Me encuentro gratamente sorprendido por una película bélica española (!!) de un director desconocido que hace sus primeros pinitos y de una dificultad logística difícil de salvar para una industria cinematográfica en pañales en lo que se refiere al género. Con todos esos condicionantes, añadiendo los del precio de la entrada de cine, Zona hostil tiene todas las papeletas para ser esa cinta que pase desapercibida para el grueso del público y de esas que acaban siendo (ejem, ejem) eliminadas de cartel mucho antes de tiempo. Yo tengo en conciencia de cinéfilo destacar esta película apasionante que vence cada uno de los prejuicios de aquel que le dé una oportunidad y que demuestra un ritmo y un manejo de la tensión dramática dignos de cineastas con un poso de experiencia mucho mayor que el de Adolfo Martínez (ojo con este nombre proveniente del mundo del storyboard), apuesta de Gerardo Herrero para esta primera película tras las cámaras. Sencillamente boquiabierto me ha dejado. La película trata para todo tipo de público, sin volantazos moralistas, políticos o reivindicativos, una aventura real vivida por soldados españoles en la contienda de Afganistán, donde se vieron defendiendo su posición ante los ataques de los insurgentes en una zona orográficamente mortal de necesidad. Todo ello para proteger y rescatar un helicóptero medicalizado que había caído durante el aterrizaje. Las claves de una obra tan satisfactoria en su resultado residen a buen seguro en un reparto de actores solventes sin un caché prohibitivo que dispare el exiguo presupuesto de 5 millones de euros (éxito en el haber de dirección de casting), el innegable talento para la puesta en escena de su director, la imprescindible ayuda de los asesores del ejército español y el evitar complejos alejándose de un rodaje a la americana, con esos vicios como los excesos pirotécnicos envueltos en banderas o dar excesivo protagonismo a la estrella de turno que da caché al tráiler y al cartel. Se aprecia la libertad que da contar con un comprometido elenco muy capaz si está bien dirigido (gran trabajo de Ariadna Gil, Roberto Álamo, Raúl Mérida, Antonio Garrido o Ingrid García Jonsson entre otros) para repartir minutos coralmente, justo como demanda la historia. El otro gran salto de calidad reside en que esa tensión que se erige como lo mejor de la obra se envuelve con exquisitez en una banda sonora generosa, que ambienta a la vez que cede protagonismo a lo visual y a los efectos de sonido, y que abanderada por el estupendo rap de las letras del final tiene en sus acordes la firma del grande, grandísimo Roque Baños. Es por todo esto en lo artístico, y por saber aunque sea una vez cómo se sienten en Yankilandia cuando ven en la gran pantalla las heroicidades militares de sus compatriotas, que merece y mucho la pena ver esta gran película con halo de modesta. Porque desde la consciencia del abismo que nos separa del concepto soldadesco de los estadounidenses, nuestro ejército es de los más preparados del mundo, y nuestros cineastas poco van teniendo que envidiar a nadie…