tribalismo, dañinas para la Nación. Ese y la desmesurada influencia, la posición de privilegio del separatismo en las Cámaras legislativas son dos de los más graves males que sufre España, pero no los únicos, por desgracia. Hay más.
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