Cuando observo que durante tanto tiempo los turistas y ciudadanos europeos no pueden venir a Ceuta y regresar a Marruecos con fluidez; que la Gran Vía sigue en obras sin esperanzas; las cuentas corrientes de algunos continúan bloqueadas sin expediente que lo justifique; que han dejado de ser curso legal hasta los billetes de 100 euros; los menores no acompañados campan por la ciudad; el PGOU sigue en el limbo; que con frecuencia no se respeta el Convenio de Schengen; está en peligro la libre actualización del área comercial del puerto y, hasta que si quiero recibir con eficacia un simple libro, tengo que mandarlo a un amigo de Algeciras y todo ello sin que las autoridades locales consigan solucionar estos temas, pienso que todo esto no puede suceder al mismo tiempo por casualidad. Parece como si existiera una estrategia externa respecto a Ceuta.
En esta ocasión se explicarán brevemente varias experiencias vergonzosas que han sucedido en las últimas semanas. Un empresario, por ejemplo, mandó a ingresar en un banco cierta cantidad de dinero, en la que se incluían algunos billetes de 100 euros. La entidad bancaria no admitió el ingreso porque llevaba esos billetes prohibidos y mi amigo tuvo que cambiar todo a 50 euros, con lo que aceptaron el ingreso en la cuenta corriente. Pero al siguiente día, la misma persona mandó al mismo empleado a cobrar un cheque al mismo banco y se lo liquidaron aportando varios billetes de 100 euros, con lo que el interesado montó en cólera y exigió a gritos en la entidad bancaria que ésta aplicara sus mismas irregulares normas y no le dieran billetes prohibidos.
Impresionado por esta y otras vergonzosas experiencias, compré algunos medicamentos en una farmacia ceutí por importe de 80 euros y pagué con un billete de 100. El auxiliar me pidió por favor que no le entregara ese billete prohibido porque tenía instrucciones de no cogerlos, ya que después el banco no se los aceptaba. Me quedé sin cambio y recuperé mi billete maldito.
Sin embargo, hice la compra de navidad en un hipermercado ceutí y aboné la cuenta de 280 euros con tres billetes de 100, que fueron aceptados sin problemas. Y después, en otro supermercado de una empresa internacional me aceptaron igualmente un billete de 100. Esto quiere decir que hay dos varas de medir, una para los gigantes de la distribución y otra para las farmacias y el pequeño comercio local. A las dificultades para competir, se une esta realidad sangrante.
Días después viajé a La Línea provisto de varios billetes prohibidos. La ciudad limítrofe con Gibraltar, está ahora en el punto de mira por contrabando desde la Roca, tráfico de drogas, mafias que han atacado hasta a la Guardia Civil y otros colectivos dudosos. Se supone que allí debe circular dinero ávido de blanquearse. Por eso, entré en un restaurante, comimos y la cuenta ascendió a 45 euros que aboné con un billete de 100 euros sin problema alguno.
Ante estas experiencias vergonzosas que siguen sin solucionarse y las otras realidades descritas al comenzar este trabajo, sigo pensando que algo raro está pasando y sería preciso recurrir a un despacho jurídico de primer nivel con sede también en Bruselas para que lleve el tema de los bancos y otros a la Unión Europea, por si allí entienden lo que pasa en su frontera sur y quizás se exijan las responsabilidades que correspondan.
Para más información ver: “El billete de 500 euros” publicado en El Faro de Ceuta o “Importando legalmente un diccionario” en el libro “Ceuta, ciudad sin rumbo”, publicado en 2015.
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